China ante su año del dragón más complejo

La comunidad china exhibe tradición en Elche por el Año del Dragón

La comunidad china exhibe tradición en Elche por el Año del Dragón / Matías Segarra / Matías Segarra

Isidre Ambrós

Isidre Ambrós

China encara desde el 10 de febrero el año lunar del dragón. Una figura mítica del zodiaco chino que simboliza autoridad, poder y prosperidad, y que numerosos maestros del feng shui adjudican oportunidades sin precedentes para alcanzar el éxito. Una pertinencia que precisará el presidente chino, Xi Jinping, para dirigir la suerte del gigante asiático a lo largo de este año a tenor de la compleja situación doméstica e internacional que enfrenta.

Y es que la realidad es tozuda, y a pesar de lo que digan los maestros del feng shui, el presidente chino, Xi Jinping, no debe dejar de pensar en los desafíos que acarrea el año lunar que arranca ahora y que se adivina muy complejo para la segunda potencia mundial. En su mente deben estar la delicada situación económica que atraviesa el coloso asiático, Taiwán y las relaciones con Estados Unidos. Todo ello además de los conflictos bélicos en Ucrania y Gaza, así como la tensa situación en el mar Rojo con sus implicaciones en el comercio internacional y la creciente influencia de Rusia en Corea del Norte, hasta ahora el patio trasero privado de China. Asuntos en los que la falta de empuje de Pekín merma su influencia internacional.

A nivel interno, a Xi le quita el sueño el bienestar de los chinos y la pérdida de su poder adquisitivo. A simple vista, la economía china se mantiene fuerte, ya que creció un 5,2% el año pasado, cumpliendo el objetivo del gobierno. El panorama sin embargo está lleno de nubarrones. La deflación se ha instalado en la economía china y todo indica que al gobierno de Pekín les costará superarla. La crisis del sector inmobiliario tiene visos de prolongarse en el tiempo y sitúa a China con un exceso de 50 millones de viviendas, con el consiguiente impacto negativo en la confianza de los consumidores y la inversión empresarial. Y a ello se suma el problema de la deuda local, que elevó el endeudamiento total del país hasta el 287% del PIB en 2023, así como una tasa de paro juvenil superior al 20%.

Una coyuntura que Xi podría mejorar promoviendo el espíritu empresarial local con el fin de reactivar la economía. Una meta que podría alcanzar si optase por flexibilizar su rigidez ideológica y su obsesión por anteponer la seguridad nacional al desarrollo de la economía del país. Una firmeza, por otra parte, que ha impulsado a las empresas extranjeras a reducir sus planes de inversión en China y a buscar alternativas. Algo impensable un tiempo atrás.

Pero si Xi recibe el año nuevo lunar debilitado por la vulnerabilidad de la economía china, en el ámbito exterior navega en un mar de incertidumbres. Le guste o no, la realidad es que en 2024 su marco de actuación estará condicionado por las elecciones presidenciales que tendrán lugar en EE.UU. en noviembre. Y no es exagerado pensar que el presidente Joe Biden adoptará la mayoría de las decisiones en materia de política exterior -Ucrania, Gaza o la crisis del mar Rojo- pensando en los comicios de noviembre, incluidas las relaciones con China, al margen de que el gigante asiático se pueda convertir en tema de debate electoral. Un condicionante nada halagüeño para Pekín, que teme convertirse en blanco de un endurecimiento de Washington.

Tampoco tendrá fácil gestionar Xi las relaciones con Taiwan, que en mayo estrenará nuevo liderazgo. El futuro presidente, Lai Ching-te, ya ha advertido que es contrario a la reunificación de la isla con China. A lo que Pekin ha respondido que no retomara el diálogo con Taipei y es de esperar que prosiga con su política de hostigamiento. Un panorama que augura más tensión en la región, ya que Washington ha anunciado más apoyos a Taiwan y que mantendrá su presencia en el mar Meridional de China. Unas declaraciones que forzarán a China a aumentar su asertividad en la región, con el riesgo de convertir el Indo-Pacífico en una nueva zona de tensión internacional.

Y lo último que le faltaba a Xi Jinping es que Rusia haya apostado por acercarse a Corea del Norte, un país eremita que hasta ahora hacia oír su voz a través de Pekín. Un dialogo que sin duda debe inquietar a las autoridades chinas que temen una pérdida de influencia con su vecino del norte, incontrolable poseedor de armas nucleares, en favor de Moscú.

Así, se puede afirmar que este año Xi necesitará toda la autoridad, inteligencia y fortaleza que representa el dragón para gestionar la compleja coyuntura doméstica e internacional que afronta China si quiere mantener el pulso geopolítico y económico con EE.UU. por el liderazgo mundial.