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ANÁLISIS

¿Quién se ocupa del balón?

►El escaso control de la pelota que ha demostrado el Hércules en la segunda vuelta le ha impedido pelear por el liderato ►La falta de fundamentos para dar continuidad a la circulación y la infrautilización del centro del campo disparan las dudas

Sergio Mora abandona contrariado el campo después de un partido en el José Rico Pérez. HECTOR FUENTES

Un buen día. Solo uno. Tenerlo parece fácil, pero no es así. Apenas se disfrutan. Lo normal es enterrarlos en silencio. A solas. A oscuras. Los días buenos duran poco. Unas horas. Luego se quiebran como el cristal, los quema la fina llama de los desastres cotidianos. No falla. Se pierden en las mañanas aceleradas de más, en las tardes áridas arrastrando los pies por los pasillos del supermercado. Un buen día es raro, ajeno al ruido que opaca el sonido de la vida, a la música machacona de los malos pensamientos, al grito desesperado de los deseos que se resquebrajan, de los secretos que se le cuentan al primero que pasa.

Un buen día se tiene cuando ganas, pero su efecto es efímero. Dura justo lo que tardan en sumarse los tres puntos a la clasificación. Después, estás obligado a mirar más allá, a valorar la situación ajustándote lo máximo a tu realidad, la que es, no la que se cuenta en la sala de prensa. Admitir un problema es el primer paso para encontrar la solución.

SER EL HÉRCULES

Todos los clubes quieren ganarte y todos te obligan a que les ganes

Entenderlo es relativamente sencillo. Ponerlo en práctica, no. En el reparto de roles, al Hércules, quiera o no quiera, siempre le toca el peor, el de ser visto como un club grande en una competición atestada de clubes modestos. Ser el rival a batir en el fútbol actual de riesgo cero te empuja hacia el desastre porque contra ti casi nadie se expone y alguien tiene que atacar dado que los dos bloques no pueden atrincherarse atrás, sería raro, insoportable, desubicado, injustificable.

Sergio Mora halló una forma de equilibrar la necesidad de hacer goles con la obligación de que no se los hicieran. La cimentó en César Moreno, al que no dio galones hasta la jornada 6. Desenganchar de la banda a Pedro Sánchez y acercarle al desarrollo del juego le llevó bastante más tiempo, demasiado, y casi le cuesta el puesto. Al tiempo, adelantó a Raúl Ruiz (un acierto) y colocó por delante del canterano franjiverde a Federico Bikoro (otro aspecto táctico reseñable). Con el segundo capitán y el ecuatoguineano como interiores, el Hércules dio con una estructura sólida en defensa y fructífera en ataque. En la cuarta categoría sobra con un pivote defensivo y la superioridad en la zona de creación allana el camino hacia la portería.

Al dominio posicional, el preparador madrileño sumó el laboratorio de acciones a pelota parada de Sergio Pelegrín, que se benefició de que lo que él dibujaba en la pizarra lo pudieran ejecutar el aspense y Álex Martínez. Fue el mejor momento blanquiazul de la temporada. Seis victorias seguidas, campeón invernal y crédito ganado. Hasta la grada, aburrida de ver arder proyectos, recobró la fe.

El domingo, en Toledo, será la primera vez que los blanquiazules no tengan un pivote puro en defensa este curso

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Bikoro se marchó a Guinea en Navidad y se activó la involución. Se perdió el equilibrio y, aún peor, se perdió contra el Intercity delante de más de 10.000 personas. Mal augurio. Sin el internacional africano todo es más difícil. Echarse atrás fue la solución para no extrañar a Federico. Mal. Apenas funcionó. Los fallos groseros en defensa y la lesión de Pedro Sánchez terminaron de desintegrar la idea de juego más fructífera. Con los dos fuera a la vez, se rozó el paroxismo de la renuncia al ataque en la Nueva Condomina.

Si todos quieren ganarte y tú no quieres ganar, el resultado nunca es aprovechable y menos aún, justificable. Solo hay un equipo en el grupo con un numero similar de individualidades destacables. No cargar con el peso de una historia y vivir fuera del foco mediático y social le ha valido para ganar muchos partidos transitando el mismo camino que deseaba recorrer Mora. Siviero sí ha podido. La única crítica que ha recibido a su falta de ambición en un buen tramo de la temporada le llegaba desde dentro y los futbolistas no la notaban, nadie fuera del club les pedía explicaciones, y así se vive más tranquilo... y quema menos la pelota. Benja lo sabe bien.

SUBIR SÍ O SÍ... O NO

La falta de realismo en el análisis interno dificulta la tarea

Todos los clubes que desarrollan su día a día bajo una fiscalización externa continua lo pasan mal. Sin excepción. Siempre llega el momento de perder más tiempo poniendo excusas que buscando soluciones. El entorno se llena de enemigos foráneos y tanto técnicos como futbolistas se descargan de responsabilidad retorciendo la realidad o, directamente, reinventándola. Rara vez acaba en éxito.

El problema del Hércules es que necesita ganar para llegar a la Primera RFEF y si renuncia a la pelota será muy difícil hacerlo. Tiene la obligación de saber qué hacer con ella. Juntarse alrededor del balón. Siempre que lo ha hecho, le ha ido mejor.

No se trata de sublimar la posesión. Nada más lejos. Simplemente tiene que concebirse un hábitat en el que circule con una mínima continuidad cuando se tenga en lo pies. Eso no pasa. Hasta que lesionaron a Pedro Sánchez, todas las acciones ofensivas pasaban por su bota. Él era quien se encargaba de distribuir, de filtrar, de asistir, de sacar las faltas. 

Sin César Moreno ni Mario Ortiz, el técnico deberá retrasar a Bikoro, su baza ofensiva más fiable ahora mismo

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Le derribaron a mala idea y el fútbol blanquiazul entró en un túnel del que sigue sin salir porque con Bikoro solo no se puede desarmar una defensa siempre. Necesita ayuda y, sobre todo, que se le haga llegar el balón con una mínima regularidad, no cada media hora.

Resolver eso pasa por crear pasillos interiores, por compactar el ataque, por tener un plan de salida desde atrás que no desordene el dibujo, por obligar a los extremos a conectar con los compañeros y a entender cuándo les toca jugar abiertos. Saber moverse por detrás de los mediocentros rivales sin balón también es clave. 

Es tarde para trabajar la mayoría de aspectos, pero si no se intenta, el «play-off» puede ser un muro irrompible. Si todos los adversarios, sin distinción, destacan de tu equipo algo que luego no se ve sobre el césped, es evidente que falla algo intrínseco, que todo no puede ser culpa del empedrado.

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