Entrevista | Jaume Benaloy Misionero de Benidorm en Perú

"Es importante gestionar la impotencia, porque uno quisiera solucionar muchas cosas que no puede"

El benidormense lleva más de 15 años trabajando en Chimbote, en Perú, donde da clase en la universidad, atiende una parroquia y dedica su vida a atender a los que más ayuda necesitan

El misionero Jaume Benaloy en Benidorm.

El misionero Jaume Benaloy en Benidorm. / A. Vicente

Jaume Benaloy (Benidorm, 1974) tenía 17 años cuando sintió la llamada para ser sacerdote. En aquel momento era un joven muy comprometido en el deporte, subcampeón de España de Taekwondo y con pasión por la vela. Estaba preparado para estudiar Derecho y Dirección de Empresas en Barcelona y era catequista. Cuando estaba en último curso, todo cambió y se preguntó que por qué no ser sacerdote. "Me desbarató", apunta. Lo habló con amigos y su familia, quien le dio su apoyo a pesar de que nunca estuvo en sus planes. Este año cumple 50 años y 25 desde que se ordenó sacerdote y lo hace pasando unos meses en Benidorm tras más de 15 años en Chimbote, Perú, donde regresará a su papel de misionero.

¿Pensó que acabaría siendo misionero y viviendo en Perú?

De niño quería ser médico en las misiones, en África. En el colegio tuve una profesora religiosa que se fue a las misiones. Pero me di cuenta de que la sangre no era lo mío, pero la inquietud misionera se me quedó. Cuando venían al seminario a hablar misioneros, me removía. Cuando ya era sacerdote, estudié Trabajo Social en la UA, algo afín a mi profesión. Y comencé a interesarme por el diálogo interreligioso, sobre todo el Islam. Era una época complicada, los años 2000. El conflicto entre Occidente y el mundo islámico era muy fuerte. No entendía como en nombre de Dios se justificara la violencia. Y me enviaron a Roma a estudiar y allí seguí especializándome en ese tema, para cuando volviera, poder ir a Marruecos. Siempre que podía iba. Y en ese momento surgió ir a Perú, me lo ofreció el Obispado.

Cambiaron sus planes…

Así es, pospuse lo de Marruecos. Era para tres años y voy para 16 en Chimbote. No pensaba ser misionero... pero tampoco pensaba de niño ser sacerdote. 

¿En qué se parece Chimbote a Benidorm?

Chimbote es una ciudad más desarrollada de la costa dedicada a la industria. Se parece a Benidorm, que era una ciudad pesquera de artesanos y tuvo un 'boom'. Aquí fue el del turismo y allí el de la pesca. De los años 60, de tener una caleta de pescadores de 1.500 habitantes ahora está en cerca de 1 millón en Chimbote. Pero esa explosión demográfica ha traído dificultades en la integración de las culturas. Ha venido gente de muchos lados, cada uno con su visión a salir adelante. Todo genera problemas de salud, de violencia, de pobreza... en la costa, en la ciudad. En la zona interior hay otra forma de vida que ya no es urbana. Ahí sí es otro mundo, porque son culturas rurales. 

"Chimbote se parece a Benidorm, que era una ciudad pesquera de artesanos y tuvo un 'boom'. Aquí fue el del turismo y allí el de la pesca"

¿Está como en casa?

Estoy en casa. Soy de mar. Me he criado dentro del mar, porque desde pequeño hasta que me fui tenía mi barco de vela, todos los fines de semana y en verano estaba dentro del mar. Tengo un vínculo con él. La primera vez que salí de Benidorm y me fui al seminario sentí eso de Alberti de "Marinero en tierra". Para mí fue un choque muy fuerte. Cuando estás fuera te das cuenta de lo que eres tú. Cuando llegué a Chimbote, vi la luz, el mar, el olor a sal... dije, estoy en mi casa. 

¿Qué sintió estando tan lejos pero con esa sensación de tan cerca?

Fue una experiencia bonita pero dolorosa. Aquí vemos un mar limpio con una ciudad orientada a él. Pero en Chimbote no. Vive de espaldas al mar, está contaminada su bahía porque se ha dedicado a la industria y no se ha cuidado, sino que se ha explotado, lo han esquilmado. Ese mismo día que me siento en casa, también sentí un golpe en el estómago. 

¿Es una de sus tareas enseñar ese respeto al medio ambiente?

Pensé que algo tenía que hacer por ese mar, que es el mío. Desde entonces trato de acompañar a las personas en el ámbito educativo o pastoral y también en el medioambiental. Trabajo ese campo de la sensibilización, la denuncia de la contaminación y tratar de que la ciudadanía y autoridades logremos una mejor convivencia con la naturaleza. Es un compromiso que tengo.

Ese trabajo le ha valido el reconocimiento de Benidorm con la Medalla de la ciudad...

Sí, por ahí ha venido el reconocimiento, por el compromiso con los pobres pero también por el medio ambiente. Cuidar allí, es cuidar el planeta, como aquí. Todo está interconectado.

¿Cómo desarrolla ese trabajo?

En una parte, trabajo con los jóvenes, que son el futuro, sobre todo en el ámbito educativo y pastoral pero lo oriento al medioambiental, con el compromiso al cuidado de la "casa común", del planeta. Hacemos jornadas todos los meses en las que vamos a las playas y les enseñamos a contemplar y las limpiamos. Para que se den cuenta del lugar tan maravilloso que tenemos pero tan contaminado. Se indignan. 

¿Cómo es su día a día en Perú?

Me levanto temprano para ir a correr y empezar el día planificando y desestresando. He tenido que aprender a gestionar la impotencia ante los problemas. El deporte me ayuda a quemar el estrés junto a la oración.

¿Es complicado enfrentarse cada día a problemas como la pobreza?

Hay mucha gente que no tiene nada, no tienen Seguridad Social; que se ponga alguien enfermo desequilibra a toda la familia. Eso y muchas cosas más. Allí ya me conocen y me buscan para pedir ayuda y se hace en lo que se puede. Es importante para mí aprender a gestionar la impotencia, porque uno quisiera solucionar muchas cosas que no puede. Lo pones en manos de Dios y lo que tienes y recibes, lo compartes. Con un poquito de aquí, que a veces nos sobra, allí se pueden solucionar muchos problemas. Hay gente a la que le cambia la vida.

Con la ayuda que ha recibido de Benidorm ha podido atender a uno de esos colectivos más desfavorecidos...

Así es. El Asilo de Casma lo lleva una misionera española laica y soy el vicepresidente de la fundación. Siempre las ayudas las canalizo al asilo porque no llegan las oficiales. Hay cien ancianos más otros que van de día y hay que atenderlos. No tienen nada. Con el Rotary de Benidorm hemos hecho un proyecto para la cubierta y una lavadora industrial, además de comprar 30 colchones. Cuando me dicen cómo ayudar, siempre les digo el Asilo o algún proyecto como el de los niños. 

A ellos y a enseñar en la universidad dedica parte de su tiempo...

Doy clase y trabajo en la Universidad Católica los Ángeles de Chimbote. Es una universidad inclusiva porque trata de dar oportunidades para la gente que no las tiene. Quiere ser de calidad a costos accesibles para los que quieren estudiar. Forma a las clases populares, la mayoría de estudiantes es la primera generación de profesionales en las familias. Es una forma de sacar de la pobreza. Enseñamos a pescar, no dar el pescado. También tengo cargo pastoral, siempre he tenido parroquia, ahora de Santo Toribio de Mogrovejo en el barrio popular de la Balanza. Es un barrio muy movido por las drogas y violencia. A mí me han acogido muy bien y trabajamos con proyectos con niños para que no estén en las calles y con meriendas nutritivas. Por eso vamos a hacer una fiesta solidaria el 4 de mayo en Benidorm para este proyecto y el Asilo de Casma.

¿Cómo es ser sacerdote en ese país?

El sacerdote en Benidorm, en Perú o en China lo que hace es compartir la vida y la fe con las personas con las que está. Eso es lo que trato de hacer. La gente de allí tiene su peculiaridad, sus características propias, positivas y, a veces, no tanto. Destacaría una palabra muy peruana que dice que son muy "querendones". Un pueblo muy cariñoso que me ha acogido muy bien desde el primer día me he sentido como en casa.  Pero tengo un desafío. Me alegra porque es un pueblo naturalmente religioso, su religiosidad es espontánea, incluso en el ámbito público. Me gusta porque veo como Europa está fría, está resentida de la fe, de vueltas de todo y eso no es bueno. El ser humano es un ser trascendente que necesita sentido. Yo lo encuentro en Dios. Pero eso no quiere decir que sean católicos. Esa fe a veces no va en coherencia con lo que se vive. ¿Cómo es posible que sea un país tan católico aparentemente haya tanta corrupción? ¿Tan creyente pero hay mucho machismo, racismo, pobreza, violencia...? Con uno de los motores de la economía como las minas, no tiene sentido que tenga tantos pobres y tanta droga que es otro de los ingresos ilegales que tanto dinero mueve en Perú y fuera. Es lo que más me choca, esa incoherencia. Por eso es un desafío como sacerdote.

"Europa está fría, está resentida de la fe, de vuelta de todo y eso no es bueno. El ser humano es un ser trascendente que necesita sentido. Yo lo encuentro en Dios"

¿Cómo se adaptó a un nuevo país?

Cuando yo llegué, escuchaba hablar o leía el periódico y no entendía y hablamos el mismo idioma, pero no las mismas palabras. Había frases que no entendía. Tienen su propia jerga, sus propias expresiones y eso ha tenido un proceso de adaptación. Los primeros meses era inevitable ir comparando con lo que conocía de Benidorm o Alicante. Tuve que cerrar ese capítulo: "Ahora vivo aquí y esto es así". Porque quizá juzgas y para allí es lo mejor. Tienes que adaptarte y lo que llamamos "inculturarse" y hacerse uno más y aprender y crecer con ellos.

El acento sí lo ha hecho suyo...

En ese adaptarse, lo primero que se me agarró fue el acento de allí, inconscientemente. Y creo que precisamente por hablar valenciano. El valenciano usamos la "c" similar, y allí se sesea.

¿Qué se echa de menos cuando se está tan lejos?

Me considero un camaleón. Tengo esa capacidad de adaptarme rápido y bien. Y verlo como algo positivo. Por una parte, te ayuda a ver que la vida puede ser de muchas formas y que la nuestra es una. Y te ayuda a valorar y a extrañar. Fuera de tu familia, extrañas primero a ellos, a tus amigos, a Benidorm y todo lo que tenía. Pero eso me ayuda a agradecerlo e igual no me había dado cuenta, de lo afortunados que somos de vivir en Benidorm. Ahora que estoy aquí soy consciente, camino tranquilo, sé que no me van a robar, poder disfrutar del sol, la ciudad limpia... a lo mejor el que está aquí no lo valora, solo ves lo negativo. Pero cuando ves otras cosas que la gente muere de hambre, que no llega a fin de mes o que mueren jóvenes porque la calidad de vida es muy mala, ese extrañar ayuda a valorar lo de aquí. 

¿Ha tenido que renunciar a muchas cosas?

En la balanza de lo que he dejado y lo que he ganado, no he perdido tanto, porque recibo más de lo que doy. Yo no siento que haya tenido que renunciar, que pesen más las renuncian que lo que recibo cada día, de convivir, del afecto que la gente me tiene, de lo que aprendo... El lugar me da igual, lo que importa son las personas de ese lugar donde estoy.

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