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Mercedes Gallego

La caja y el ataúd

Modesto Crespo y Roberto López Abad, en una imagen del juicio por las dietas de la CAM

El ansia por cobrar de Modesto Crespo, cuando su cargo como presidente de la CAM era honorífico y no remunerado, ha provocado las primeras condenas firmes desde que hace una década la Audiencia Nacional comenzara a escudriñar la gestión de la caja en hasta siete procesos penales. Unas penas que en realidad no van más allá del pago de una multa, además de la condición de condenado, claro, pero que han caído como un jarro de agua fría al exdirector general Roberto López Abad y a los cuatro consejeros que posibilitaron que 600.000 euros de la entidad fueran a parar a los bolsillos de Crespo quien, paradójicamente y por obra y gracia de su acuerdo con el fiscal, es quien mejor parado ha salido.

Una sentencia que, entiéndase la comparación, vendría ser algo así como la condena a Al Capone por evasión fiscal cuando era el gánster más peligroso de todo Chicago. Y me explico. En el caso del exdirector general, a quien más afecta el fallo por lo que aún le queda pendiente con la Justicia, han sido varios los tribunales que le han juzgado. Y lo han hecho por acusaciones tan graves como falsear las cuentas de la caja, conceder créditos y pagar dietas al presidente del órgano de control o poner en el mercado productos financieros que amargaron la vida a miles de pequeños ahorradores... Exonerado de culpa en todos los casos y condenado ahora por el amor al dinero de su último presidente. Tremenda ironía, ¿verdad?

Con todo, si para algo han servido estos procesos ha sido para evidenciar un modo de operar que, cuanto menos, no era el más adecuado. A la prueba de cómo acabó la historia me remito. Aunque también sería injusto cargar sobre las espaldas de los exdirectivos toda la responsabilidad en la extinción de la que llegó a ser la cuarta entidad de ahorro del país. Los políticos y sus proyectos megalómanos también pusieron sus toneladas de arena para que la CAM se transmutara de caja en ataúd. Pero han sido más listos que Al Capone. A ninguno se les ha visto por el banquillo.

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