360 grados

El escorpión y la rana

Benjamin Netanyahu

Benjamin Netanyahu / EUROPA PRESS

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Hay una famosa fábula atribuida a Esopo que habla del engaño del escorpión a una rana a la que pidió que le cargara a la espalda para atravesar un río con la promesa de que no le haría nada en medio de la corriente.

Pero sucedió lo que tenía que suceder: el escorpión incumplió lo acordado y clavó su aguijón en la rana, que le preguntó entonces por qué lo había hecho, a lo que aquél respondió que “formaba parte de su naturaleza”.

Un ex diplomático israelí aplica la fábula griega a la actual relación entre el Israel de Benjamín Netanyahu y los EEUU de Joe Biden, que pueden terminar arrastrados por el Estado sionista a una guerra con Irán.

Le cita, sin dar su nombre, en un reciente artículo el ex diplomático británico y actual director del Foro de Conflictos, de Beirut, Alastair Crooke.

Netanyahu está preparando, según aquél, una estrategia para derivar hacia otros la propia culpa y esquivar toda responsabilidad personal por no haber sabido evitar el ataque de Hamás del 7 de octubre .

Estrategia que consistiría al mismo tiempo en “atrapar” al Gobierno de Biden de forma que no tuviera más remedio que apoyar en todo al Estado sionista con el riego de escalada militar en toda la región de Oriente Medio.

La periodista y activista israelí por los derechos humanos

Orly Noy parece haber llegado a la conclusión de que, después del ataque por sorpresa de Hamás, el público israelí ha terminado asumiendo mayoritariamente la llamada “doctrina Smotrich”.

Según el ministro israelí de Finanzas y líder del Partido Sionista Religioso, de extrema derecha, Bezalel Smotrich, en lugar de mantener la ficción de un posible acuerdo político con los palestinos, el viejo conflicto debería resolverlo unilateralmente Israel de una vez por todas.

Bastaría colocar a los tres millones de palestinos que viven en Jerusalén oriental y la Cisjordania ocupada ante la alternativa de renunciar a sus aspiraciones nacionales y continuar viviendo en sus tierras aunque con un estatus inferior al de los judíos, o, de no aceptarlo, emigrar.

Y si quienes optasen por quedarse empuñasen un día las armas contra Israel serían considerados terroristas y el Ejército judío sabría actuar en consecuencia.

En su libro “Going to War”, el historiador Max Hastings recuerda que en los años setenta, el propio Netanyahu le confesó que en la siguiente guerra, las cosas se haría mejor y se presentaría la oportunidad de expulsar a todos los árabes de Cisjordania.

El ex diplomático Crooke recuerda también en su artículo otra doctrina que ha cobrado actualidad estos días con motivo de la destrucción de Gaza y es la que toma su nombre del barrio beirutí Dahiya, que era un bastión de Hezbolá y quedó totalmente arrasado por la fuerza aérea israelí en 2006.

Según el general Gadi Eisenkot, lo que ocurrió en ese barrio “sucederá en todas las aldeas que se utilicen para disparar contra Israel. Usaremos una fuerza desproporcionada”.

En opinión de Crooke, el equipo de Joe Biden no acaba de fiarse de Netanyahu, como le ocurría a la rana de la fábula con el escorpión, porque teme verse arrastrado a un conflicto militar directo con Irán, pero el israelí está maniobrando de tal forma que no quede a Washington más remedio que unirse a Israel si se prolonga la guerra de Gaza. 

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