El sector pesquero en Alicante, una industria "ahogada" por las restricciones europeas

Los profesionales del arrastre denuncian pérdidas del 40 % en la facturación para este año por la reducción de las jornadas de trabajo que la UE ha acordado en la zona del Mediterráneo

La flota de la provincia representa la mitad de toda la existente en la Comunidad Valenciana y en los últimos años ha visto como se han triplicado los costes y han aumentado las exigencias normativas

Pesca de arrastre en Alicante: entre la rentabilidad y la sostenibilidad

Áxel Álvarez

Lydia Ferrándiz

Lydia Ferrándiz

En las aguas del Mediterráneo, la industria pesquera de la provincia se enfrenta a una tormenta perfecta que amenaza su supervivencia. Los pescadores de arrastre, un eslabón vital de esta cadena productiva y uno de los sectores tradicionales más representativos de Alicante, se encuentran atrapados en las redes de una situación que complica día a día su forma de vida. Con unas regulaciones cada vez más estrictas en materia de pesca establecidas por la Unión Europea, que les impiden salir a "faenar" más de 190 días al año, y con unos gastos en combustible, mantenimiento y modernización de la flota cada año más elevados el sector afronta pérdidas de más del 40 % en su facturación para el año 2024.

Esta flota de arrastre es la columna vertebral de la actividad pesquera en la provincia, pero este año las restricciones les llevarán a facturar 32 millones de euros menos que en el año 2018. Hace cinco años esta actividad producía unos ingresos de más de 70 millones de euros en los puertos de Alicante, pero este 2024 los pescadores calculan que no superarán los 42 millones. 

La imposición de limitaciones que reducirán los días de pesca anuales han obligado a los pescadores a recortar su actividad en un 10 % en 2020; un 7 % en 2021; un 6 % en 2022 y un 7 % en 2023. Este sacrificio acumulado resulta en un esfuerzo pesquero del 30 % hasta la fecha, dejando a la industria en un estado de vulnerabilidad y anticipando una incertidumbre palpable respecto a las restricciones futuras para 2024. Un año en el que las limitaciones al trabajo de los pescadores de arrastre podrían superar el 35 % de los días laborales.

"El precio del pescado ya no compensa lo que hacemos", ha asegurado Juan Mulet, secretario de la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de Alicante y secretario de la cofradía de Altea. "En 2019 pudimos trabajar 240 días, pero en 2024 calculamos que solo nos van a dar unos 160 o 170 días para trabajar. Esto nos deja con pérdidas y esperando unas ayudas europeas que no llegan nunca y, aunque seguimos pescando, muchas de las embarcaciones ya no suelen ir a caladeros que están muy alejados por el elevado coste del gasoil y porque el precio al que se está vendiendo el pescado en las lonjas no compensa a las embarcaciones".

De Altea a Santa Pola, la comunidad pesquera de la provincia se enfrenta un futuro incierto. Con 115 embarcaciones trabajando en el pasado, hoy en día en la localidad a penas quedan 35 y los marineros que aún trabajan lo hacen cansados de una situación que describen como "un desastre". "La gente está harta. Este es un trabajo que se transmite de padres a hijos y con las restricciones que tenemos nos hemos quedado cuatro trabajando en el barco, y porque nos obliga la ley", ha indicado José Pedro Baidal, pescador de arrastre en Santa Pola.

"Nosotros trabajamos en bahía así que todos los días vamos y regresamos a casa. El día empieza a las 5 de la mañana y tenemos unas 12 horas de trabajo", explica Baidal. La necesidad de llegar a zonas de pesca más lejanas también se ha convertido en un desafío. "Ahora vamos a hacer un trayecto con el barco de 20 millas para pescar gamba blanca, lo único medio rentable después de Navidad. El último paro lo hicimos en octubre y ahora nos toca otra vez, pero los gastos continúan porque al final un barco es una empresa y tienen un mantenimiento y unos trabajadores. Es como si obligasen a los dueños de los bares a parar tres meses al año y pretendieran que no echasen el cierre la mitad".

La provincia de Alicante alberga el epicentro de esta crisis, representando el 46,8 % de la flota valenciana. Los puertos de Santa Pola, La Vila, Dénia, Calp, Xàbia y Altea, testigos silenciosos de épocas más prósperas, se ven ahora afectados por los embates de la disminución de la capacidad de bodega y la potencia de las embarcaciones, registrando una reducción del 36,6 % en el número de buques desde 2006 hasta 2022.

En el puerto de La Vila, Miguel Solbes, Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores de La Vila, señala que para hacer frente a esta situación los 30 barcos de arrastre que trabajan en esta zona han adoptado medidas para hacer frente a las restricciones de manera que esta nueva forma de trabajo resulte más económica para todos. "Si hay menos barcos en la mar, el pescado va a valer mucho más en la lonja al final del día. El problema son las pérdidas para los armadores y el paro de los trabajadores porque al no poder salir a fenar todos los días laborables del año no alcanzan las cotizaciones mínimas y muchos están gastando su propio paro".

Por su parte, la Cofradía de Torrevieja es una de las más pequeñas de la provincia en flota, ya que opera con un solo barco de arrastre, dos de cerco y cuatro de artes menores, pero su puerto conserva una importancia estratégica para la pesca con barcos que llegan a faenar en la zona desde Almería o Murcia. Pedro Carmona, Patrón Mayor de la Cofradía de Torrevieja, ha lamentado las restricciones impuestas que "nos están agobiando a todos, hemos tenido días buenos en la última semana, pero hay un problema y es que la administración no quiere que la pesca de arrastre continúe siendo una realidad. Nosotros estamos mal, pero los agricultores y los ganaderos también, están acabando con el sector primario en España, y la pesca aguantará lo que pueda".

Mayores costes

En medio de este panorama, los pescadores se encuentran con una circunstancia añadida que incrementa las dificultades: el coste del carburante. El precio del gasoil se ha convertido en un factor determinante que aleja a muchas flotas pesqueras de las aguas más profundas donde se encuentran capturas interesantes, como la gamba blanca. Con depósitos de barcos con una capacidad media de 3.500 litros de gasoil, llenar un barco pesquero de arrastre supone un gasto de 2.625 euros, un aumento de precio que ha llevado a muchas flotas a replantear su participación en la pesca de arrastre.

"Ya no suelen ir a fondo muchas embarcaciones, algunas ya se han conformado y ya ni quiera se acercan a pescar gambas", explica Juan Mulet, secretario de la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de Alicante.

Otra de las opciones para reducir el consumo de combustible es ir más despacio pero llegar más tarde a los caladeros, algo que reduce el tiempo de pesca y, por tanto, los beneficios. "El gasoil se ha triplicado desde que compramos el barco hace tres años y medio y ya no podemos permitirnos ir más rápido, es un círculo vicioso," explica José Pedro Baidal, pescador de arrastre en Santa Pola.

"Un barco de pesca de arrastre consumo mucho y lo que se está pagando por el gasoil, que está en torno a los 0,75 céntimos el litro, ya supone casi la mitad de lo que sacan los barcos de facturación en el mes", indica Miguel Solbes, Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores de La Vila

Sin futuro

La falta de relevo generacional y las dificultades para atraer nuevos trabajadores cualificados agravan la crisis de un sector que parece "tocado y hundido" en casi todos los aspectos. "Relevo generacional como tal no hay", asegura Miguel Solbes. "Este año muchos trabajadores se van a quedar sin subsistir, y es el mayor problema. Cuando hablas de pesca de arrastre, todo es problema, nadie quiere venir a trabajar a un sector tan deteriorado".

Una situación que no solo afecta a los más jóvenes, sino que también impide que los más mayores puedan jubilarse. "Hay armadores que están para jubilarse o que ya se jubilaron en su momento y que han tenido que volver a trabajar porque no tenemos mano de obra y la administración no nos pone facilidades. Están ahogando a los armadores para que este arte desaparezca y al final, lo peor, es que lo conseguirán", destaca Pedro Carmona.

Sin embargo, en algunos puertos, aún quedan jóvenes que se dan "a la mar". Diego García es segundo patrón y mecánico en Santa Pola, y a sus 24 años reconoce los desafíos del sector aunque para él aún pesa más "la gratificación de trabajar en la pesca". "Hoy en día te diría que los jóvenes no quieren venir a trabajar a esto porque es un sector muy duro, pero también porque no hay ganas. Mi sueño siempre ha sido tener mi propio barco, pero viendo cómo está todo, la crisis que tienen y las restricciones de los días de pesca casi han conseguido quitarme la ilusión".

Otras "artes"

Mientras el sector del arrastre lucha contra las restricciones impuestas por la Unión Europea, las flotas que emplean otras "artes" en la pesca también enfrentan una dura realidad en las costas de la provincia.

Estas comunidades pesqueras, atrapadas entre la escasez de capturas, problemas ambientales y la falta de apoyo gubernamental, expresan un sentir generalizado de abandono y desesperación. Es el caso de la Cofradía de Pescadores de Guardamar del Segura, donde su secretaría, Manoli Burgos, reconoce que están "con el agua al cuello". "Los barcos están saliendo a pescar y están cogiendo dos o tres kilos de pescado al día. La flota está con la moral por los suelos porque no hay ayuda de ninguna índole, ni por parte de la administración ni seguridad social y estamos bastante mal porque los pescadores salen a faenar sin esperanza".

En Benidorm, donde la pesca artesanal aún se resiste, algunos pescadores como José Miguel Martínez, Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores de la localidad, asegura que las administraciones se lo están poniendo últimamente "muy difícil". "En Benidorm somos más de pesca artesanal, con red, y están siendo años malísimos entre los cambios de tiempo, las altas temperaturas del agua, y otras especies invasoras como los delfines o el atún que nos están rompiendo los artes para alimentarse de los peces que se quedan ahí atrapados. Es como si te roban en tu negocio todos los días".

"Estamos de pena, no hay ni un pescado". Es la situación que describe David Martín, vicepresidente de la Cofradía de El Campello. "La temperatura que estamos teniendo en invierno hace que el pescado no se mueva, ya no hay temporales, no hay levante y no hay tampoco movimientos de pescado en sus fechas, pero de ningún tipo".