Opinión

1924: Punto de inflexión en la Festa d'Elx

La "Judiada" en 1935.

La "Judiada" en 1935. / JAIME ANTÓN SORIANO / APME

El día 23 del presente mes de marzo se cumplen justamente cien años de la creación de la Junta Protectora de la Festa. Un organismo que, tras varios años de propuestas y de campañas de prensa, lideradas en su mayoría por el erudito historiador Pedro Ibarra y Ruiz, intentaba que el Misteri recuperara su primitivo esplendor. Esplendor que había ido perdiendo, sobre todo, desde la desamortización de 1835 que supuso la supresión de la capilla de músicos y cantores de Santa María. Y que se agravó a finales del siglo XIX y principios del XX con la falta de recursos económicos que impedía la renovación del vestuario, de tablados o de elementos escénicos, que presentaban un aspecto muy envejecido.

Fue el Ayuntamiento surgido de la Dictadura de Primo de Rivera el que se decidió a dar un paso adelante con la creación de dicha Junta Protectora. Estaba formada por una junta de gobierno que presidía el alcalde, Diego Ferrández Ripoll; el párroco de Santa María, Bernabé del Campo, era presidente segundo; y contaba con dos vicepresidentes: Vicente Torres, presidente, a su vez, de la comisión de festividades del Ayuntamiento, y Fernando Pérez Ojeda; un tesorero, Diego Pascual Oliver; un secretario, José Pascual Urbán; un cronista, Pedro Ibarra; un vocal artístico, Óscar Esplá; y dos vocales más, los párrocos de San Salvador, Francisco de P. Seva, y de San Juan, Antonio Soria. Para su funcionamiento se organizó en cuatro comisiones denominadas «de fiestas cívicas», «de hacienda», «artística», y «de propaganda», integradas por José Bernad, Fernando Fenoll, Casto Torregrosa, Alberto Asencio, Joaquín S. Rabaza, Vicente Verdú, Ramón Chilar, Lorenzo Torres, Fausto Román, Juan Ferrer, José Mas, Jaime Martínez, Francisco Espinosa y Rafael Buyolo. La Junta Protectora fue ratificada por el pleno del Ayuntamiento de Elche y sus 24 miembros tomaron posesión el día 1 de abril. 

Hay que señalar que Ibarra y Esplá se conocían previamente ya que ambos, como miembros respectivos de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, formaban parte de la Comisión Provincial de Monumentos de Alicante, dependiente de la Diputación Provincial. Precisamente, a Esplá se le encomendó la revisión de la música de la Festa. Aunque todavía no conocemos con exactitud el alcance de esta primera intervención, sabemos que fue auxiliado por los músicos locales Salvador Román, organista de Santa María y maestro de capilla en diversas ocasiones, y Ginés Vaello, director del Coro Clavé, que también sería maestro de capilla a partir de 1927. Se eligieron las mejores voces de entre los componentes de los coros locales y se repuso la escena de la «Judiada», de gran fuerza musical y dramática, que había sido suprimida a finales del siglo XVIII, al menos en su escenificación. Para ello fue necesario confeccionar de nuevo el vestuario de los judíos, diseñado por el mismo Ibarra.

Pero, además, se aprovechó esta revisión musical para realizar otra de carácter escénico, siguiendo las sugerencias de los intelectuales que habían visto el Misteri desde finales del siglo XIX. Así, ese mismo agosto, se eliminaron del cadafal todas las personas ajenas a la obra, como sacerdotes, sacristanes, monaguillos y guardias municipales, que podemos ver en las fotografías realizadas por Pedro Ibarra en 1901. Al maestro de capilla, que hasta entonces había dirigido de chaqué, se le vistió «de apóstol» para que se integrara en la escena. También se suprimió el músico del bajo metal que, como último vestigio de la antigua capilla musical de Santa María, acompañaba algunos motetes.

Todos estos cambios supusieron la eliminación definitiva de detalles característicos del teatro medieval, como la presencia de instrumentos musicales o la dirección destacada del mestre de capella. Además, con el fin de conjuntar perfectamente todas las variaciones musicales y escénicas introducidas, se creó el llamado ensayo general en la tarde del día 13 de agosto, en una Santa María con las puertas cerradas a la que se accedía mediante invitaciones. 

Este ensayo general suponía un cambio radical en la concepción del Misteri. Una fiesta, la Festa, no era necesario ensayarla, sino que su desarrollo era espontáneo, de celebración. De hecho, hasta 1924 no se contaba más que con la Prova de l’Àngel para probar la tramoya del cielo y la serenidad de los niños. Con la introducción del ensayo general, que fue contestado en sus inicios por voces como las de Juan Orts Román o José Pomares Perlasia, se «teatralizaba» el Misteri, sustrayendo parte de su sentido celebrativo y litúrgico. De hecho, hasta 1927 no figuró dicho ensayo en el programa de fiestas, aunque a partir de dicho año ya se le ha considerado parte integrante de las festividades.

Como vemos, hace ahora justamente un siglo, la Festa sufrió un auténtico punto de inflexión. Tanto en su organización, como en su concepción. A partir de agosto de 1924 el Misteri entra en esa doble visión que ha llegado hasta nuestros días, no sin fricciones y tiranteces: fiesta comunitaria o espectáculo culto. La ciudad ha de reflexionar sobre esta dualidad que se mantiene en un equilibrio ciertamente precario y tomar las decisiones más adecuadas para asegurar la pervivencia del drama sacro. En este sentido, creemos que solamente una Festa enraizada fuertemente entre los ilicitanos y sostenida por la devoción de estos hacia su patrona, la Virgen de la Asunción, podrá asegurar su futuro como una celebración viva y llena de significado.