Nutrición

¿Por qué somos adictos a los dulces?

Al consumir azúcar, en nuestro cerebro se libera un neurotransmisor llamado dopamina que genera sensación de placer

El deseo por estos productos se genera en la niñez, al chantajearles con ellos

Varios niños comiendo piruletas.

Varios niños comiendo piruletas. / Pexels

Alba Prada Estévez

Es muy habitual que en las comidas y cenas familiares haya más postres que platos principales. También es muy frecuente que los niños no tengan hambre para comerse el plato de lentejas, pero sí la tengan para zamparse un donut de chocolate. Y ya que ni decir tiene que estamos hartos de escuchar a gente decir que no es capaz de perder peso porque no se resiste al azúcar. “Como poco, pero después peco tomando dulces, y la fastidio”. Esa es, sin duda, una de las grandes frases de todos los tiempos. Amigos, familiares, y nosotros mismos, la hemos pronunciado en algún momento de nuestras vidas.

¿Pero por qué nos gusta tanto el azúcar? La nutricionista Almudena Seijido, que trabaja para el Sergas en Ferrol, explica que “cuando consumimos productos dulces, en nuestro cerebro se libera un neurotransmisor llamado dopamina que lo que hace es generar una sensación de placer que favorece la ansiedad por este tipo de productos”. Precisamente es este neurotransmisor el que está inmiscuido en otras adicciones como al alcohol o al tabaco.

Imagen de varios dulces.

Imagen de varios dulces. / Pexels

Niños

La especialista puntualiza que el deseo por los dulces se incentiva en los niños desde bien pequeños al usarlos como premios con frases como “si te portas bien, te compro chuches”, “si te acabas la verdura, te compro un helado”. Todos estos chantajes, señala, “nos enseñan a utilizar el azúcar como recompensa tanto si tengo un día malo como bueno, provocando esa gestión de las emociones con el dulce que tantas veces vemos, y que necesitan ayuda de un psicólogo para poder reaprender a gestionarlas”, indica la nutricionista. Y es que insiste en que se le introduce el azúcar muy pronto, de forma que el paladar del niño se adapta a ese sabor y luego rechaza otros, generando aversión a alimentos que sí son nutritivos.

Desintoxicarnos

La mejor manera de aminorar el consumo de azúcar es ir reduciendo las cantidades. “No podemos pretender pasar de echarle dos cucharadas de azúcar al café a no echar ninguna, por el contrario, si se van rebajando de media en media cucharada, el paladar se va adaptando despacio a esas cantidades más bajas de dulzor y empezará a apreciar nuevos sabores”, recomienda la experta. Una vez más insiste en la necesidad, en muchos casos, de ayuda psicológica, puesto que detrás de una adicción al azúcar “puede haber problemas de estrés o ansiedad”.

Una forma de evitar o reducir generosamente la cantidad de azúcar en los alimentos es usar ingredientes dulces, pero saludables como pueden ser los dátiles. Con todo, Almudena advierte que “hay que tener cuidado con su utilización, ya que se suelen emplear para hacer repostería saludable y se suele entender que como es más natural, se puede comer a diario o la cantidad que queramos”. Recuerda que, independientemente de los ingredientes, “la repostería es algo que deberíamos consumir de manera puntual, sea casera o industrial”.

Dátiles.

Dátiles. / Pexels

La nutricionista señala, además de los dátiles, la canela para sustituir al azúcar del café o para añadir en los yogures. “No nombro el azúcar de caña, panela, azúcar moreno o el sirope de ágave porque no hay diferencias significativas con el azúcar”, aclara.

Consecuencias en la salud

Consumir dulces en exceso, sumado a un estilo de vida sedentario, puede acarrear graves problemas de sobrepeso u obesidad. “Además, aumenta el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes y sin olvidarnos de que favorece el sobrecrecimiento de bacterias poco beneficiosas para nuestra salud digestiva”, aclara Almudena. “Tampoco podemos olvidar que ese consumo de azúcar favorece la formación de caries y la pérdida de piezas dentales”, señala.

Alimentos ricos en grasas

Seijido aclara que los alimentos ricos en grasas actúan de forma similar a como lo hacen los azúcares. “Producen en nuestro cuerpo una estimulación del circuito de recompensa al igual que pasa con los dulces”, indica. “Generalmente, estos productos grasos son similares a los azúcares en lo que se refiere a la facilidad con la que el cuerpo los absorbe, y pide más. Si además juntamos grasas y azúcares de bajo perfil nutricional en el mismo producto, la dopamina va a elevarse demasiado llevándonos a seguir consumiendo más”, aclara.