Opinión

¿Dónde están los límites de la libertad de expresión?

"¿Dónde están los límites de la libertad de expresión?", un artículo de Vicente Magro

"¿Dónde están los límites de la libertad de expresión?", un artículo de Vicente Magro / INFORMACIÓN

Tema muy recurrente es hoy en día el relativo al alcance, límites y condiciones del ejercicio de la libertad de expresión por los ciudadanos cuando actúan y operan en el seno de grupos por medio de las expresiones que pueden proferir en un contexto laboral a la hora de emitir opiniones acerca de las actuaciones que llevan a cabo los miembros de ese grupo, o personas que con ellos se relacionan.

Es cierto y verdad que vivimos en la actualidad en un momento en donde los excesos en la libertad de expresión se ponen de manifiesto de forma constante ante el ejercicio de una violencia verbal que predomina en muchas personas que consideran que la elevación del nivel de agresividad verbal en sus manifestaciones y opiniones les empoderan para conseguir una personal credibilidad que ellos entienden que alcanzarán mediante la emisión de manifestaciones que están en el límite de esa línea roja que divide lo que es posible manifestar sin que se les pueda reprochar nada, o lo que excede de los límites de la libertad de expresión y entran de lleno dentro de los delitos de calumnia e injuria graves perseguidos penalmente.

Es, así, una práctica habitual situarse encima de esa línea roja para hacer comentarios, o expresar opiniones, que bordean la tan reclamada libertad de expresión que, en muchas ocasiones, podría entrar en lo que podemos denominar libertinaje de expresión cuando se utiliza este derecho reconocido en la Constitución como una forma de ataque a los demás, y no como forma de expresar opiniones de forma libre en un contexto donde la convivencia debe desarrollarse con el respeto a los demás y no con la imposición de opiniones manifestadas con violencia verbal y sin que se guarde la debida compostura en la forma de concentrarse en el contexto de una sociedad civilizada.

El problema ante este debate lo encontramos es que algunas personas ponen el escudo de la libertad de expresión frente a los excesos que llevan a cabo en su lenguaje a la hora de dirigirse a otras personas o comentar situaciones con las que no están de acuerdo pero en lugar de utilizar el debate de forma educada hoy y correcta articulan y utilizan el mensaje del odio, de los excesos verbales y de la exigencia de que el resto de personas deben pensar como ellos y opinar de la misma manera, bajo hola la idea de que en caso contrario caerán sobre ellos todo tipo de expresiones difamatorias y que atentan contra su honor.

El mensaje de los ataques a quienes piensan u opinan de forma contraria por parte de quienes practican la intolerancia tiene un claro objetivo fin psicológico de mandar un mensaje de que en el caso de que algunas personas quieran seguir pensando de forma distinta a quienes quieren proclamar e implantar sus ideas y su ideología sobre determinados conceptos y cuestiones hoy recibirán los ataques en forma de difusión por redes sociales y públicas para llevar a cabo más daño y trasladar la idea del mensaje intimidatorio hoy bajo la idea de intolerancia verbal y la dictadura del pensamiento por parte de quienes practican estos ataques a los demás bajo el “abrigo”, “paraguas” y amparo de la pretendida libertad de expresión que utilizan como una especie de abogado defensor para que les intente cubrir estos ataques y utilizarlo como escudo para tratar de justificar la corrección y legalidad de lo que están haciendo, cuándo estos accesos deben ser sancionados, bien por la vía civil, o penal, según el grado del ataque llevado a efecto hoy bajo la idea de la tolerancia cero ante los ataques desmedidos a la forma de pensar distinta de las personas frente a los que practican esta intolerancia verbal.

La difusión de ideas, pensamientos o expresiones que atentan contra el honor de los demás y, de esta manera, profieren calumnias, o injurias graves, suponen una difusión y extensión del mensaje del miedo dirigido hacia aquellos que piensan de forma diferente y es un ejercicio de la dictadura del pensamiento manifestada mediante la violencia verbal y la intolerancia vestida de libertad de expresión.

No otra forma puede considerarse la pretendida forma de actuar de quien utiliza el traje de libertad de expresión para difundir ideas o pensamientos que atentan contra la forma de ser pensar de los demás, lo cual supone un totalitarismo intelectual que ejerce una presión psicológica en los demás para trasladar el mensaje del cambio de forma de pensar y el ajuste que deben hacer los demás que no piensan o actúan como quien les agreden verbalmente, porque tratan de imponer cómo se deben hacer las cosas y practica esa intolerancia del pensamiento. Por ello, hay que decir que no cabe una “libertad de expresión” para injuriar o calumniar a los demás.