El ojo crítico

Un humor de otra época

Valencia despide a Arévalo

Video: Agencia ATLAS | Foto: EP

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

Hace unos días fallecía en Valencia Paco Arévalo, conocido humorista y actor que tuvo su momento álgido de popularidad durante los años 80 y 90. Cualquier persona que tenga más de cincuenta años, como es mi caso, recuerda muy bien qué clase de humor hacía Árevalo y qué chistes contaba en los numerosos programas de televisión en los que participaba. Chistes que después reunía en cassettes que se vendían en gasolineras y tiendas de discos de toda España. Vaya por delante que yo nunca tuve una de esas cintas. O mejor dicho, mis padres nunca las compraron ni las pusieron en la radio del coche. Cuando viajábamos se escuchaba las noticias cada media hora o programas de entrevistas y de entretenimiento. Más o menos la misma radio que se hace ahora. A las noticias uno de mis abuelos las llamaba el parte.

El humor que se hacía aquellos años participaba de la tradición humorística que se implantó en España con la llegada de la dictadura franquista. Un humor que reflejaba la forma de ser de la dictadura que a su vez recuperó las esencias antiguas que enraizaron en España desde la Edad Media, con la también dictadura del pensamiento y moralidad de la Iglesia Católica. Me refiero a la burla del débil, del diferente, del que tuviera algún defecto físico y sobre todo del sometimiento de la mujer. El paréntesis que supuso la Segunda República entre 1931 y 1936, con el cambio en la educación que se introdujo, la liberación de la mujer y un concepto de la vida basado en la libertad personal, en la cultura y el arte, fue borrado de un plumazo por el franquismo, la Iglesia Católica y todos los funcionarios que colaboraron para ello. Y el humor pasó a formar parte de aquel engranaje.

Yo recuerdo que de joven cuando veía en televisión en los años 80 a aquellos humoristas que, al parecer, tenían mucha gracia habida cuenta su continua presencia en los medios de comunicación, sentía una mezcla de vergüenza ajena y de fracaso personal. A mi alrededor, en el instituto y más tarde en la universidad, todo el mundo celebraba a humoristas como Paco Arévalo. Se imitaba su estilo de contar sus chistes y se reían los motes que se inventaba respecto a colectivos víctimas de su estilo de hacer humor. Sin embargo a mí no me hacía ninguna gracia ni Arévalo, ni Martes y 13 ni ningún cuenta chistes de aquella época. Todo se basaba en burlarse de otra persona, en humillar delante de los demás al que tenía algún defecto físico o a los homosexuales, que por supuesto solo incluía a hombres gays ya que el concepto de mujeres lesbianas en un país tan machista no pasaba por la imaginación de nadie. Y digo fracaso personal porque sentía que yo no tenía nada que ver con aquella sociedad. Ahora conozco el motivo, pero en los años 80 y 90 no reírte ni celebrar aquellos chistes machistas y zafios que podían verse en las televisiones a diario era signo de sospecha. De ser un rarito como me llamaba una de las novias que tuve en la universidad.

Imagino que Arévalo no entendió porqué dejaron de llamarle para actuar en televisión o la causa de que sus cintas se dejasen de vender. A fin de cuentas él hacía lo de siempre. Y tenía razón. Arévalo y otros humoristas como él eran la consecuencia no la causa. La sociedad española, mujeres y hombres, se reían con grandes risotadas al escuchar sus chistes. Era una forma de no ser el objetivo de ellos. Si no te reías podías era porque tú también formabas parte de los colectivos objetivo de aquel humor. A lo mejor eras mariquita. O tenías algún problema que ocultabas. O simplemente eras un débil. Ya se sabe que para tener personalidad había que mofarse de personas con cualquier defecto, de los homosexuales, de los que no fumaban en los hospitales o de los que pensaban que matar a toros a espadazos es una crueldad extrema. Pero he de ser sincero. En mi juventud cuando alguien hacía un chiste sobre “mariquitas”, gangosos o discapacitados yo me quedaba callado. No llamaba a esa persona imbécil a la cara que es lo que tenía que haber hecho. ¿Cuántos compañeros y compañeras de universidad que eran homosexuales tenían que escuchar a diario bromas estúpidas sobre su intimidad?

Ahora es distinto. La sociedad española ha cambiado y nos avergonzamos de lo que fuimos en muchos aspectos. Los que con razón reniegan de aquel humor en la actualidad tienen que tener bien claro que si humoristas como Paco Arévalo o Martes y 13 contaban esos chistes en los especiales de fin de año de las televisiones con bastante éxito era porque sus padres, sus hermanos mayores o sus abuelos los celebraban y se reían dando grandes risotadas mientras se golpeaban las piernas. Poco a poco nuestra sociedad ha avanzado en derechos y libertades. Es fácil ser sumiso con el poderoso, lo difícil es ayudar al que no tiene con qué agradecerlo.