Ver, oír y gritar

Los conflictos de intereses nunca faltan

Una de las sesiones de la COP28

Una de las sesiones de la COP28 / Agencias

Marc Llorente

Marc Llorente

No parece muy normal que las dos asociaciones conservadoras y mayoritarias de jueces y fiscales unan armas y esgriman togas en la lucha contra el Gobierno que pretende seguir transitando, con perdón, por la vía progresista. Difuminan la separación de poderes y cuestionan el Estado de derecho, pero quien desdibuja esas cosas es el «golpista» Pedro Sánchez, al que habría que «colgar de los pies» por cortesía de Vox.

En lugar de dedicarse a sus funciones plenamente, la derecha judicial organiza a veces numeritos de feria para neutralizar la amnistía y la «persecución parlamentaria» que estos señores sufren a través de comisiones de investigación como consecuencia de los acuerdos para la constitución de la mesa del Congreso. No se les va a exigir responsabilidad en las actuaciones penales llevadas a efecto contra los independentistas, aunque pueda haber existido alguna presión premeditada, como la operación Pegasus.

La teoría de la conspiración de la derecha política la acogen fervorosamente ciertos jueces y fiscales que, ya metidos en harina, apoyan a los vocales conservadores del caducado Consejo del Poder Judicial, que tras cinco años sigue sin renovarse por obra y gracia de no asumir la Constitución el Partido Popular, pese a los tirones de orejas europeos. Dichos vocales se adueñan de la institución, saltándose los acuerdos legítimos de investidura de Sánchez. Así que el poder judicial siente el acoso del poder legislativo y el poder legislativo siente el acoso del poder judicial en el terreno de juego.

Algunos jugadores exhiben marrullerías en el campo, y Feijóo promete a los jueces activistas y amigos una ley orgánica para que sean ellos los que elijan directamente a los representantes del CGPJ, una acción mucho menos democrática que la elección por parte del Parlamento, sede de la soberanía nacional menospreciada por las figuras más reaccionarias que vemos a diario. En la calle Génova de Madrid soplan el silbato e instrumentalizan a estas asociaciones conservadoras de jueces y fiscales. Enfrente se posicionan las asociaciones progresistas para dar respuesta con otra actitud. Fiel reflejo de la bipolarización que se respira en nuestra sociedad.

Otro choque de intereses

Salvando las distancias, algo parecido ocurre en un asunto diferente pero de vital transcendencia. Que exige unión, no desunión, de cara a conseguir los objetivos necesarios. Las sesiones comenzaron en 1994 y el mundo sigue igual e incluso peor. Nos referimos a la COP28 celebrada desde el pasado día 30 hasta el 12 de este mes en Dubái, sobre los efectos del cambio climático en la salud.

Ahí se han reunido, en medio de una nube de polución, los países que han ratificado las convenciones de las Naciones Unidas, incluyendo a España. Los líderes mundiales centraron su atención o desatención en el problema. Estrecharon manos, se hicieron fotos de recuerdo y brindaron con petróleo de gran reserva de los Emiratos Árabes Unidos. El conflicto de intereses es obvio.

Combate entre los combustibles fósiles de uno de los lugares de Oriente Medio, los nuevos dueños del deporte gracias a sus economías, y las energías verdes. O sea, calentamiento global y uno de los paraísos fiscales más inexpugnables, refugio garantizado para fortunas multimillonarias y destino mundial de primer nivel para triunfadores e inversores de propiedades de lujo. No obstante, entre otras taras, los derechos de los trabajadores son muy limitados. Las familias ricas y los evasores de impuestos, eso sí, disfrutan en una sólida fortaleza de privilegios.

De manera que la injusticia social y la desigualdad brillan con luz propia. Occidente, mientras tanto, mira a las nubes. Y todos se han reunido en favor de que el cambio climático y la vida sigan más o menos igual. La posible eliminación gradual del uso de esos combustibles que arrojan emisiones es una esperanza que invita a la desesperanza.

Los emiratos planean aumentar su producción petrolera para aprovechar el mercado antes de que los países abandonen su uso. O se limita el calentamiento, eliminando el petróleo, el carbón y el gas, o el derretimiento de las capas de hielo podría llegar a un punto sin retorno.

La Unión Europea enarbola el principio del fin de estos combustibles. De una u otra clase, los conflictos de intereses no faltan nunca. Solo hay una ruta válida. Una sola según el nuevo presidente argentino, el ultraderechista Milei. Duros recortes y más crisis. Para los de abajo, naturalmente. El comienzo de la nueva era. ¡Aplausos!