Rubén Torrecilla, el decimoctavo entrenador del Hércules en 10 temporadas

No hay manera. Diecisiete entrenadores han tratado de implementar con éxito su idea futbolística en el Hércules desde que el club abandonó el fútbol profesional en junio de 2014 y nadie ha sido capaz. Rubén Torrecilla será el 18º que lo intente. Solo dos han estado realmente cerca de lograrlo, Vicente Mir y Lluis Planagumà, y ninguno lo acarició, llegaron al partido definitivo en desventaja, obligados a remontar.

Escapar de la trampa obscena del balompié modesto, el de los campos de fibra sintética y caucho siendo uno de los «grandes» por rigor histórico, se ha tornado un dolor de muelas crónico, irreversible. Cuanto más caes en la escala de categorías, más cuesta sacar la cabeza porque la urgencia, la presión mediática, la máxima exigencia deportiva y la masa social estiran hacia atrás si sopla mucho viento de cara.

Lolo Escobar acata las condiciones y el Hércules anuncia a Rubén Torrecilla

Diecisiete entrenadores de todo pelaje, desde los ultraordenados y motivadores como Pacheta, Tevenet y Siviero, a los decididamente ofensivos como Ángel Rodríguez y los Manolos, Herrero y Díaz. Algunos con buenas carreras, pujantes fuera de la LFP, y otros en formación, con bastantes posibilidades de crecer profesionalmente en el entorno blanquiazul, de enorme exposición nacional. Estos últimos tampoco acertaron a cargar con el miedo al fracaso, con la obligación perenne de ganar: Carlos Luque, Antonio Moreno, Alejandro Esteve, Sergio Mora o el último, Lolo Escobar...

La experiencia no le valió de mucho a Claudio Barragán, a Visnjic o a David Cubillo, el hombre que no encontró la manera de aprovechar el valor añadido de un jugador como Abde. En las nueve temporadas del Hércules desterrado de LaLiga –siete en la tercera categoría y dos en la cuarta, las dos últimas–, solo un par de preparadores ha empezado y acabo el curso sin moverse del banquillo: Lluis Planagumà y Sergio Mora, y de ellos, únicamente el primero se ganó esa estabilidad. 

El segundo, aguantó más por lo ocurrido con Cubillo el curso anterior (cesado en la primera vuelta por su dificultad para exprimir el talento de la plantilla pese a tener al equipo en la segunda plaza) que por convencimiento visceral de la dirección deportiva, que prefirió no repetir maniobra con el equipo metido siempre e zona de «play-off» pese a su irregularidad y su incapacidad para ganar duelos directos.

El paradigma, por tanto, vuelve a ser el modelo Planagumà. Un técnico joven, con hambre, con mucha formación, con experiencia evolucionando el talento de quienes están al comienzo de su carrera, acostumbrado a cargar con el peso de la responsabilidad en primera persona dentro de un club grande.

Tanto es así, que la secretaría técnica contactó con él cuando Escobar dio las primeras muestras veladas de quererse ir (antes de proponerlo de verdad, formalmente), pero el catalán, de momento, no quiere volver a volar solo en España, continúa atraído por el magnetismo irrenunciable de Andrés Iniesta y su nuevo rumbo. Torrecilla comparte muchos puntos con él, le toca completar lo que casi consigue el entrenador catalán en 2019.