Análisis

Barcala, del envido al órdago

Los bajos datos de ejecución presupuestaria de los últimos años ponen en jaque el compromiso público del alcalde de Alicante de llevar a cabo un centenar largo de inversiones en este mandato con un coste cercano a los 225 millones

Vista aérea de la ciudad de Alicante

Vista aérea de la ciudad de Alicante / Rafa Arjones

C. Pascual

C. Pascual

Pudo cantar un envido obligado por las circunstancias y se lanzó con un órdago imprevisible. A lo grande. Y eso que las cartas no eran las mejores. El alcalde de Alicante, Luis Barcala, se ha comprometido en público, negro sobre blanco, a realizar más de un centenar de inversiones en la ciudad, con nombre y apellidos, durante este mandato en el Ayuntamiento, que en total rondaría los 225 millones de euros. En concreto, se deben ejecutar entre 2024 y 2027, un último año que estará marcado por las próximas elecciones municipales. 

Y lo hizo sin necesidad. Porque a estas alturas de la partida, Barcala solo tenía que incluir en el proyecto de presupuestos las iniciativas que prevé ejecutar durante el próximo 2024. Sin embargo, en un anexo a la Memoria de Alcaldía, se detallan más de un centenar de inversiones a realizar a lo largo del mandato, concretando incluso en qué año (o años, si son plurianuales) tiene previsto llevarlas a cabo. Más detalle, casi imposible. 

No es un compromiso cualquiera. Y menos en este caso, el de un gobierno municipal que no se ha caracterizado en los últimos años por superar con nota el examen anual de la ejecución presupuestaria. De hecho, suspende ejercicio tras ejercicio. Tanto que el ejecutivo de Barcala siempre intenta camuflar (si no ocultar) el dato oficial, que suele conocer con la liquidación del presupuesto, allá por mediados de año. El de las cuentas de 2023 (las prorrogadas de 2022) se sabrá en unos pocos meses, aunque ya se ha desvelado un primer avance que evidencia que la situación no ha cambiado para bien en este año. 

Según el último balance de mediados de noviembre, a pocas semanas de cerrar el año, el Ayuntamiento no había ejecutado ni un 20% de lo previsto, es decir, ni uno de cada cinco euros comprometidos en inversiones en 2023. Poco, muy poco. Esos datos no parecen, por tanto, cartas seguras para compromisos de envergadura. 

Agilidad

Con todo, Barcala se ha comprometido a ejecutar más de un centenar de proyectos en cuatro años, que puede parecer un periodo extenso, largo, pero que dentro de un ayuntamiento como el que nos ocupa, que no se caracteriza hasta el momento por su agilidad, que va a un ritmo de tortuga, pasará muy rápido. 

Entre esos proyectos hay de todo, y tal vez todo necesario, aunque son innumerables más las exigencias que los vecinos no dejan de reclamar para sus barrios. En el listado hay iniciativas que parecen de otro siglo por los años que se llevan prometiendo, como la finalización de la Comisaría de la Policía Local de Playa de San Juan o la reforma del Museo de Hogueras, que debería ser un lugar de visita obligada para los turistas y que no lo es (en parte, por su estado). Luego hay otros proyectos indiscutibles, como la reurbanización de la Montañeta, una plaza céntrica que ha sido un punto fijo en esta Navidad y que presenta un aspecto lamentable de conservación, repleta de parches. En un estado también alejado del deseable, sobre todo por el interés que genera entre los visitantes, está la calle de las setas (San Francisco), que pide una reparación integral a gritos. Y luego están las inversiones innegociables, que suelen estar vinculadas a cuestiones sociales, como la construcción de un edificio intergeneracional en Benalúa, que debería convertirse además en un centro sociocomunitario más que urgente en un barrio muy envejecido y sin dependencias municipales en sus calles. 

Pero también parecen de otro siglo iniciativas como la mejora de la plaza de San Blas o la construcción del parque del PAU 2, junto a la remodelación de Lo Morant o la finalización de las viviendas de El Portón. Todas ellas, que deberían estar ejecutados haces meses (como poco), también figuran en los compromisos de Barcala. Y entre esas iniciativas prometidas no son menos indiscutibles la reforma del Teatro Principal, un punto de referencia de la cultura alicantina, o la restauración del mosaico de la Explanada, que para eso es el paseo más emblemático de la ciudad. Y así se podría continuar con un largo etcétera. Será por necesidades... 

Entre esas deudas, de hace ya demasiados años, está la reorganización del tráfico en las paralelas Aguilera-Catedrático Soler, que deberían funcionar como vías de entrada y salida exclusivas, tal y como recoge el Plan de Movilidad Urbana Sostenible de Alicante (PMUS), aprobado hace una década y todavía pendiente de ejecutar. 

Y es que en Alicante, donde todo se ejecuta con calma (en el mejor de los casos), si hay algo que cuesta impulsar son los cambios en la movilidad urbana. Parece una cuestión maldita. Para peatonalizar una calle (como Constitución) se tardaron años (y se ha demostrado que esos espacios -con sombras, mejor- son más que necesarios). Sin embargo, nada se sabe de seguir con la retirada del tráfico en el resto del Centro Tradicional, que ha sido la excusa para no actuar en la plaza de Gabriel Miró, que está abandonada a su suerte, dejándose morir desde el Ayuntamiento, cuando sería la joya de la corona de cualquier gobierno preocupado por su ciudad.

Y no parece, viendo la relación de inversiones prometidas por el alcalde, que se vayan a dar pasos decididos en seguir retirando el tráfico de las calles. No será por falta de ejemplos en ciudades de referencia. Y menos parece que se vaya a avanzar en esa senda cuando el PP de Barcala necesita los votos de Vox, que ya ha dicho que no quiere ni oír hablar de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE), una herramienta para mejorar la calidad del aire (y que permite reducir la contaminación acústica y por tanto mejorar la convivencia) que es una realidad en grandes capitales del mundo. En Alicante, como en otros municipios españoles, parece que da miedo avanzar hacia el futuro con decisión. Y no haría falta de inicio ir con un órdago, bastaría con un envido. Pero que se vea ánimo de transitar por el siglo XXI. Que ya toca. 

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