Opinión

El mérito es nuestro

Estudiantes universitarios, en la biblioteca.

Estudiantes universitarios, en la biblioteca. / MAITE CRUZ

Hace unos años (2019), moderé, en el colegio de abogados de Alicante, un coloquio a raíz del libro que Fernando Jáuregui había escrito: “Los abogados que cambiaron España”. El libro, si no lo han leído, se lo recomiendo. Jauregui reproducía en él una frase que en su día le dijo una abogada a la que, sin duda, tengo por peleona, reivindicativa y lejana a muchos conformismos: “cuando me hicieron licenciada en derecho, me dieron el arma más potente que me podían dar, más que un Kalashnikov”. Cierto. Pero cambiaria “me hicieron” por “me licencié” porque nadie le hizo, ni le dio nada. Fue ella quien estudió, se examinó, trabajó duro y se licenció.

No tengo duda que, con esta frase, lo que quería señalar era la importancia que esta profesión tenía, tiene y tendrá para influir, contribuir y transformar la sociedad. Pero me resultó muy llamativo el “me hicieron licenciada” cuando el mérito era propio. Y es esto lo que me gustaría destacar en un 8 de marzo.

El lenguaje, y su sutileza, bien los sabemos los abogados, puede llevarnos a cambiar el enfoque de un asunto, de un problema y variar el punto de vista del mensaje que queremos trasladar. Cuando el foco lo ponemos en “me hicieron”, “he tenido suerte”, “no sé como pero aquí estoy”, “no me puedo creer que haya aprobado”, “no sé si lo merezco”… estamos atribuyendo el mérito a los demás o no se sabe muy bien a qué, pero no a una misma. Y corremos el riesgo de que así lo crean los demás, pero, sobre todo, que te lo acabes creyendo tú.

Nacer mujer hoy en España, a diferencia de lo que ocurre en otros muchos países, no es un lastre social. Vivimos en una sociedad democrática que sitúa las reivindicaciones en la equiparación laboral y salarial, presencia igualitaria en puestos profesionales relevantes y, por supuesto, en primer lugar, por su incuestionable importancia, en la violencia de género.

Precisamente, porque en España, gracias al trabajo y empeño de toda una sociedad, la igualdad de género es un derecho fundamental que tenemos recogido en el artículo 14 de nuestra Constitución (“los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”), las mujeres hemos avanzado en derechos (algunos de ellos impensables hace apenas 60 años), y seguimos en el camino de situarnos profesionalmente de manera igualitaria.

Es una obligación moral, como abogada y como mujer, actuar y hablar sin ningún tipo de complejo. No nos han regalado nada y hay que interiorizarlo. Precisamente, porque hay mucho esfuerzo, mucha dedicación y avances hacia la igualdad, debemos cuidar que no cale una lluvia fina que, por sutil, pueda pasar desapercibida. Vivimos en un país en el que los cambios sociales se han ido produciendo con el tesón y valentía de much@s y contamos con las herramientas para que la transformación social y los cambios puedan continuar afianzándose. Pero, mientras tanto, fijémonos en la letra pequeña y no bajemos la guardia. Se lo debemos a las generaciones venideras.