La presencia femenina en la Guardia Civil: Mujeres de verde y rasga

Más de tres décadas después de que se eliminara el requisito de «ser varón» para acceder al Instituto Armado, nadie duda del papel de la mujer en el Cuerpo aunque su porcentaje apenas llega al 9% del total y su nivel de auto renuncia dificulta su ascenso

Mujeres en la Guardia Civil: estos son los obstáculos que estas tres mujeres han encontrado durante su carrera profesional

Áxel Álvarez

Mercedes Gallego

Mercedes Gallego

Ninguna lo ha tenido fácil porque, a diferencia de los hombres, a ellas el valor no se les supone: tienen que demostrarlo. Más de tres décadas después de que se eliminara el requiso de «ser varón» para acceder al Instituto Armado, lo que se oficializó mediante un decreto-ley el 23 de febrero de 1988, la presencia de la mujer en la Guardia Civil sigue estando alejada de nuestra realidad social.

En la actualidad apenas suponen un 9% del total de la plantilla. Unas 7.200 agentes femeninas de los 80.000 efectivos a nivel nacional y 242 de los 2.800 en la provincia de Alicante, a las que se acaban de sumar temporalmente 21 de los 85 que están haciendo aquí sus prácticas. 

Porcentaje de mujeres en la Guardia Civil

Porcentaje de mujeres en la Guardia Civil

Pocas jefas también (sólo tres están al frente de una comandancia de las 54 que hay en España y únicamente representan el 3% de los oficiales) pero sin sombra de duda del componente vocacional que les ha empujado a formar parte de este Cuerpo, del valor y los resultados de su trabajo y, por si alguien no lo tenía claro, de que llegaron para quedarse. 

Porque eso era mayoritariamente lo que se pensaba de las primeras valientes que osaron traspasar las puertas de la Academia de la Guardia Civil de Baeza.

Quien así lo recuerda es Sonia Gómez, miembro de esa primera promoción, también la primera armera femenina de la Benemérita y quien desde hace más de 21 años se ocupa en Alicante, junto a otros dos compañeros varones, de que armas, chalecos y el resto del material esté en perfectas condiciones de uso.

Sonia Gómez, primera armera del país destinada desde hace 22 años en Alicante. Forma parte de la primera promoción de mujeres de la Guardia Civil, donde ingresó con apenas 18 años. Desoyó a quienes le decían que eso del armamento era «cosa de hombres» y ha logrado ser la primera mujer armera del país, destino que ocupa en la Comandancia de Alicante y que se ha convertido en su vida.

Sonia Gómez, primera armera del país destinada desde hace 22 años en Alicante. Forma parte de la primera promoción de mujeres de la Guardia Civil, donde ingresó con apenas 18 años. Desoyó a quienes le decían que eso del armamento era «cosa de hombres» y ha logrado ser la primera mujer armera del país, destino que ocupa en la Comandancia de Alicante y que se ha convertido en su vida. / AXEL ALVAREZ

«Nadie se creía que fuéramos a trabajar cuando acabáramos la formación, pensaban que lo íbamos a dejar, pero está claro que no ha sido así», afirma la guardia Gómez, quien recuerda entre risas cómo cuando eligió ser armera le aconsejaron «un destino más aparente, un trabajo de mujer». («Y de hecho pasaron casi tres años desde que solicité hacer el curso de especialización hasta que me lo concedieron», apostilla.) O cómo no es raro que al llamar a la armería y responder ella la confundan con la centralita y le pidan que les pase con el armero.

Las hijas del cabo

Atrás quedan anécdotas como cuando otra compañera y ella iban con un cabo y había quien pensaba que eran sus hijas, cuando tenían que correr por el campo con tacones y falda porque era la única uniformidad que entonces había para las mujeres o como cuando, ya armera, era tan grande el mono (de hombre) con el que trabajaba que no le quedaba otra que atárselo a la cintura. Y encima le llamaron la atención porque era antiestético.

    «Tenemos que demostrar más que nuestros compañeros hombres pero cuando llegas, lo cierto es que no te cuestionan», asegura esta armera para quien su trabajo, confiesa, «se ha convertido en mi vida». 

Casada con otro guardia civil y madre de dos veinteañeros, esta leonesa de nacimiento no ve discriminación por sexo en la Benemérita («aquí se cobra lo mismo ya seas hombre o mujer», apunta), aunque admite que «decisiones como la maternidad, más si no tienes a la familia cerca, condicionan». Y que, en su caso, se planteó un ascenso y acabó desistiendo. Y no es la única.

María Pellicer, capitán del Seprona en Alicante y única de este servicio en España. Su madre y su hermana les ponían velas a los santos para que esta murciana, afincada en Alicante desde 1990, suspendiera y no ingresara en la Academia de la Guardia Civil. Pero no les sirvió de mucho.Es parte del Instituto Armado desde 1989, al año siguiente de que se permitiera el acceso de la mujer al Cuerpo.

María Pellicer, capitán del Seprona en Alicante y única de este servicio en España. Su madre y su hermana les ponían velas a los santos para que esta murciana, afincada en Alicante desde 1990, suspendiera y no ingresara en la Academia de la Guardia Civil. Pero no les sirvió de mucho.Es parte del Instituto Armado desde 1989, al año siguiente de que se permitiera el acceso de la mujer al Cuerpo. / AXEL ALVAREZ

Para María Pellicer, de la segunda promoción, primera capitán (prefiere el masculino al capitana) de la unidad provincial del Seprona y la única de España con esta graduación en este servicio, el problema a nivel de igualdad no lo sitúa en el principio, «cuando entramos en la Academia y los compañeros, con cierto paternalismo, trataban de protegernos a la vez que tenernos en observación».

La dificultad la ve después, «cuando dejas de ser compañera de aula y pasan a verte como rival. Aunque la realidad es que el principal escollo para salvar los obstáculos que aún tenemos está en nosotras mismas». 

Con un curriculum que no se acaba nunca en el que, entre otros másteres en las materias más dispares, figura uno en Políticas públicas de igualdad, la capitán Pellicer, una de las pioneras también en hacer el curso de motorista además de contar con especialidades en feudos tan tradicionalmente masculinos como Tráfico y NBQ, sabe de lo que habla.

«Mientras las mujeres nos sigamos sintiendo culpables de ‘abandonar a la familia’ para promocionarnos no se va a resolver el problema. Eso a los hombres no les pasa y a nosotras no debería ocurrirnos», afirma rotunda. 

Condecoraciones por sexos

Condecoraciones por sexos / INFORMACIÓN

Sólo hay que reparar en la distribución por sexos de las condecoraciones que en los últimos tres años se han concedido a efectivos de la Comandancia de Alicante para concluir que, junto al bajo porcentaje de mujeres en el Instituto Armado, (lo que la jefa del Seprona atribuye «al miedo a ingresar en Cuerpo por desconocimiento y a la falta de referentes femeninos»), algo de esa auto exclusión debe de haber.

De las 74 distinciones otorgadas en 2020, sólo 4 fueron a mujeres; de las 80 del año siguiente, únicamente 7 y de las 85 del pasado, apenas 11. Aunque hay que reparar en el aumento.

Velas a los santos

  Pese a proceder de una familia en la que les ponían velas a los santos para que suspendiera y no entrara en la Benemérita (la ‘culpa’ la tenía un hermano guardia destinado en el País Vasco en los peores años del terrorismo que les tenía en un sinvivir), la capitán Pellicer no tuvo dudas de lo que quería hacer con su vida y eso que, matiza, «nunca había soñado con ser guardia civil porque entonces no podíamos serlo».

   Ahora, en cuanto se enteró de que era posible, compaginó su trabajo por las mañanas en un hospital y los estudios de Anatomía por las tardes con la preparación, por su cuenta, los fines de semana para entrar en la academia. Y vaya si lo consiguió, aunque eso le supuso renunciar al trabajo que le acababan de ofrecer en un hospital de Albacete. Tenía 21 años.  

Por eso, con estos antecedentes, cuando un superior le preguntó sí se atrevía a hacer una conducción (de detenidos) a Sevilla, ella le respondió: «¿Si fuera un hombre me lo habría preguntado?».

Afán por investigar

La pasión por la investigación y el chico que entonces era su novio, un guardia con el que se acabó casando y que ahora es padre de sus dos hijas, fue lo que llevaron a Cristina S. a ingresar en la Benemérita en 2008 también con apenas 21 años.

Cristina S., investigadora del equipo de homicidios, secuestros y desaparecidos. Se ha encontrado con algún que otro sospechoso que le ha expresado su deseo de tratar con un agente masculino en vez de con ella. Una anécdota para esta investigadora, miembro de la Policía Judicial de la Comandancia de Alicante que ingresó en la Guardia Civil con apenas 21 años y sigue con su vocación intacta.

Cristina S., investigadora del equipo de homicidios, secuestros y desaparecidos. Se ha encontrado con algún que otro sospechoso que le ha expresado su deseo de tratar con un agente masculino en vez de con ella. Una anécdota para esta investigadora, miembro de la Policía Judicial de la Comandancia de Alicante que ingresó en la Guardia Civil con apenas 21 años y sigue con su vocación intacta. / ÁXEL ÁLVAREZ

Asevera tajante que lo hizo «por vocación, no por tener un trabajo fijo», y que desde el principio supo que su destino era la Policía Judicial. 

  Desde el equipo de Homicidios, secuestros y desapariciones, donde ahora trabaja, defiende «el valor de mujeres en los operativos por lo que facilitan los seguimientos». Y aunque se ha encontrado con algún varón que, al requerirle la documentación, ha manifestado su deseo de que su interlocutor fuera un agente masculino, para ella esto no deja de ser una anécdota «que se te olvida cuando resuelves un caso y le comunicas a la familia de la víctima quién es el asesino. Es lo que da sentido a todo el trabajo», afirma con una satisfacción no disimulada. «En ese momento para esas personas está Dios y la Guardia Civil». 

Sobre las renuncias femeninas, explica Cristina que fue ella la que, cuando sus hijas nacieron, pidió el traslado de Delincuencia Organizada y Antidroga, donde estaba, a Homicidios, lo que le permitía organizarse mejor. «Pero lo hice porque quise yo ya que mi marido también estaba dispuesto», matiza.