Jets privados: lujosos y contaminantes

Aumenta la contestación ante el uso creciente de este sistema de transporte elitista por el fuerte impacto que tiene sobre el calentamiento global

Activistas climáticos en  una protesta en Amsterdam   en noviembre.  reuters

Activistas climáticos en una protesta en Amsterdam en noviembre. reuters / Reuters

Joan Lluís Ferrer

Los jets privados, empleados no solo por mandatarios mundiales, sino también por una pléyade cada vez más numerosa de millonarios, deportistas de élite, cantantes, artistas y famosos de todo tipo, se han situado en el centro de la polémica. Si en la mayoría de los casos ya suponen por sí solos un signo de ostentación y un capricho totalmente innecesario, su vertiente más perjudicial es el impacto que tienen sobre el calentamiento global. En un momento en que la aviación comercial realiza esfuerzos por reducir sus emisiones, los expertos y movimientos conservacionistas instan a este sector a hacer lo propio, teniendo en cuenta además su fuerte crecimiento en los últimos años.

Un informe hecho público recientemente por la entidad internacional Transport &Environment, especializada en el impacto del transporte, recuerda que los jets privados «consumen 10 veces más energía por pasajero que los vuelos comerciales, y 50 veces más que los que viajan en tren».

La conclusiones son claras: la influencia de la aviación sobre el clima es cada vez mayor (las perspectivas de aumento de tráfico son notables para los próximos años). Sin embargo, dicho impacto es causado por un grupo muy reducido de personas: solo el 1% de la población mundial causa el 50% de las emisiones de la aviación.

Transport&Environment se centra en los pequeños reactores que transportan a súper ricos de un lado a otro, a menudo con la única finalidad de acudir a un lugar de veraneo. Uno de esos jets puede emitir dos toneladas de CO2 en una hora. Eso supone que las emisiones de un vuelo privado de cuatro horas equivalen al total de emisiones de una persona en todas sus actividades durante un año.

El informe realiza un pormenorizado análisis de las rutas más frecuentemente utilizadas por los vuelos privados. Reino Unido y Francia son los dos países europeos donde estas aeronaves causan las mayores emisiones (el 36% de todas las generadas en Europa por los jets). España también ocupa un puesto destacado, con el quinto lugar de los países de la UE en emisiones provocadas por estos aviones, copando el 9,2% de las mismas. De hecho, dos ciudades ocupan un puesto relevante en el ámbito europeo: Palma e Ibiza están entre los 10 lugares donde más jets privados aterrizaron de toda la Unión Europea, con 17.864 y 15.535 vuelos llegados de enero hasta octubre de 2022, según datos oficiales. Ambas islas están solo por debajo de los aeropuertos de París, Niza, Ginebra, Farnborough, Londres (Luton y Biggin Hill), Zúrich y Milán. Casi todos estos vuelos son de carácter puramente vacacional. Respecto a 2021, el volumen de vuelos privados ha aumentado un 4% en Palma y un 10% en Ibiza, según el último informe de la Asociación Europea de Aviación Empresarial (EBAA, en inglés).

El mismo informe de Transport&Environment, el más completo realizado hasta ahora sobre el tema, desvela que a pesar de su fuerte impacto sobre el calentamiento global, los aviones privados no están sujetos a impuestos en la mayoría de países de la UE, debido a las exenciones en los precios del carbono y a que el queroseno continúa sin estar gravado actualmente.

Esta situación podría cambiar en breve, porque entre las medidas que contempla la Comisión Europea en su paquete Fit for 55 destaca la creación de un impuesto sobre el queroseno de aviación en los vuelos entre países comunitarios.

El informe de Transport&Environment hace algunas propuestas concretas en relación a los vuelos privados. En primer lugar, aboga por «prohibir en 2030 cualquier vuelo privado que utilice combustibles fósiles, permitiendo únicamente el uso de naves de hidrógeno o eléctricas para vuelos en jets privados de menos de 1.000 kilómetros dentro de Europa». Aunque parezca una exigencia muy difícil de cumplir, lo cierto es que es precisamente en el ámbito de los aviones de pequeño tamaño allí donde los motores eléctricos y de hidrógeno están consiguiendo ya los mayores avances, si bien es cierto que con autonomías todavía limitadas.

También proponen «impuestos sobre el combustible y tasas de vuelo a los aviones privados que usan combustibles fósiles», así como «prohibir aquellos vuelos para los que existan alternativas que no incrementen la duración del viaje en más de dos horas y media».

A mediados de noviembre pasado, centenares de activistas de Extinction Rebellion y Scientist Rebellion (esta última integrada por científicos) realizaron una oleada coordinada de movilizaciones en aeropuertos de todo el mundo (sentadas, encadenamientos, concentraciones o performances) para llamar la atención sobre el daño que causan estos aviones. «Las sociedades deben entrar en modo de emergencia para evitar una catástrofe climática. Esto incluye reducir las emisiones caprichosas de las elites económicas, que tienen una huella de carbono mucho más grande que la del resto», afirmó el investigador italiano Gianluca Grimalda, antes de ser detenido en Milán. «Es inaceptable que los súper ricos continúen dando vueltas por el mundo en sus aviones mientras millones de personas sufren los impactos desastrosos del cambio climático», añadió.

Famosos acorralados por ser «contaminadores compulsivos»

Desde la cantante estadounidense Taylor Swift hasta el empresario francés Bernard Arnault, la presión aumenta sobre famosos y grandes financieros para que limiten sus desplazamientos en jets privados, sobre todo en desplazamientos cortos y cuando hay otras alternativas de transporte. Algunos han sido tachados de «contaminadores compulsivos».

Después de publicar en Instagram una foto de su avión el pasado verano, la estrella de la telerrealidad Kylie Jenner fue calificada de «criminal del clima» por los internautas. No fue el único caso. «Contaminador y criminal», tuiteó otro sobre el director Steven Spielberg, acusado de tomar un vuelo de apenas 28 minutos.

Innumerables memes, fotos y vídeos humorísticos, circulan desde hace meses burlándose de Taylor Swift después de que se publicara un análisis de la agencia de marketing Yard, que la clasificó como «la famosa más contaminante del año», con 170 vuelos en menos de un año.

Yard se basó en los datos de la cuenta Twitter Celebrity Jets, que rastrea los vuelos de las celebridades a través de datos públicos en línea.

Jack Sweeney, un estudiante de 19 años, fue quien creó esta cuenta. Comenzó en junio de 2020 siguiendo el jet privado de Elon Musk y dos años después ya tenía 30 cuentas que rastrean a estrellas del deporte, al jefe de Meta, Mark Zuckerberg, e incluso a oligarcas rusos.

Ello inspiró a otros internautas como Sebastián, un ingeniero aeronáutico de 35 años que creó en abril la cuenta I Fly Bernard, sobre los trayectos de los aviones de multimillonarios franceses para presionarlos respecto a su huella de carbono. «Lo que trato de denunciar es la utilización de aviones privados como taxis», explica a la AFP, señalando los numerosos vuelos nacionales o europeos efectuados.

«En Europa, las tres cuartas partes de estos vuelos podrían realizarse en tren», denuncia William Todts, director ejecutivo de Transport & Environment, que agrupa a oenegés europeas del sector.

Algunas de las estrellas criticadas reaccionaron ante la presión en las redes sociales. Por ejemplo, un portavoz de Taylor Swift afirmó que ella «presta regularmente su jet a otras personas». «Atribuirle la mayoría o todos estos vuelos es totalmente incorrecto», detalla.

Empresarios franceses indicaron que las emisiones de CO2 de sus aviones son compensadas por proyectos de reforestación, una solución criticada porque no reduce las emisiones de manera sustancial ni evita tampoco el problema.