Opinión

La última foto de Stepanakert

“Tomando las últimas fotos de Stepanakert”, que es la capital de la República de Artsaj. Un país con fecha de caducidad, un país asolado, sitiado y con toda la comunidad internacional dándole la espalda.

La última imagen de Stepanakert

La última imagen de Stepanakert / Stepanakert

Janik Ivanyan

Janik Ivanyan

En el periplo de deslizar una pantalla caben mil mundos, países, recetas de cocina, idiotas que politizan todo, idiotas que despolitizan todo y también guerras. En el último de los casos, verlo tras una pantalla te reconforta antes que vivirlo en piel propia. Pero mientras tú haces scroll por Twitter desde tu sofá y ves aquella foto que muestra a una madre con sus hijos escapando de la guerra, viviendo un drama humano, tú sigues en tu sofá, mientras otros viven lo que tú ves.

Seguramente no repares en ello si te hablo de Stepanakert, quizás lo intuyas por el revuelo que se ha causado allí en los últimos días. Quizás te suene más Nagorno Karabaj. Seguro que mientras lees aquel nombre, caes en ello. Claro, aquel conflicto lejano entre Armenia y Azerbaiyán, donde la equidistancia europea te hace creer que no hay un culpable claro.

Y tú, tan experto en estos temas como en física termodinámica, piensas que a pesar de las evidencias de una limpieza étnica por parte del ejército azerí, no hay un culpable claro. Por eso sigues deslizando la pantalla, mientras te cruzas algún que otro meme, un video del partido del sábado, pero se te cruza otra foto, quizás haya sido el azar o quizás el algoritmo te ha visto interesado. La foto es de un periodista armenio que tuitea desde Artsaj (que es el nombre de la república de facto del Alto Karabaj), no es nada del otro mundo, una lavadora y un par de electrodomésticos en medio de la calle. Arriba de la misma reza lo siguiente: “Tomando las últimas fotos de Stepanakert”, que es la capital de la República de Artsaj. Un país con fecha de caducidad, un país asolado, sitiado y con toda la comunidad internacional dándole la espalda.

El Twitter

El Twitter / Manolo Alarcón

Pero, ¿y aquello de que ambos bandos debían cesar hostilidades? O al menos eso decían las instituciones europeas hace algunos meses, aunque al mismo tiempo decía la misma Ursula von der Leyen, máxima representante de la Comisión Europea, que Azerbaiyán es el socio estratégico para la energía en la UE, mientras posaba sonriente en la foto con el presidente de la república ex soviética, Ilham Aliev, que lleva 20 años en el poder.Quizás por ello se le ha dado carta blanca al eterno presidente para lanzar una “operación antiterrorista” el pasado martes 19 de septiembre, sobre el territorio de Artsaj, una acción militar con objetivo en los barrios residenciales de la capital y las aldeas del poco territorio que queda en manos armenias, después de la injusta y desequilibrada guerra de 2020.

Tras ello, tres años de incerteza para los 120 mil habitantes de un territorio condenado a la miseria, ataques en las fronteras casi a diario, riesgo de otra contienda, incluso la invasión de las fronteras reconocidas de Armenia en septiembre de 2022.

Todo ello para acabar con la gran actuación de un plan beligerante retorcido, tras el bloqueo del corredor de Berdzor/ Lachin en diciembre de 2022, que conectaba a los armenios de Artsaj con los de Armenia. La principal arma de Azerbaiyán durante los pasados meses había sido el hambre, debilitando aún más a la sufrida población de Artsaj, privándoles completamente de la entrada de alimentos y fármacos desde el mes de julio. Un acto desafiante que ha contado con las resoluciones en contra de la Corte Internacional de Justicia y del Consejo de Europa, pero que no han servido de impedimento para las atrocidades cometidas durante más de diez meses.

El truco final de Aliev para llevar a cabo su plan etnocida, ha sido la supuesta operación antiterrorista que se ha saldado con más de 200 muertos y 400 heridos, entre ellos, decenas de niños, mujeres y ancianos. A los habitantes de Nagorno- Karabaj se les ha dado, en un envenenado acto de benevolencia, dos opciones: capitular o morir. Y después de todas las vidas perdidas, en los rostros de los artsajíes solo queda el cansancio y las ganas de paz, de no volver a escuchar una sirena de emergencia y de no correr hacia un búnker para huir de las bombas. El precio a pagar ha sido entregar su tierra, aquella donde la paz parece imposible.

Por ello, aunque en las redes sociales haya miles de fotos y videos de las barbaridades cometidas durante estos días, pruebas gráficas latentes de los crímenes de guerra, que incluso la Organización de las Naciones Unidas está estudiando, miles de rostros tristes, escenas escalofriantes, refugiados y soldados, quizás la foto más triste sea la de aquellos enseres tirados en una calle de Stepanakert, aquellos enseres que ya no son de nadie, porque empieza a no haber nadie. Porque probablemente mañana se deje de hablar armenio en sus calles huérfanas, se desacralicen las tumbas de sus muertos y les cambien de credo sus monasterios e iglesias centenarios.

Probablemente, mañana Stepanakert se empiece a llamar Khankendi, y deje de ser aquella tierra milenaria con la que sueña cualquier armenio. Probablemente aquella sea la última foto del Stepanakert que ansía libertad y paz, todo ello, mientras el mundo sigue haciendo scroll y mira a otro lado.