La cuenta pendiente se ha saldado por fin 1.096 días después desde aquel 17 de julio de 2019 en el que la Gloriosa Enseña del Oriol salió por última vez al balcón principal del consistorio y recorrió las calles de Orihuela. Desde entonces, además de una pandemia, la comarca sufrió una DANA. Precisamente, con motivo de las lluvias torrenciales que asolaron la Vega Baja, el municipio recibió la visita de Felipe VI, ocasión que se aprovechó para que el rey otorgara los honores, privilegios y distinciones de la bandera más querida por los oriolanos. Por eso, este domingo ha sido la primera vez que la réplica del Oriol se ha exhibido con todos los poderes traspasados.

El día de la Reconquista, más conocido como el del Pájaro, ha comenzado poco antes de las 9.30 horas con el descenso del preciado pendón y su traslado a la Catedral para recoger a las Santas Justa y Rufina. Custodiado en todo momento por el síndico portador, el periodista Pepe Ruiz, conocido por narrar en la radio los acontecimientos más importantes en los últimos 40 años, el Oriol ha paseado bajo los paraguas arcoíris. Una coincidencia nunca antes vista pese a la cercanía de las fechas. Quizá un guiño al veterano locutor, del colectivo LGTBI, que fue nombrado síndico el Día del Orgullo. Horas antes, en su discurso ha agradecido sin tapujos la implicación de su marido Paco, mientras que la alcaldesa Carolina Gracia ha hablado de "un compromiso con el respeto a la diversidad, la libertad de vivir y por supuesto de amar".

A continuación, ha marchado la procesión hasta la iglesia que lleva el nombre de las patronas de la ciudad, donde se ha oficiado la misa de la Reconquista, que ha presidido por primera vez el obispo José Ignacio Munilla, que ha destacado "esta fiesta tan maravillosa llena de tradiciones y con unas profundas raíces". Los cargos festeros se han congregado con "ilusión y esperanza" para agradecer a las patronas su protección, ha manifestado Pepe Vegara, presidente de la Asociación de Moros y Cristianos, que ha estado arropado en primera fila por la Armengola, Elisa Gil, y los embajadores cristiano y moro, Guillermo Rodríguez y Francisco Marcos.

También han acudido varios miembros de la corporación municipal, destacando la presencia de Gracia. A su derecha, Ruiz, y a su izquierda el Caballero Cubierto, Miguel Ángel Morcillo. Se han visto muchos abanicos para suavizar las temperaturas que ha dejado la ola de calor, hasta el punto de que Asunción Aniorte, la concejala de Vox, ha requerido atención sanitaria. Con todo, nada ha eclipsado el momento más solemne, cuando Ruiz, de rodillas, ha inclinado la Enseña ante Cristo.

Una jornada en la que, como en toda la semana, ha sido permanente el recuerdo a quienes murieron durante la pandemia. Porque las fiestas de la Reconquista este año han sido las del reencuentro. Ha sido un espacio también para pedir que el bien común sea el objetivo de los gobernantes. No en vano, el símbolo de la ciudad es un recuerdo de que juntos se puede volar más alto. Se han sucedido múltiples mensajes sobre la unidad de todos los oriolanos, representada en el abrazo y hermandad entre ambos bandos.

Sobre todo, después de una doble polémica que trajo consigo el desfile de la Entrada Mora, con la llegada del embajador sobre un escorpión, el símbolo de su comparsa, como en un trono a hombros de medio centenar de subsaharianos. Un boato que, además, se alargó mucho más de lo reglamentario, de forma que cuando a medianoche se expuso la Enseña hubo quien aún estaba desfilando o presenciando el espectáculo, perdiéndose el emblema de la ciudad después de tres años de espera.

Tras esa continua exaltación de la unidad, sobre las 12.00 horas reinó un ambiente festivo en el recorrido por la ciudad del emblema, que portó un sonriente y orgulloso Ruiz. Como es habitual, muchas bebidas refrescantes y cubos de agua y mangueras para combatir el calor. Así hasta llegar al monolito de la Armengola en el Rabaloche, donde Gil, Rodríguez y Marcos depositaron una corona de flores a la heroína cuya leyenda se transmite de generación en generación.

Después, de nuevo el ascenso del "Pájaro Oriol" al balcón del Ayuntamiento, entre glorias, salvas, pétalos y petardos para aguardar su retirada a medianoche y volver el próximo año a revivir la alegría de una sola vez, de esas que no son nunca más iguales, que diría el poeta.