Esto no es un cuaderno

¡Hosanna!

Un pleno celebrado por la Corporación municipal, en una imagen reciente. | MATÍAS SEGARRA

Un pleno celebrado por la Corporación municipal, en una imagen reciente. | MATÍAS SEGARRA

Gaspar Macià

Gaspar Macià

«No escasea la inteligencia, sino la constancia».

Doris Lessing (1919-2013), escritora inglesa y Premio Nobel de Literatura.

Asevera Judith Martin, toda una autoridad estadounidense en cuestiones de protocolo y civismo, gracias a su popular columna periodística Miss Manners (Señorita Modales), que la libertad sin reglas no funciona y las comunidades tampoco, a menos que estén reguladas por la etiqueta. Aclaremos primero el término al que se refiere: «Etiqueta. 1. f. Ceremonial de los estilos, usos y costumbres que se debe guardar en actos públicos solemnes» (DRAE).

Hace más de 5.000 años, en el antiguo Egipto, el escriba Ptahhotep escribió (era lo suyo) el primer código que se conoce de normas de comportamiento y relación con los demás (excluidos los esclavos, por supuesto). Las convenciones sociales respecto a los modales y los modelos (de ropa) fueron evolucionando con el tiempo sin que realmente se supiese muy bien cómo llamarlas, hasta que, a mediados del siglo XVIII, el diplomático inglés Philip Stanhope, cuarto conde de Chesterfield, utilizó por primera vez la palabra «etiqueta» en su acepción moderna. Fue en una serie de cartas a su hijo en las que le aleccionaba sobre cómo comportarse y vestir para progresar socialmente. A partir de ahí las cosas se fueron complicando hasta nuestros días, en que impera cierta laxitud en los usos y costumbres protocolarios, en algunos casos hasta extremos inimaginables para Ptahhotep y Stanhope.

Viene esto a colación del nuevo protocolo de etiqueta aprobado por el gobierno PP-Vox para la Corporación municipal ilicitana en actos institucionales, que se estrena este Domingo de Ramos. Otro gran logro del bipartito de derechas, frente a la pertinaz actitud procrastinadora de los gobiernos de izquierda, que no solo dejaron para mejor ocasión normativas tan relevantes como los planes para el Palmeral, el nuevo PGOU o el Reglamento Orgánico Municipal (ROM) recién aprobado, sino también la guía ceremonial ahora alumbrada. Aún siendo importante todo eso, la verdad es que, a la vista del documento que Pablo Ruz y su equipo han manufacturado, uno no llega a entender cómo ha podido funcionar el Ayuntamiento sin este trascendental reglamento. Sin dress code no puede funcionar ninguna institución pública que se precie de serlo, recriminaría Miss Manners.

Se acabó salir en las procesiones como al concejal de turno le venga en gana, sin chaqué ni siquiera corbata; y no digamos las concejalas, tan proclives (sobre todo las de izquierda, en la que imperan las agnósticas, ateas o no practicantes) a los vestidos de llamativos colores y/o estampados. La libertad sin reglas ni cañas de cerveza no funciona. Por lo cual, bienvenido sea el protocolo de etiqueta, que ya se intentó instaurar en época de la alcaldesa popular Mercedes Alonso, pero que el regreso al poder del rojerío dejó sin efecto, para fastidio del propio Ruz, copartícipe de aquella iniciativa.

Así, por ejemplo, para el Domingo de Ramos el protocolo aconseja que los caballeros concejales vistan traje oscuro y corbata, mientras que para las señoras (¿damas?) concejalas se recomienda vestido de colores discretos, aunque no indica de qué gama cromática estamos hablando: se echa en falta en el protocolo una paleta orientativa, tipo muestrario de pantone, para no incurrir en un desvarío tonal. La cosa se pone más seria para acompañar el Miércoles Santo a la Maredéu de les Bombes (de propiedad municipal) y el viernes para la procesión general y la Trencà del Guió: ellos, chaqué clásico con chaleco, corbata y guantes negros; ellas, vestido con teja (peineta) y mantilla negra, con guantes negros. Aquí no hay dudas cromáticas.

Y para la procesión de las Aleluyas hay cierto relajo, pero no mucho: ellos, chaqué clásico con chaleco gris y corbata de color (código pantone de nuevo, por favor); ellas, vestido negro o azul marino: nada de azul celeste ni azul pastel ni azul lapislázuli, que algunas concejalas son propensas a abrir la manga (del vestido y de la paleta). Podría esperarse que ese día hubiese algo más de alegría cromática en las opciones de vestimentas de las concejalas, por la resurrección, las estampitas multicolores y todo eso, pero no: seguimos en Semana Santa. Los lunes de mona hay discrecionalidad, según se vaya a merendar al Pantano, a la playa o a un chalé.

Quedan por establecer las sanciones para los incumplidores de estas normas, porque aunque no se multará a los vehículos que pasen por el centro urbano sin etiqueta medioambiental, en cambio sí habrá mano dura (o al menos reprimenda) con los ediles que no cumplan con la etiqueta protocolaria. La oposición no solo ha replicado que no piensa cumplirla, sino que está pensando denunciar el asunto al Síndic de Greuges, para empezar. El portavoz socialista, Héctor Díez, ha sentenciado que sus concejales acudirán (o no) con vestimentas acordes con la celebración, como han hecho siempre, pero de ponerse chaqués, mantillas y peinetas, va a ser que no; son formales, pero hasta cierto punto.

Por su parte, la portavoz de Compromís, Esther Díez, argumenta que estas normas son cosas del pasado remoto, de cuando todo era de color negro o, a lo más, gris marengo. Que se pondrá pantalones si quiere (y más si hace fresquito) o un vestido azul turquesa con adornos florales si le viene en gana, y que la única peineta que conoce y practica es la que le hace a este protocolo con olor a naftalina y polil. Bueno, pues allá cada cual con sus decisiones. Luego que nadie se queje cuando le sancionen con tres minutos menos en sus intervenciones en los plenos por cada incumplimiento protocolario.

La verdad es que los concejales (del gobierno y de la oposición) andan un tanto atribulados y al borde de una subida de tensión con tantas normas y reglamentos que se les han venido encima. Por si no tuvieran suficiente con aprenderse las normativas legales relativas a las administraciones públicas en general y las corporaciones locales en particular, y por si fuera poco también el Himno a Elche (no necesariamente por este orden), ahora llegan el protocolo de la etiqueta y el ROM.

Si lo de la etiqueta parece sencillo a poco que uno se aplique, lo del ROM tiene mucha más enjundia. Sobre todo a la hora de discernir entre los nuevos tipos de iniciativas (comparecencias, interpelaciones, proposiciones…) a disposición de los grupos municipales y del gobierno en los plenos:

-Señora presidenta, quiero presentar una interpelación al concejal de Deportes sobre el nuevo pabellón, que no tiene parking y tal –argumenta el portavoz socialista.

-Ya, pero es que eso no es una interpelación, sino una pregunta o, en todo caso, una moción.

-Pues yo –tercia la edil compromisaria- pido la comparecencia del alcalde para que explique qué va a hacer con los aparcamientos.

-Eso tampoco es una comparecencia, sino una interpelación, a no ser que el alcalde comparezca a petición propia como proposición de la alcaldía sin que requiera pregunta, ruego o moción previa, excepto en interpelaciones por preguntas del público, puesto que, como es sabido, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.

-Pues yo quiero comparecer con chaqué, chaleco y guantes negros, como marca el protocolo –tercia Ruz.

-No, señor alcalde, eso es solo para las procesiones –reconviene la presidenta.

-Pues presento una proposición de la alcaldía, por alusiones y por una cuestión de orden, para interpelar con mi comparecencia y proponer una enmienda transaccional al ROM, porrom pompón…

Y allí seguirían si no fuera porque el alcalde tuvo que marcharse a empaquetar las palmas del Domingo de Ramos para enviarlas a las autoridades correspondientes. Este año con peticiones incorporadas: al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que nos envíe la Dama a vuelta de correo, y al papa Francisco, para invitarle el próximo año a los fastos del septuagésimo quinto aniversario del dogma de la Asunción. En este último caso no se le exigirá chaqué. ¡Hosanna!