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Joaquín Rábago

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Joaquín Rábago

China: un tipo muy particular de capitalismo

Día Nacional de la República Popular China.

Desde los años noventa, la República Popular China ha llevado a cabo un profundo proceso de transformación de su economía en una nueva de tipo híbrido comunista/capitalista.

Muchas empresas que eran del Estado se han convertido en sociedades por acciones y el trabajo asalariado se ha mercantilizado, lo que ha llevado a la destrucción de la vieja clase obrera socialista y a una expansión del sector privado.

Uno de los fundamentos de la explosión urbana, según analiza en un libro y un artículo el profesor de la Universidad de Colonia Felix Wemheuer (1), ha sido la desposesión de los derechos de explotación de la tierra de la que fueron víctimas millones de campesinos.

A partir de 2008, el Gobierno de Pekín fomentó la creación de grandes empresas agrícolas y el trabajo asalariado en ese sector con la liberalización del comercio de los derechos de usufructo del suelo. En China no existe hasta hoy propiedad privada del suelo.

Es decir que, como señala el autor, en China ha sido el Estado el promotor principal de las nuevas relaciones capitalistas en el sector agrario.

Al mismo tiempo, el Estado permitió la casi total privatización del mercado inmobiliario y la mercantilización en buena medida de servicios públicos esenciales como la sanidad o la educación, lo que ha creado dificultades para la nueva clase media urbana.

El Estado sigue, sin embargo, controlando, a través de las acciones de la que es propietario, tanto los bancos más importantes como las industrias clave, lo que permite seguir hablando de “capitalismo de Estado”.

Wemheuer explica que, a diferencia de lo ocurrido, por ejemplo, en Europa occidental, después de años de integración de China en el mercado global capitalista, no ha surgido en ese país una clase burguesa que reclame participar en el poder político.

Los nuevos multimillonarios se presentan a delegados de la Asamblea Nacional Popular, lo que, visto el papel de ese órgano, consistente en aprobar por unanimidad las leyes que se le presentan, cabe interpretar como sumisión de aquéllos al poder estatal.

Si a uno de esos empresarios privados se le ocurre contrariar al Partido Comunista, puede acabar en la cárcel o quedarse sin su patrimonio.

Existen, dice Wemhuer, distintas formas de integración corporativa en el Estado, y así, por ejemplo, la Federación de Empresarios o la de Industria y Comercio están sometidas al Comité Central del Partido Comunista.

El presidente Xi Jinping ha dejado bien claro que los secretarios de las células del partido deben también participar en la dirección operativa de las empresas.

En eso se aparta del padre de las reformas y la apertura de China, Deng Xiaoping, según el cual los secretarios del PcCH debían tener siempre presente la línea política, pero sin inmiscuirse en temas propios de la función empresarial.

La clase política puede actuar con relativa independencia de un empresariado de momento poco desarrollado ya que controla los puestos de mando de la economía.

Y esto le permite apropiarse, gracias al aparato burocrático, de las rentas de los monopolios así como de parte de la plusvalía generada.

Gracias a las reformas, muchos mandos del partido o de las Fuerzas Armadas han podido enriquecerse ilícitamente bien mediante la malversación o cobrando por funciones de intermediación.

Así, el Ejército chino construyó en los años ochenta todo un imperio económico. Por otro lado, el arrendamiento de suelo estatal a inversores privados es una de las fuentes de ingresos de muchas autoridades locales.

El enriquecimiento de la clase política había alcanzado tales dimensiones al final de la presidencia de Hu Jintao que una de las principales tareas que se impuso en 2013 su sucesor, Xi Jin Ping, fue combatir la corrupción y la malversación del dinero público.

A pesar de su auto-enriquecimiento, la clase política de la República Popular ha invertido durante las últimas décadas abundantes recursos en nuevas infraestructuras: trenes de alta velocidad, autopistas, conexiones de internet y campus universitarios.

Y se ha visto obligada a reaccionar a las manifestaciones de descontento en la población no sólo con represión, sino también con medidas como la actual campaña bautizada “Prosperidad Común”.

Las autoridades chinas han emprendido una serie de medidas contra los gigantes tecnológicos, los multimillonarios y los proveedores de servicios educativos y videojuegos, además de contra particulares y celebridades.

Un bloguero chino llamado Li Guangmang, captó el sentir popular al escribir un artículo reproducido luego por los medios estatales que hacía falta una “profunda revolución” para corregir las desigualdades generadas por el capitalismo.

  1. “Chinas grosse Umwälzung” (Ed. Papyrossa) y ensayo publicado en la revista alemana “Konkret”. 

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