Oído, visto, leído

Fogonazos

First Dates.

First Dates. / CUATRO

Jesús Javier Prado

Jesús Javier Prado

1.- Discretita, la gala de los Goya. Tres horas y cuarenta minutos dan para mucho pero también para muy poco. Pero la Niña Pastori, India Martínez y María José Llergo lo bordaron versionando a María Jiménez con su canción Se acabó, llena de calidad y sentimiento a tercios iguales. Fogonazo del bueno para poner pie en pared contra los acosos a las mujeres, pero yo creo que también era una súplica sibilina dirigida a acabar con los agradecimientos de los premiados a parientes y familiares nacidos antes del siglo diecinueve (algún tope habrá que poner, digo yo). Naturalmente no funcionó, pero algún día se hará la luz.

2.- Luis Landero saca libro (La última función, de Tusquets). No sé el argumento (aún), pero seguro que está protagonizado por tipos normales que sueñan con cosas imposibles, mitad trágicos y mitad cómicos, empeñados en llevar a cabo su afán llueva, truene o nieve y haciendo frente como buenamente puedan al ridículo al que se dirigen. Landero -que apareció hace ya treinta y cinco años con una primera novela, Juegos de la edad tardía, tan buena y excepcional que podía haberle sepultado- utiliza siempre la farsa, el humor, el engaño, el desencanto que se te impregnan a la ropa a medida que lees sus libros. Todos ellos son como fogonazos llenos de palabras bien puestas una detrás de otra (esto es importante, para ser buen escritor), casi poesía algunas veces.

3.- Galgos, dirigida por Félix Viscarret, es el último estreno de Movistar, que cuenta la historia de la familia Somarriba, propietaria de una empresa de productos con azúcar que tiene que transformarse para seguir siendo rentable (es como Succession, pero cambiando el imperio de los medios por el de las galletas: donde va a parar). Adriana Ozores, matriarca del clan e hija del fundador, se tiene que poner al frente para arreglar el desastre al que su hermano, marido e hijos están llevando la empresa. En un momento dado, su marido le pregunta porqué no puede ser él el nuevo presidente de la compañía, porqué. Y ella le responde, seria, impávida y altiva, y mirándole a los ojos: «Porque tú no eres un Somarriba, Gonzalo». Punto, set y partido. Vaya mala bestia, la Ozores: no sé cómo va a aguantar Gonzalo los seis capítulos que le quedan, no lo sé. Y yo de mayor quiero decir una frase como esa.

4.- Como creo en el fogonazo del amor (pero más en el del desamor) el miércoles 14, día de San Valentín, aterrizo en la emisión de First Dates, de cabeza. Conozco entonces a Bárbara, esteticién de Badalona, activa y exigente, que quiere «a un hombre que me haga reír y que esté bien posicionado». O a Eloísa, sesenta y dos años muy bien llevados, prejubilada de Telefónica y que echa de menos conocer a alguien que la acompañe a salir a cenar «y a lo que se tercie después, ja, ja, ja». O Ramiro, un comercial de productos de recambios de maquinaria de cuarenta y seis años, de Alcorcón, apasionado del kick-boxing y con ganas de sentar la cabeza «después de haber sido un cabra loca toda mi vida, ya es hora». No he sentido esa chispa, van diciendo todas las chicas en el momentum final, mientras Sobera se marchita poco a poco. Pero casi perdida toda esperanza, aparecen al final Nicole y Jairo, americana ella y colombiano él, que viven en Barcelona. Asquerosamente jóvenes, ella es guapa y tímida y estudia artes escénicas, y él tiene muy buen porte (buen porte, vaya expresión) y es simpático y ocurrente, y trabaja por la mañana de monitor de fitness y por las tardes da clases de cumbia, merengue y ballenato. «¡Siempre he querido que me enseñen a bailar ballenato!» dice Nicole, con una sonrisa y acento tejano, mientras Jairo dice: «pues yo te enseño, claro que sí». Naturalmente dicen «sí, quiero tener otra cita», y salen del plano de cámara cogiditos de la mano. Me gusta que las cosas acaben bien, pero no puedo evitar cavilar en qué estaría yo pensando cuando me matriculé en económicas, en vez de aprender a bailar ballenato…