El nacionalismo catalán y la amnistía

Carles Puigdemont, durante su discurso ante el Consell de la República.

Carles Puigdemont, durante su discurso ante el Consell de la República. / EP

Pedro Luis Sánchez Gil

Pedro Luis Sánchez Gil

Llevamos tantos años con los nacionalismos en España que ya va dando grima seguir con lo mismo. A veces me dicen, ya no escribes en el Información, a lo que casi siempre respondo que para qué repetirme, que sobre los nacionalismos, la corrupción y corruptelas diversas ya dije si no todo, casi todo lo que quería decir. Pero siempre hay algo más que añadir, aclarar o rectificar. Máxime para los que tenemos una línea que a veces quiebra, porque no nos importa reconocer nuestros errores. Es legítimo equivocarse, lo que no es legítimo es mentir. Cuando tu comportamiento intentas ajustarlo a las reglas de la buena fe, irás por la vida con la conciencia tranquila.

Nadie somos perfectos, del uno al diez más de una vez hemos suspendido. Por desconocimiento, falta de atención, de luces incluso. El peligro es cuando la mala fe sale a relucir. Hay quien la esconde con cualquier coartada. El interés puede trastocarlo todo. Por ejemplo faltar a la verdad en perjuicio de otra persona. Imaginemos un falso testimonio. Los hay, incluso provenientes de personas en quienes la sociedad, la ley, deposita su confianza. Por otra parte, hay especialistas en tapar las rendijas por donde asoma la verdad.

Hace años tuve la oportunidad de expresar mi opinión, tanto en este medio como en el programa “Al cierre” de Información TV. Ya me planteé entonces los indultos particulares en el proceso independentista catalán. La amnistía sin embargo no me pasó por la cabeza.

Pero he aquí que el cabecilla de aquel proceso sedicioso huyó de la justicia. De volver y ser juzgado, nada. Porque aunque se tramitara con celeridad su indulto, un tiempo en prisión era inevitable.

Pero llegaron unas elecciones que colocaron al prófugo en condiciones de exigir. La amnistía se puso encima de la mesa. ¿ Podía haber habido un acuerdo en este tema que no colisionara o tuviera muchas probabilidades de hacerlo con la Constitución? La única posibilidad era modificar la Carta Magna. En ese proceso, teóricamente posible, una perspectiva diferente habría posibilitado, tal vez, otras alternativas.

En el momento presente, si casi todos van a ser amnistiados de casi todo. Si después la ley de amnistía es declarada inconstitucional ¿qué pasará con los amnistiados? Pues si no se toman medidas, que no sé si ello será posible, desplegados sus efectos la ley, amnistiados quedarían.

Lo que ahora se pretende supone también un ataque a la separación de poderes, pues el Tribunal Supremo aplicó escrupulosamente la legislación vigente a través de un proceso con todas las garantías. Ninguna arbitrariedad habría permitido en este proceso por parte de nadie.

Quien suscribe cree firmemente en los derechos de los ciudadanos, pero siempre en el marco del respeto al Estado de Derecho. Son los poderes públicos quienes deben dar ejemplo. Me refiero a los tres poderes del Estado, el legislativo, el ejecutivo y el judicial. La Administración Pública, fuerzas del orden incluidas, los distintos parlamentos, los jueces y tribunales de justicia, son nuestros garantes; si ellos nos fallan, todo se derrumba. Les debemos ayudar en su fundamental tarea, exigiéndoles al mismo tiempo que actúen con honestidad. También con empatía, que a veces, desde su atalaya, se olvida.

Vivimos un tiempo maravilloso en avances culturales y científicos. No le restemos en confrontaciones estériles. Las guerras, el cambio climático, las alternativas energéticas, la inmigración, la seguridad ciudadana, están ahí también, reclamando nuestra atención, beligerante y activa.