Opinión

No solo Aznar firmó el 11 M a ETA

11-M.

11-M. / EFE

Aznar no fue el único español que endosó los 191 muertos del 11M a ETA, aunque es de los pocos que mantienen su fe, porque hace cinco años me volvió a endilgar a un metro de distancia que los autores «no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas». Sin embargo, el presidente del Gobierno en 2004 no fue el único en efectuar una atribución deliberadamente errónea, con una frivolidad ante la sangre que enarbola imperturbable. Convendría comprobar qué escribieron el día de la tragedia, las voces que hoy se escandalizan en documentales y entrevistas por las mentiras evidentes del PP, a veinte años de la masacre.

El 12M se concretó la visión mediática de los atentados. Mi titular de aquel viernes fue «Irak en casa», con el subtítulo de «Aznar y Rajoy deben explicar si España ha pagado la factura de la guerra de sumisión a Estados Unidos», y el antetítulo de «Una tragedia agravada por la torpeza del Gobierno en la atribución». Desde la distancia parece casi obvio. Sin embargo, aquel día sonaba tan estridente que entendí los conceptos de soledad masiva y de silencio atronador, por no hablar de los reproches explícitos. Arriesgué porque no escribí hasta la intervención nocturna de Acebes, con los «versículos coránicos» en la furgoneta, pero no soy un valiente y el 13M frené el ímpetu de la denuncia islamista.

Por eso sorprenden quienes el 11M culparon a ETA y hoy son paladines de la información acrisolada, que compatibilizan con un feminismo radiante y la promesa de que no volverán a comer caliente hasta que Israel abandone Gaza. Su inútil denuncia con dos décadas de retraso escamotea que ocurrió igual que con el beso de Rubiales, donde la prensa deportiva machista se entregó a la versión oficial de la Federación hasta que fue arrollada por la opinión pública. En el caso de los atentados, este giro inesperado ocurre en la noche del viernes, cuando los manifestantes no solo exhiben dolor sino que exigen responsabilidades. La historia no viró por los entonces cobardes que hoy presumen de gallardía, sino gracias a usted.