Crímenes de familia

De derecha a izquierda, el exsubdelegado del Gobierno Carlos Sánchez, el coronel José Hernández Mosquera, el comisario provincial, Manuel Lafuente, el rector de UHM, Juanjo Ruiz, y el líder provincial del PSPV, Alejandro Soler, este martes en la toma de posesión de Juan Antonio Nieves como subdelegado.

De derecha a izquierda, el exsubdelegado del Gobierno Carlos Sánchez, el coronel José Hernández Mosquera, el comisario provincial, Manuel Lafuente, el rector de UHM, Juanjo Ruiz, y el líder provincial del PSPV, Alejandro Soler, este martes en la toma de posesión de Juan Antonio Nieves como subdelegado. / Alex Domínguez

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

En un gesto que hay quien interpreta como elegante y otros, como una muestra de lealtad hacia un partido que «sigue sintiéndolo como suyo pese a todo», Carlos Sánchez no ha dudado en asistir a la toma de posesión de Juan Antonio Nieves como subdelegado del Gobierno apenas siete meses después de que él pasara por este mismo trance convirtiéndose en uno de los representantes del Ejecutivo en la provincia más breve y, al mismo tiempo y en lo que parece ser un sentir unánime, uno de los mejor valorados por su talante y su compromiso con lo público.  

Quienes acostumbramos a escribir de temas relacionados con los sucesos y la información de tribunales, como es mi caso, estamos cansados de ver que, salvo contadas excepciones, el asesino suele pertenecer al entorno de la víctima. Y que, localizado el cadáver, si se busca entre conocidos, colegas, amigos y hasta en el círculo más íntimo del difunto, se acaba deteniendo al autor con el revólver humeante aún entre sus manos. 

Este martes, sin ir más lejos, en la Subdelegación del Gobierno olía a pólvora. Debía ser porque allí, en primera línea, estaban todos los elementos de cualquier asesinato que se precie.

Estaban los representantes de los cuerpos policiales, convidados de piedra en este caso por aquello de que los crímenes de familia en política todavía no son de su competencia. Aunque todo se andará. Estaba la víctima, de cuya reacción post mortem no creo que pueda tener ninguna queja su partido.

Y, a escasos metros, se encontraba el autor intelectual del asesinato, quien no dejó de compartir sonrisas cómplices con el nuevo inquilino de la Subdelegación, una institución pública elegida como escena del crimen cuando todas las pistas apuntan a un vulgar ajuste de cuentas de partido. 

Y ni siquiera han intentado que parezca un accidente.