Árboles secos

Juan Giner Pastor

Juan Giner Pastor

¡Qué triste es ver árboles secos, muertos! Por supuesto hay panoramas mucho más trágicos en nuestro desquiciado mundo en el que tenemos demasiados motivos para el lamento y el llanto. Pero la visión de tantos lugares con árboles secos por la desidia o las plagas, y quemados por la ignominia o el accidente no deja de ser penosa y lamentable. Siendo además un peligro para la conservación del medio ambiente y la estabilidad climática. 

Los árboles han sido utilizados desde los comienzos de la vida humana aprovechando de diferentes formas la madera de sus troncos, sus resinas, sus frutos e, incluso, sus hojas, disfrutando de su protección y de la benéfica propiedad de purificar el aire viciado, algo que en las ciudades es de inapreciable valor, además de la función ornamental que algunos desempeñan y que junto a su papel de repoblación y contribución al enriquecimiento de zonas despobladas, son facetas que contribuyen a considerar a los árboles como fuente de bienestar y riqueza para la humanidad. Siendo algunos, por su edad y monumentalidad, dignos de considerarse patrimonio de la naturaleza. Los árboles proporcionan servicios ambientales como la captación de agua, contribuyendo a prevenir y evitar la erosión del suelo para disminuir los escurrimientos e inundaciones; capturan y almacenan dióxido de carbono a fin de reducirlo en la atmósfera, desempeñando un papel importante a la hora de producir oxígeno , con lo que ayudan a mitigar el cambio climático; también proporcionan alimento. En definitiva, son fundamentales para la vida en el planeta, de ahí la importancia de proteger las superficies arboladas. Muchas especies que no son arbóreas necesitan de su sombra para crecer, sirviendo de hogar y refugio para las aves y otros animales, mientras que los árboles secos los privan del microclima adecuado para su desarrollo. Los árboles son un importante componente del paisaje natural  ya que ofrecen un ecosistema protegido de las inclemencias del tiempo en su follaje y por debajo de él, así como que moderan las temperaturas en el suelo. Además, son factores de relevancia en el paisajismo y la agricultura, tanto por su atractivo aspecto como por su producción de cosechas en huertos  de frutales. La madera de los árboles es un material de construcción, así como una fuente de energía primaria en muchos países en vías de desarrollo. Los árboles desempeñan asimismo un importante papel en muchas mitologías del mundo.      

Por eso, este vegetal ha estado muy vinculado a la vida humana en la Antigüedad pues en torno al árbol se han centrado algunas de las manifestaciones del espíritu religioso más remotas y constantes. En casi todas las creencias antiguas se ha reconocido un carácter sagrado a ciertos árboles, como el mítico «árbol de la vida», cuyos frutos asegurarían para siempre la vida a quien coma de ellos. Y en la Biblia, el capítulo tercero del Génesis narra que es junto al árbol del conocimiento del bien y del mal donde la diabólica serpiente tienta a Eva que, arrastrando a Adán en su desobediencia, introduce el pecado y la muerte en el mundo.

Además, los árboles han sido fuente de fascinación para escritores y poetas a lo largo de la historia, ya que la literatura ha encontrado en los árboles frecuente motivo de inspiración, sobre todo como ejemplo del devenir del tiempo y de la vida. Así, en la primavera la eclosión de los árboles de hoja caduca simboliza el constante renacer del tiempo; y en el verano su plenitud nos manifiesta el vigor y la maravilla de la exultante juventud; en el otoño las sinfonías de color de sus caedizos atavíos nos recuerdan la fugacidad de la existencia; pero en el invierno sus desnudas ramas no significan la muerte, porque la vida sigue latiendo en ellos. A diferencia de lo que ocurre con los árboles secos, que evidentemente son imagen del más triste final.  

¡Defendamos los árboles! Evitemos las talas con que los amenazan proyectos urbanísticos mal planificados. Protejamos a los árboles de dañinas podas arbitrarias. Procuremos siempre que haya en los jardines árboles de gran porte. Cuidemos vigilantes los árboles monumentales que pueda haber en nuestras ciudades. Restituyamos esmeradamente todos los árboles secos que queden sin reemplazar. Y reivindiquemos que haya más árboles en las calles y plazas, pues así también lograremos que nuestra vida en los núcleos urbanos sea mejor, más saludable.