El cambio climático alarga la temporada turística y arrasa el campo

La falta de lluvias ha causado graves daños en los cultivos de hortalizas de invierno y de cereales en la provincia, mientras que los hoteles aspiran a batir el récord de visitantes

Una playa de Benidorm abarrotada de turistas en una imagen tomada este verano. |

Una playa de Benidorm abarrotada de turistas en una imagen tomada este verano. | / DAVID REVENGA

Estamos ante el inicio de año hidrológico más seco desde 1869. Ésta era la alerta de la Agencia Española de Meteorología a la hora de hacer balance de estos últimos meses del año en la provincia de Alicante. Son algunos de los efectos del cambio climático en la provincia, donde la falta de precipitaciones también ha venido acompañada de unas temperaturas más cálidas que han permitido prolongar la temporada turística.

El año 2023 va camino de convertirse en el que mayor número de turistas han llegado a la provincia de Alicante de su historia. El aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández está camino de superar los quince millones de pasajeros, un récord que se consiguió el 2019, el año previo a la pandemia. Estas temperaturas están causando un alargamiento de la temporada turística mucho más allá de los meses de verano. Los distintos puentes que se han sucedido tras el periodo estival han tenido los hoteles con unos niveles de ocupación por encima del 90 por ciento. El turismo británico sigue siendo el principal mercado internacional de la provincia, pero ya empiezan a crecer los visitantes llegados de otros rincones de Europa como Países Bajos, Alemania, Italia, Irlanda, Polonia y Francia. Las buenas temperaturas están causando que se disparen las reservas de última hora por parte de los turistas nacionales, animados a pegarse una escapada de fin de semana en cuanto comprueban que el clima acompaña. Hasta bien entrado el mes de diciembre, el frío no se ha dejado sentir en la provincia.

Pero estas temperaturas primaverales no deben dejar perder de vista un problema de gravedad. La falta de lluvias, que está esquilmando las reservas de agua de la provincia de Alicante y causando unas cosechas muy bajas en una agricultura muy castigada. La cosecha de cereal está a punto de irse al traste por la falta de lluvias, mientras que en el caso de hortalizas como la alcachofa se ha tenido que retrasar su inicio. Al menos, las previsiones apuntan a que este año la provincia sí que va a tener una buena campaña de la oliva, dato que no hay que perder de vista en plena crisis nacional por la escasez de aceite. Situación que viene derivada por la ausencia de lluvias en Andalucía, el principal productor nacional de aceite de oliva.

Los pantanos de la cuenca del Segura están bajo mínimos. | TONY SEVILLA

Los pantanos de la cuenca del Segura están bajo mínimos. | / TONY SEVILLA

El año termina con los pantanos de la cuenca del Segura a un escaso 19 por ciento de su capacidad y con la Confederación dando los pasos para poner en marcha los pozos de sequía. A la situación de falta de agua por la ausencia de lluvias, se une que el Gobierno ha empezado a aplicar el aumento del caudal ecológico en el trasvase Tajo-Segura, una situación que ha vuelto a reabrir las llamadas guerras del agua. El aumento del caudal ecológico supone un descenso de los recursos hídricos que llegan a la provincia. Tanto la Generalitat Valenciana, como la Región de Murcia, la Diputación de Alicante y las comunidades de regantes han tratado de llevarlo a los tribunales. De momento, la petición de suspensión cautelar del aumento del caudal ecológico ha sido rechazada por el Supremo. Al menos, este año se ha conseguido reactivar otro trasvase, el Júcar-Vinalopó. Un convenio regula las aportaciones de un agua que se venía reclamando desde 1420 y que al menos va a servir para el riego.

Cuarenta y dos días con récords de calor por ninguno de frío este último año, sin apenas una gota de lluvia además en otoño. El balance meteorológico de la Comunidad Valenciana resume de forma gráfica la agudización de los fenómenos extremos, con unas temperaturas disparadas que han hecho especial mella en el medio natural. Buena prueba de ello han sido incendios desestacionalizados en la provincia de Valencia como el de Villanueva de Viver en marzo y el de Montitxelvo en noviembre. En el primero, el fuerte viento de poniente y la complicada orografía propiciaron un fuego devastador que se llevó por delante 3.444 y 2.126 hectáreas arrasadas respectivamente. Ambos en meses fuera del verano, pero con condiciones de falta de humedad y olas de calor similares a las de los meses más tórridos.

El lago de l’Albufera ha sido la otra gran víctima de los efectos del cambio climático. Con valores de hasta tres grados por encima de lo normal en casi todo el territorio, el humedal ha sufrido en los dos últimos años los registros más altos desde que se hacen seguimientos. El calentamiento persistente del agua, un factor fundamental para el crecimiento de algas, ha favorecido su aumento masivo, algo que dificulta la disminución de clorofila, principal enemigo de la laguna. A aquella proliferación de primavera y verano sumada a la falta de renovación del vaso y su posterior degradación se achacó inicialmente el color marrón casi rojizo que arrastra desde septiembre.