Los pequeños municipios de la provincia de Alicante: sin ambiente electoral y con muchas reivindicaciones

La campaña pasa de largo en las zonas rurales, sin carteles ni apenas presencia de dirigentes destacados de las diferentes formaciones políticas, pese a la exigencia generalizada de más servicios y políticas que hagan frente a la despoblación

Panoramica del casco urbano de Tollos, el municipio más pequeño de la perovincia.

Panoramica del casco urbano de Tollos, el municipio más pequeño de la perovincia. / Rafa Arjones

M. Vilaplana

M. Vilaplana

Ni actos, ni carpas, ni carteles. Nada que haga pensar que hay unas elecciones municipales y autonómicas en ciernes. Ese es el ambiente que se vive en los municipios más pequeños de la provincia de Alicante, donde la campaña está pasando prácticamente desapercibida, más allá de alguna iniciativa aislada de los candidatos locales para dar a conocer sus propuestas. Y eso a pesar de que en las zonas rurales hay numerosas necesidades, sobre todo las relacionadas con la exigencia generalizada de más servicios y políticas que sirvan para hacer frente a la lacra de la despoblación, algo que excede a las competencias municipales. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y por eso los vecinos de estos pueblos volverán a ejercer su derecho al voto este próximo 28 de mayo, confiando en que sirva para que sus reivindicaciones se vean atendidas.

Las distintas formaciones políticas están centrando sus principales esfuerzos electorales en las urbes de mayor tamaño, donde saben que se concentran las grandes bolsas de votos. Eso propicia que, salvo alguna visita esporádica, la ausencia de dirigentes destacados de los partidos esté siendo la nota predominante en las áreas rurales. Tampoco los candidatos locales, empezando por los alcaldes, se están prodigando en tratar de movilizar a los vecinos, en un escenario en el que ni tan siquiera se ha procedido a las tradicionales pegadas de carteles. ¿El motivo? Todos se conocen en los pueblos, y ya se han formado una idea de a quién tienen que apoyar tras cuatro años en los que han vivido de cerca la gestión realizada por sus respectivos ayuntamientos.

Y ahí van algunos ejemplos. Tollos, en la comarca de El Comtat, es el municipio más pequeño de la provincia, con apenas 30 habitantes. Su alcalde, Félix Frau, del PP, está al frente del consistorio desde 2011, y en estas elecciones opta de nuevo a la reelección. «Aquí no hacemos actos, ni carteles, ni nada, por un lado, porque todo el mundo sabe quien soy y el contacto es permanente. Y, por otro, porque las otras dos listas, las del PSOE y Compromís, están integradas por paracaidistas, es decir, por gente que no es del pueblo», subraya.

Destaca que la gestión municipal, dadas las limitaciones presupuestarias, se limita a atender a los vecinos y a tramitar subvenciones ante las Administraciones superiores para que se puedan ejecutar proyectos, principalmente de carácter urbanístico. Y en esa materia, Frau señala que «la Diputación no suele fallarnos. Tenemos más dificultades con la Generalitat, porque los plazos son más largos».

Y afirma que el principal problema al que se enfrentan es la despoblación, para la cual, resalta, «no veo solución a corto plazo. El turismo, con la promoción de la Ruta 99, puede aportar algo, pero aquí lo importante sería incentivar a la gente para que pueda trabajar la tierra y que se quede en el pueblo».

En parecidos términos se expresa Vicente Ruiz, alcalde de Famorca, también de El Comtat, que es el segundo municipio de menor tamaño, con 48 personas. Perteneciente igualmente al PP, aspira a renovar mandato tras cuatro años en el cargo. «Como mínimo -indica- tienes que estar ocho años, porque la Administración es tan lenta que no hemos podido ejecutar la mitad de los proyectos previstos». 

Tampoco hay campaña electoral en el pueblo, porque, al igual que sucede en Tollos, «las otras candidaturas son de fuera, así que blanco y en botella. Como mucho, este domingo, a la salida de misa, aprovecharé para recordar a los vecinos qué tienen que votar durante el vermut en el bar». 

La despoblación es lo que más le quita el sueño a Ruiz, «porque el 90% de los vecinos tienen más de 70 años». Y aboga por implantar servicios para atraer a la gente de fuera, y no al revés, como sucede ahora. «Que venga más el médico, que tengamos mejores comunicaciones y que la cobertura telefónica mejore», dice.

Leonor Jiménez, por su parte, es la alcaldesa y candidata socialista a la reelección en Vall d’Ebo, municipio de poco más de 200 habitantes ubicado en la Marina Alta, que el pasado verano se convirtió en el epicentro del devastador incendio que arrasó 12.000 hectáreas. «Fue un auténtico desastre, aunque, afortunadamente, las ayudas prometidas por la Generalitat están llegando, pese a que la burocracia está siendo bastante compleja», se queja.

El futuro, como en todas las zonas rurales, está complicado, aunque confía en que la inminente aprobación de la denominación de origen para el perelló, una fruta autóctona a medio camino entre la manzana y la pera, anime los jóvenes a plantar y a no tener que buscarse la vida fuera del pueblo. También considera imprescindible que se mejore el servicio sanitario, «porque ahora solo viene el médico una o dos veces a la semana».

Tampoco ha habido hasta ahora campaña en la localidad, más allá del reparto del programa por parte de la candidatura de Compromís, formada por jóvenes del pueblo. «Yo no he podido redactar el programa, porque he tenido bronquitis y no me ha dado tiempo», señala Jiménez, aunque dice que organizará una presentación a la que ha prometido su asistencia el secretario autonómico de Emergencias, José María Ángel, quien ha visitado varias veces el municipio desde el incendio.

Aunque se pudiese suponer lo contrario, la alcaldesa se alegra de que los jóvenes hayan decidido por fin dar el paso de concurrir a las elecciones, pese a hacerlo en otra candidatura. «Hemos quedado en que, si ganan, les ayudaré en lo que haga falta, y si es al revés, lo harán ellos», asevera.

Vivienda

Otro municipio duramente golpeado por el incendio fue Vall d’Alcalà, de 160 vecinos y situado en la propia Marina Alta, que está presidido por el también socialista Pablo Martínez, que aspira a su tercer mandato. Según explica, «la Conselleria de Agricultura realizó las actuaciones más urgentes y ahora está esperando a ver cómo evoluciona la regeneración natural para ver si es necesario intervenir y reforestar». También destaca que están llegando ayudas para los campos que se encontraban en producción.

Afirma que el principal problema que tiene en estos momentos la localidad es la falta de vivienda, lo que supone un hándicap para retener a la población, así como para captar a nuevos vecinos. «Estamos en trámites de aprobar el nuevo Plan General, de manera que podamos crecer solo lo imprescindible para atender las necesidades. También resultaría muy positivo que se habilitaran ayudas para la rehabilitación, y que contáramos con un transporte público adecuado», resalta.

Respecto a la campaña, señala que no se ha notado para nada. «Lo único que tenemos pensado -indica- es ir por las casas para repartir un folleto de lo que se ha hecho y lo que queremos hacer».

Paco Picazo, de Compromís, es el alcalde de Quatretondeta, población de El Comtat de 133 vecinos. A sus 78 años, considera que ya ha llegado la hora de retirarse tras haber completado dos mandatos en diferentes etapas al frente de la Alcaldía. Afirma que la campaña, de momento, ha brillado por su ausencia, y comparte la preocupación de sus homólogos por la despoblación. Según sus palabras, «lo que se tiene que hacer es crear condiciones de trabajo para que la gente venga aquí. Hemos puesto fibra óptica para que los jóvenes no tengan que marcharse, pero las comunicaciones continúan siendo malas». Para Picazo, las ideas para afrontar el problema «tendrían que venir de nosotros, desde abajo, que somos los que mejor conocemos el terreno, y no desde arriba como sucede ahora».