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Marc Llorente

¿Repetición de la jugada?

Manifestación del 8M en Madrid.

Se entienden las ganas de que la «nueva realidad» sea menos problemática cada día y de que la pandemia continúe perdiendo furor. Eso exige no tirar por la borda las medidas de seguridad, pese a que las vacunas puedan hacer su efecto, y que cualquier desescalada se realice mejor para no caer a los cuatro días en la misma historia y volver a naufragar con otra ola. No hace falta decirlo. Porque debería estar muy asimilado el asunto. No por todos lo está. Y esto es imprescindible si queremos neutralizar el problema sanitario, social y económico, o por lo menos encauzarlo favorablemente.

De manera que esa constructiva actitud debe ser constante, incluso relajando las medidas de restricción, con el fin de que la mejoría general prospere. Todo se podría haber hecho de forma más adecuada en términos generales, desde el principio de esta maldición, empezando por los responsables políticos y las distintas administraciones. Ahora se trata de no caer en errores idénticos o parecidos. No parece fácil a la vista de unos hechos claramente mejorables o irresponsables con frecuencia.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, reclama responsabilidad ante el próximo 8M, Día Internacional de la Mujer. No se trata de utilizar el reaccionario pretexto de la pandemia y sus consecuencias con la intención política de anular las legítimas reivindicaciones de las mujeres en la calle, sino de comprender las circunstancias actuales y lo que conllevan. El error del año pasado por estas fechas no debería repetirse, menos aún después de lo que ahora se sabe y de lo que viene ocurriendo.

No vale solo hablar de «riesgo extremo» y cruzarse de brazos a ver qué pasa. La autorización limitada de las marchas permite un reducido aforo. ¿Serán suficientes las mascarillas y el compromiso de mantener la distancia para evitar peligrosos desajustes? No se trata de prohibir. Es preciso hacer todo lo posible y un poco más a la hora de preservar la salud, la prioridad por encima de otros intereses, si queremos obtener, entre todos, un éxito en todas las áreas que ahora están en crisis. La ministra de Igualdad, Irene Montero, seguirá las correspondientes recomendaciones.

Lo mismo podemos decir sobre la próxima Semana Santa con procesiones canceladas, pero con el ánimo de viajar y el temor a un nuevo repunte de casos. Sostener la curva a la baja requiere esfuerzos por difícil que sea para las personas, la economía o el sector turístico en particular. Si se repite la misma jugada que tuvo lugar durante el periodo navideño especialmente, esto volverá a ser la crónica de un fracaso anunciado.

No existen atajos, y las medidas de control deben mantenerse por razones obvias. Es necesario evitar meteduras de pata, que siguen activas en diversos frentes, y tener propuestas que no caigan en la tentación de fomentar una ola detrás de otra. Las desescaladas precoces y bajar la guardia de las medidas sanitarias solo conducen a una tormenta perfecta de la que no hemos salido, aunque a veces disminuyan los truenos. Es lógico que los líderes de la Unión Europea quieran reactivar el flujo turístico, si bien conocen que la vacunación no exime totalmente de riesgos epidemiológicos. Todo ello es esencial de cara a la salud pública, a la recuperación prevista para el turismo veraniego y a no depender solo de las ayudas económicas.      

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