Tiene que llover

Amplitud de miras

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Recuerdo una comedia dramática titulada «¿Bailamos?» en la que un hombre hace el ida y vuelta en un tren de cercanías dentro del trayecto habitual entre su casa y el cogollo de la gran ciudad. En el arranque del metraje la escena se repite una y otra vez y el ritmo se insinúa cada vez más lento. No hay más que ver su cara para extraer que la vida se ha vuelto reiterativa. Apenas si coincide con la mujer y los hijos por lo que el buen rollo mantenido va dilapidándose y la tarea que despliega encerrado en el despacho tampoco es que le haga ver la vida de color rosa porque diariamente lo suyo son los testamentos. En fin, que lo que tiene es un «tocao».

   Cambiando de canal tropiezo la otra noche con la peli y al que me pareció distinguir sentado junto a la ventanilla fue a Feijóo. Desde que ocurrió lo que ocurrió apenas se ha hecho carne ni ha habitado entre nosotros. En la retina quedó su paso cansino en la comitiva que ofrendó al apóstol Santiago apenas dos días después de haberse quedado mirando hacia La Meca. Se le vio ido como a su álter ego en el «remake» norteamericano en donde el viajero impenitente sobre las mismas vías empezó a aceptar que se encontraba perdido, que nada de lo que hacía le llenaba, que el machaque en el gimnasio tampoco es que le subiese el tono cuando al regresar una tarde elevó la vista, tropezó con el cartel de una escuela que ofrecía clases de baile y el perfil de una mujer tras el cristal con la mirada igualmente perdida. A veces al cambiar el ángulo más que exprimido se da con una salida inesperada.

   Casi sin creer lo que hacía decidió bajar por fin en una estación intermedia, dio con el portal y se dispuso a familiarizarse con los pasos del vals y con los de la salsa. Para ello se fogueó con profes y con otros tantos alumnos, sin importar el género. Con la mente abierta fue reencontrándose volviendo a ser el que fue tras constatar que acercarse a mundos que creía muy distantes puede ser la solución para zafarse de un buen atasco. También es cierto que en este caso se trata de Richard Gere.