Nora Ephron vivir es reír

Libros del Asteroide publica No me gusta mi cuello, una divertidísima colección de textos de la escritora estadounidense en los que mezcla recuerdos personales, consejos muy prácticos para   la vida y agudas observaciones 

sobre casi todo

Nora Ephron

Nora Ephron / porJoséLuisG.Gómez

José Luis G. Gómez

«Bueno, es solo que mi punto de vista resulta ser levemente cínico o humorístico, y así es como veo las cosas y así es como se manifiestan cuando las escribo. Sin embargo, no es algo de lo que sea consciente. Una pieza sobre un tema serio se puede escribir de forma un poco ligera para que la pieza no parezca tan pesada. Principalmente, tienes que confiar en ti mismo para escribir lo que sientes acerca de algo», comentaba una joven Nora Ephron en 1974, cuando era una de las periodistas de moda en Estados Unidos, al ser preguntada sobre la importancia del humor en su trabajo. Y esa misma actitud permanece en No me gusta mi cuello (Libros del Asteroide), una colección de ensayos breves sobre la crueldad de envejecer y otros temas que publicó con bastante éxito en 2006.

Si el humor es una parte importantísima en la fórmula Nora Ephron, la cercanía es otro elemento clave de por qué tantos lectores sienten una rara complicidad con la escritora estadounidense. Cuando en 2019 The Guardian seleccionó No me gusta mi cuello como uno de los cien mejores libros de los primeros años del siglo XXI, en concreto en el último lugar de la lista, esto dijeron de ella: «Confiada y autocrítica, siempre consigue sonar como tu mejor amiga, incluso cuando escribe sobre su apartamento en el Upper West Side de Nueva York». La verdad es que cada uno de estos textos parece escrito por la mujer más encantadora con la que nunca podrás tomarte una buena cena. Y no importa que no vayamos a encontrarnos, porque basta con leerla para haber estado más cerca de ella que de mucha gente que conocemos.

Nora Epron.

Nora Ephron No me gusta mi cuello Libros del Asteroide. Traducción: Catalina Martínez Muñoz. 18,95 euros / porJoséLuisG.Gómez

Es una suerte este renacer de Nora Ephron en el mercado editorial español. A la publicación de No me gusta mi cuello hay que sumar hace apenas unos meses la de No me acuerdo de nada, su último libro, y las reediciones de Ensalada loca y Se acabó el pastel, dos clásicos que siempre han estado en nuestras librerías gracias a Anagrama. No estamos sobrados de escritoras con esa visión de rayos X para todo lo humano, desde lo mundano a lo trascendental, y que además sepan contarlo de manera que creas estar participando en la conversación más entretenida y deliciosa que recuerdas. Porque Ephron fue novelista, guionista y dramaturga, pero jamás dejó de ser una periodista con un afilado sentido de la observación que de niña soñaba ser como Dorothy Parker –y bien que logró su sueño-.

¿Por qué este libro es tan especial? Pues por muchos motivos, tantos como risas y gestos de complicidad arranca en el lector. Con una sinceridad brutal y contagiosa, hasta que casi apetece compartirle nuestras pequeñas miserias, Ephron confiesa sus divorcios, su apasionada y casi fanática afición a los gurús de la cocina, sus problemas con los bolsos –y de paso la caza de un carísimo Kelly de Hermés por un París pijo y encantador-, la rara relación que tiene con Bill Clinton, su disfrute del síndrome de nido vacío y su enamoramiento por un piso que pocos de sus lectores podrán pagar, entre otros muchos asuntos; aunque el gran tema de No me gusta mi cuello termina siendo lo tedioso que resulta envejecer y lo tardía e inútil que se revela la sabiduría que nos dan los años.

«Después de leer los artículos sobre Mimi Fahnestock me ha quedado terriblemente claro que soy probablemente la única joven que trabajó en la Casa Blanca a la que el presidente Kennedy no le tiró los tejos. A lo mejor fue por la permanente, que sinceramente había sido un error lamentable. A lo mejor fue por mi forma de vestir, casi siempre con vestidos acrílicos de muchos colores que parecían hechos de queso fundido. A lo mejor fue porque soy judía. No se rían: piénsenlo... piensen en la larga, larga lista de mujeres con las que JFK se acostó. ¿Había alguna judía? Creo que no. Por otro lado, puede que no pasara nada entre nosotros por la sencilla razón de que JFK vio que la discreción no era lo mío», explica Ephron sobre sus años de becaria en el mitificado Camelot que JFK montó en su breve estancia en la Casa Blanca. Es una de sus clásicas confesiones en las que siempre se retrata de formar cruelmente cariñosa. Si hubo un «toque Lubitsch», también hay un «toque Ephron» y el párrafo anterior es una buena prueba de ello.

Quizá fue exagerado, a la par que generoso, el que The Guardian incluyera en 2019 este libro entre el mejor centenar de obras de lo que iba de siglo XXI, o no. La ligereza de la escritura de Nora Ephron no es algo a despreciar, ni tampoco a dar por hecho. Escribir con esta agudeza no es un don tan común, ojalá fuese así porque el mundo sería un lugar más divertido.