Prólogos

Una persona curiosea libros.

Una persona curiosea libros. / ZOWY VOETEN

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Si escribes un prólogo en ayunas tienes el estómago vacío de adjetivos y no loas lo suficiente al autor del libro. Mal. Si lo escribes muy lleno corres el riesgo de que te salga el texto algo irregular y lleno de flatos con tendencia a la somnolencia. Si el prólogo es muy corto, el escritor que te lo ha encomendado acabará albergando un rencor silencioso contra ti y no te invitará a la cerveza con gambas en gabardina posterior al acto de presentación. Si lo haces muy largo creerá que le estás robando protagonismo y a lo mejor como venganza te saca con cara de tonto en las fotos que luego pondrá en las redes sociales.

Escribir un prólogo es un deporte de riesgo, si bien se hace con placer cuando el amigo es bueno y el libro excelente, sin que deje de darse el caso del amigo excelente y el libro bueno. Si una película es muy mala pero no quieres ser hiriente siempre puedes decir que la fotografía es admirable. Pero si un libro es malo no puedes decir nada de la fotografía en el prólogo, seguramente no las hay, así que puedes elogiar la tipografía o al amigo y al autor y no al texto. La tipografía es a veces la indumentaria de la literatura. Hay prólogos más nutritivos que el libro en sí, pasa mucho con los libros de historia. Pero eso es otra historia. En el prólogo de libros escritos por alguien que está muerto hay que tener el buen gusto de no realizar una autopsia. Borges reunió todos sus prólogos en un libro o eso he leído por ahí. No en un prólogo. No sé si alguien le haría el prólogo. El prólogo se lo salta mucha gente, parece un charco. El prologuista ha de añadir prestigio al volumen, pero no ha de poner sus ocho apellidos en la firma si el autor al que prologa solo ha puesto cuatro. Ser epiloguista y colarte en un congreso de prologuistas. El prólogo en un libro de cocina se llama aperitivo.

La patria es el prólogo, que es la infancia. Ese prólogo se hace largo pero en realidad transcurre rápido como un pasar de páginas ágiles. Hay un cementerio de prólogos y prólogos promiscuos que lo mismo se arriman a un libro que a otro. Un prólogo es un exordio que en ocasiones rima mucho con incordio. Hubo un sindicato de prologuistas pero se disolvió en sus comienzos. Cuenta la leyenda que una vez alguien cobró un prólogo. Se empieza dejando el prólogo para el final y se acaba no dando los buenos días.

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