El dilema de Pekín tras el triunfo soberanista en Taiwan

Imagen de archivo de un hombre con una bandera de Taiwán.

Imagen de archivo de un hombre con una bandera de Taiwán. / EP

Isidre Ambrós

Isidre Ambrós

Desde la noche del pasado sábado todas las miradas de las principales capitales del mundo están puestas sobre Pekín. Los habitantes de Taiwan votaron y eligieron al candidato del gobernante e independentista Partido Progresista Democrático (PPD), Lai Ching-te, como nuevo presidente de la isla. Una opción que sitúa al gobierno de Pekín ante el dilema fundamental de como mostrar su grave descontento ante lo que considera una peligrosa deriva hacia la soberanía de Taiwan, ya que son los terceros comicios consecutivos que los habitantes de esta isla optan por un candidato soberanista.

La situación es particularmente peliaguda para el presidente chino, Xi Jinping, quien en su mensaje de Año Nuevo advirtió que la unificación de la isla con la China continental “es históricamente inevitable”, pero los taiwaneses le han dado a entender que no están por la labor. Una opinión ratificada por encuestas recientes que subrayan que menos del 10% de los 23,5 millones de habitantes de “la isla rebelde” -como la definen las autoridades de Pekín- consideran que China sea digna de confianza.

La realidad es que las autoridades de Pekín se esforzaron en los días previos a las elecciones por hacer campaña contra el candidato soberanista. Emplazaron a los taiwaneses a “tomar la decisión correcta”, porque la alternativa era “entre la paz y la guerra” y el propio Xi Jinping llegó a sugerir la intervención militar para la reunificación de la isla con el coloso asiático.

Pero nada parece amedrentar a los taiwaneses, a pesar de que el gobierno chino ha ido subiendo su apuesta cada vez más. Las autoridades comunistas lo han intentado prácticamente todo: campañas cibernéticas, restricciones comerciales, bloqueos temporales, aviones de combate surcando el cielo de Taiwan, una formación naval con un portaaviones rodeando la isla e incluso el disparo de misiles. Pero la realidad es que cada vez que Pekín muestra el garrote aumenta el sentimiento nacional de los habitantes de Taiwan.

Para el gobierno del gigante asiático lo más fácil sería proseguir con su política de hostigamiento continuo. Es decir, maniobras militares frecuentes, aislando la isla e incluso acumulando tropas en la cercana costa de Fujian, separada escasos kilómetros de las pequeñas islas taiwanesas de Kinmen y Matsu. Pero esta demostración de poderío militar podría ser contraproducente y empujar a los socios asiáticos de Estados Unidos a pedirle que aumente su presencia en la región.

Una segunda posibilidad sería la aplicación de sanciones económicas y comerciales, pero esta acción podría tener graves consecuencias para la economía del gigante asiático. Por una parte, porque alimentaria la imagen de matón económico y por otra porque la industria china necesita los semiconductores de Taiwan, especialmente tras la prohibición estadounidense de vende tecnología de doble uso a las firmas chinas.

Una tercera opción podría consistir en que Pekín obligará aleatoriamente a los barcos comerciales que se dirigieran a Taiwan a detenerse primero en un puerto de China continental. Sería una forma de afirmar su soberanía sobre las aguas del mar Meridional de China, por donde circula aproximadamente un tercio del comercio mundial. Pero esta medida podría provocar el enojo de los principales socios del China, en una época en que la debilitada economía del coloso asiático necesita la inversión extranjera.

No obstante, una cosa es segura y es que Xi Jinping no permanecerá con los brazos cruzados, si bien tiene tiempo para meditar su respuesta al resultado de las urnas taiwanesas, ya que Lai Ching-te no asumirá el cargo hasta el 20 de mayo. Una fecha que el líder comunista debe tener anotada en su agenda, porque ese día, Lai deberá pronunciar un discurso programático detallado en el que deberá definir el futuro de la isla y, por tanto, su nivel de confrontación con el régimen de Pekín. Por lo tanto, Xi tiene aún mucho tiempo para reflexionar sobre su próximo paso para presionar a la isla rebelde.