¿Naturaleza o “ideologia clorofila”?

“Las ciudades son un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él solo porciones selectas, pulidas y acotadas”. Ortega y Gasset

Las personas tienen cada vez menos contacto con la naturaleza

Las personas tienen cada vez menos contacto con la naturaleza / gladys barragan-jason

José Ramón Navarro Vera

José Ramón Navarro Vera

La civilización en el mundo occidental se funda en la separación entre sociedad y naturaleza, un proceso que se inicia en el Siglo XVII y que se convirtió en uno de los argumentos centrales de la Ilustración, que si, por un lado, impulsó la ciencia y la técnica, por otro, contribuyó al dominio, explotación y conversión de la naturaleza en una mercancía sometida a las leyes del mercado.

En la actualidad, están cambiando las relaciones de la sociedad con la naturaleza desde que se ha ido implantando el consenso político y social sobre el cambio climático. Pero la pregunta que me hago, y que constituye el tema de este artículo, es si la toma de conciencia de los efectos de haber usado a la naturaleza como vertedero de emisiones de la civilización industrial puede influir, o está influyendo, en la implantación social y política de un nuevo concepto de naturaleza fundado en unas relaciones más justas, racionales y responsables entre sociedad y naturaleza que eviten imprevisibles calamidades en el futuro como la que nos afecta en este momento.

En la era moderna, la noción de “progreso” estuvo ligada a la de la naturaleza concebida como un medio imperfecto y una fuerza hostil, ante el que “el hombre no tiene el deber de seguirla, sino de enmendarla” como sostenía Stuart Mill a mediados del siglo XIX, uno de los padres del liberalismo. Esta posición comenzó a ser puesta en cuestión durante la década del los 60/70 del siglo pasado. Las crisis del petróleo, el informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento, y de modo especial la emergencia del pensamiento ecológico surgido en torno a posiciones pacifistas y antinucleares, sacó el debate ambiental del ámbito académico y lo llevó a la calle. El ecologismo ha tenido un papel esencial en dar visibilidad, difusión social, y en la defensa de un nuevo concepto de naturaleza fundada en la noción de “ecosistema” que considera a la naturaleza como una trama interconectada de vida humana y no humana, en donde una acción en una parte repercute en el todo.

En la mirada contemporánea sobre la naturaleza confluyen diferentes actitudes que suelen ir, desde la visión como un medio vulnerable, al miedo ante un futuro incierto, o la confianza en que la tecnología resolverá los problemas generados por el cambio climático. Todas ellas son fragmentarias y no aportan ningún contenido ni posición nueva que pueda suponer un acercamiento de la sociedad a un concepto de naturaleza más acorde con la realidad ecológica de la naturaleza. Por el contrario, llama la atención que en el lenguaje usual de las empresas de nuevas tecnologías, digitales y de inteligencia artificial, se haya introducido el término “ecosistema”, un concepto que tiene su fundamento y desarrollo en el mundo natural, para designar al conjunto y a las relaciones que se producen en ese mundo artificial: ¿no estaremos ante la pretensión de que este “ecosistema” artificial tecnológico suplante a la naturaleza?

Por su contribución a las emisiones de efecto invernadero, las ciudades están en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, pero las acciones que se están implantando con este fin se corresponden con una visión parcial y simplista de la naturaleza, alejada de la realidad de un medio natural degradado como efecto de los procesos de producción y consumo dominantes, unido a un discurso político, por lo general, vacío o repetitivo. La misma noción de “sostenibilidad” se queda en una representación simbólica de la naturaleza. Es muy revelador, que en la reciente “Ley de Cambio Climático y Transición Energética”, o en los diecisiete “Objetivos del Desarrollo Sostenible y Agenda Urbana 2030”, el término “naturaleza” esté ausente.

Se está introduciendo la idea de “Naturalizar la Ciudad” concebida como una forma de acercar e introducir la naturaleza en el medio urbano. Sin embargo, es frecuente que se trate de iniciativas que acaban en acciones superficiales u ornamentales, que más que corresponder a una estrategia real de “naturalización” son la manifestación de una “ideología clorofila”, expresión acuñada hace años por el sociólogo Mario Gaviria cuando la demanda de zonas verdes - “lo verde” urbano como nostalgia de la naturaleza perdida en las ciudades - estaba vinculado a los intereses de las inmobiliarias con su oferta de nuevos espacios residenciales en la periferia de unas ciudades con problemas de contaminación y ausencia de espacios libres .

La profusión de políticas, agendas y proyectos, que se van desgranando en torno a la lucha contra el cambio climático deberían de estar dotadas de un nuevo sentido: el de impulsar un acercamiento visible y sensible de la ciudad a una naturaleza considerada como una totalidad interconectada y no como una suma de fragmentos, una actitud asociada a la construcción de una nueva ciudadanía enraizada en los cuidados de la naturaleza y en los de los ciudadanos más vulnerables.