Hércules CF

Análisis | Y después de las excusas... ¿qué?

El Hércules se apaga futbolísticamente a la misma velocidad que se disparan el malestar social y la falta de reacción

Marcos Mendes pide explicaciones mientras, a su espalda, grita de rabia Miguel Marí, en La Nucía.

Marcos Mendes pide explicaciones mientras, a su espalda, grita de rabia Miguel Marí, en La Nucía. / Héctor Fuentes

Pedro Rojas

Pedro Rojas

La ilusión es una materia volátil, efímera, intangible. Un montón de sensaciones cambiantes, muchas veces contrapuestas, que fluctúan con suma facilidad. Las ilusiones no son garantía de nada, por eso apelar a ellas es tan vano. Nada realmente sólido se sustenta solo en pilares ilusorios. Hace falta bastante más. Si no, te acabas convirtiendo en un iluso y toda la energía positiva de la que se llenaba tu fantasía se torna frustración e impotencia hasta llegar a transformarse en eso otro tan de moda: odio de brocha gorda.

El Hércules se apaga futbolísticamente. Lo hace a una velocidad alarmante directamente proporcional al enfado del entorno, del público, de quienes ven venir un desenlace desastroso, el mismo de siempre. Esta vez choca más porque no era fácil verle las grietas al proyecto, las fisuras, las circunstancias adversas, pero las había y nadie se encargó de solventarlas, probablemente cegado por el oropel que emana de los triunfos que no se analizan con la misma lupa que los despropósitos.

4 INTENTOS MALOGRADOS

Retener el liderato fue imposible

Hay detalles que pasan inadvertidos en mitad del furor, del deseo colectivo de creer, de las ganas de ser felices de una maldita vez. Pero estaban ahí. En cuatro ocasiones intentó el Hércules retener el liderato y en todas ellas fracasó. Apenas fue capaz de soportar la presión de verse arriba una semana. Y ese es un mal síntoma, uno que ahora se ha desarrollado como enfermedad y se ha extendido en el seno de un vestuario impotente que no encuentra en su entrenador recetas veraces, eficientes, que vayan más allá del sospechoso «los árbitros nos tienen manía».

Ganar se ha tornado un calvario, territorio ignoto para un bloque en el que muchos futbolistas rotan poco y unos pocos se las ven y se las desean para rascar minutos. Alvarito, Javi Moreno y De la Nava cargan con la culpa de manera más fácil, quizá por eso se caen en cuanto los planes se tuercen. Muchos de los que no se mueven lo hacen porque les dejaron sin recambio, sin competencia, y otros, como Miguel Marí, solo el entrenador lo sabe. 

REPETIR EL ÉXITO DE ABDE

Para hacer negocio con la cantera

Trabajar a diario con un buen número de jugadores que eran suplentes de los suplentes por el deseo de dar salida a chicos sin sello de titulares para que no perdieran el año (y su potencial valor de venta) no ha sido una buena decisión porque no se les buscó un sustituto que sí aspirase a formar de inicio.

Eso ha pasado factura. Todos los que se fueron están jugando, alguno en una categoría superior, así que o han explotado de repente o sus técnicos les han sacado el jugo que no se les extrajo en Alicante. El bajón de rendimiento es notable y lo es por una clara falta de confianza creciente a todos los niveles, en todas las líneas, dentro y fuera del césped. Cuesta destacar a un futbolista que no se haya contagiado de la angustia general, de la ausencia de iniciativa, de la carencia total de pragmatismos ofensivos.

La ilusión generada en la afición en la primera vuelta no sirve para nada si al final puede más la desafección

El bloque se deja llevar y el entrenador, muy consciente del material que maneja, prefiere no arriesgar, ser cauto, por eso lo fía todo a sortear el temporal no perdiendo, no probar estructuras más incisivas que dejen al descubierto las evidentes debilidades defensivas que no se corrigieron en enero y que están pasando factura porque todos los proyectos estupendos necesitan fiabilidad, porque no se puede vivir de remontadas, porque si te meten goles hasta los que menos goles hacen, sufres lo que el Hércules sufre ahora: vértigo.

Rubén Torrecilla, durante la comparecencia en la que acusó al estamento arbitral de maltratar al Hércules.

Rubén Torrecilla, durante la comparecencia en la que acusó al estamento arbitral de maltratar al Hércules. / Hugo Izquierdo / HCF

INCIDENCIA TÉCNICA

La mano del entrenador

Sabes que la cosa está francamente mal cuando notas, semana tras semana, que la incidencia de tu técnico en el desarrollo de los partidos que se atascan es muy baja o nula. Rubén Torrecilla fue capaz de motivar a sus hombres y de dirigirlos convenientemente cuando la ola era buena, cuando sobraban las energías y el viento soplaba a favor. Ahora, a contracorriente, con las piernas pesadas y la mentalidad ganadora dañada, no hay manera de firmar un giro de guion con final feliz. Cambios que rara vez cubren el cupo de cinco sustituciones, generalmente hombre por hombre, y una tónica recurrente: Miguel Marí como única vía de solución. Ya ha sido un seis, un ocho y un diez, y nunca con valor positivo o diferencial.

EJECUTAR EL DESPIDO

¿Es o no una garantía?

No hay respuesta. Es un dilema futbolístico más antiguo que el barro. El problema del Hércules no nace del descrédito del entrenador entre sus hombres, que le siguen a pie juntillas. No existen maniobras conspirativas. Van todos a una, hasta los que menos protagonismo tienen. Pensar que le puede sacar más rédito a este equipo un señor de nuevas que se ha de ganar el respeto de una plantilla que ya siente, sin ambages, quién es su líder, es mucho pensar. 

Con Sergio Mora sucedió igual. Su Hércules sufrió algo semejante al actual. Él sí fue capaz de que aquel bloque disputara una gran eliminatoria de «play-off», aunque no fue suficiente en un lance a partido único, donde el azar también suma y generalmente se alía con el que luce la flechita hacia arriba. De ilusión se puede vivir, es verdad, pero nunca el tiempo que hace falta para subir de categoría, para eso se necesita algo más.