Tribuna

"En paz descanses, estimado compañero", artículo de una sanitaria tras el fallecimiento de Pedro Asensio Gris

Mesa de un médico.

Mesa de un médico. / Pixabay

Beatriz Córdoba Gabarrón

Con la expresión «estimado compañero» nos tratamos los médicos cuando nos interconsultamos información relativa a pacientes; y así mismo me quiero despedir del doctor Pedro Asensio Gris, recientemente fallecido y médico de cabecera de cientos de ilicitanos, de sus padres y de los padres de sus padres.

Si algo caracteriza al auténtico médico de cabecera es la capacidad acoger en su corazón a muchas personas y todas aquellas circunstancias que rodean a cada una de las personas. Así era Pedro, entrañable, acogedor, risueño. Una persona familiar y cercana, que se asentaba en Elche a finales de la década de los 70 después de haber finalizado sus estudios en València.

Como buen lorquino, era amigable y uno de sus primeros amigos en Elche fue mi padre (Pepe Córdoba), que también se instalaba en Elche por aquel entonces con la ilusión de iniciar su profesión venido de Granada. Por aquellos años, sucedía el florecimiento económico de nuestra ciudad, lo que favorecía la creación de nuevos puestos de trabajo a nivel sanitario. Este aumento de la oferta laboral propició la llegada de muchos médicos procedentes de Murcia y Andalucía que se instalaron en Elche y echaron raíces tan profundas como las mismas palmeras. A todos ellos les debemos mucho; han cuidado de la salud de miles de ilicitanos, han empezado los primeros centros de salud y nos han dejado el legado de su sabiduría y su pericia médica, junto con el de su carisma y su humanidad. Las nuevas generaciones de médicos tenemos la necesidad de referentes así. Ellos establecían lazos tan amistosos entre los colegas de profesión que eran una gran familia, además tenían la habilidad de ir acogiendo a todos los que se iban sumando a este carro.

Pronto, Pedro se enamoró de Lola, enfermera; y tuvieron a Pedro y a Carlos, de manera que a la causa profesional se sumaba otra más importante, la familiar. Ahora disfrutaba de sus cuatro nietos a los cuales adoraba. A lo largo de su trayectoria, Pedro Asensio ha trabajado en el ambulatorio de San Fermín, cuando aún no existía la figura de los centros de salud tal como se han desarrollado a día de hoy, así como en la Casa de Socorro. Además, ejerció unos años como forense, y finalmente se jubiló en el centro de salud El Pla, sin dejar su actividad en el centro de reconocimiento Doctor Caro. A toda esta labor se suma el sinfín de favores que fuera de la obligación profesional acogen las personas generosas, sin esperar nada a cambio.

Paradojas de la vida y de la profesión, los médicos también somos pacientes; y los infortunios de todo ser humano nos acechan. Así se iba nuestro estimado compañero en los brazos de su mujer, repentinamente, en la madrugada de un jueves de marzo. Y aunque todos nos morimos el día que toca, ni antes ni después, es una paradoja que una persona que ha dado su vida por el cuidado de la salud de tantos ilicitanos espere más de media hora en su domicilio para ser asistido por la unidad de emergencias que corresponde. Desconozco los motivos de esta tardanza, y no es momento de arremeter contra nadie, pero, una vez más, el uso inadecuado de los recursos o la precariedad de los mismos han endurecido esta cruda despedida. Lo bueno es que esto no acaba aquí y en la vida eterna no hay enfermedades, ni recursos, ni gestión de los mismos, ni política; y allí nos encontraremos de nuevo.

En paz descanses, estimado compañero doctor Pedro Asensio.