Opinión

El Gran Hotel La Confianza

Con este artículo quiero homenajear a mi bisabuelo José Bernad Valero -«El Ciri»- que fue uno de los pioneros en la introducción del turismo en Elche.

El edificio donde estaba situado el Gran Hotel La Confianza, en la Glorieta, en una imagen de esta misma semana. | ÁXEL ÁLVAREZ

El edificio donde estaba situado el Gran Hotel La Confianza, en la Glorieta, en una imagen de esta misma semana. | ÁXEL ÁLVAREZ

Con este artículo quiero homenajear a mi bisabuelo José Bernad Valero -«El Ciri»- que fue uno de los pioneros en la introducción del turismo en Elche. Conservo todavía una cartulina publicitara del Gran Hotel La Confianza en la que reclamaba disponer de un confort más propio de un hotel inglés que de una fonda ilicitana. Así decía: Electricidad, Timbres, Cuarto de Baño, W.C. - Cocina francesa y española - Restaurant a la carta - Bodega selecta. Desde luego todo un alarde de modernidad. También disponía mi bisabuelo de una cervecería llamada Universal en la Glorieta en la que anunciaba Aperitivos y Refrescos y un Café superior.

Diferencias entre la arquitectura clásica y la moderna

Hay que comenzar a entender que las diferencias entre la arquitectura clásica y la moderna no residen en el estilo ni en la decoración sino en el concepto de confort que introduce el mundo anglosajón. En este sentido creo que el primer edificio moderno fue el palacio de Westminster, sede del Parlamento de la Gran Bretaña. Fue diseñado por el arquitecto Augustus Pugin en estilo gótico inglés y pensado desde la óptica del confort, estando provisto de ventilación, calefacción, y agua corriente y saneamiento. Hoy nos parece normal que un edificio esté dotado de todos estos servicios pero en la prensa londinense era un motivo recurrente de burla. Las explosiones provocadas por el gas doméstico o las electrocuciones de la primera electricidad causaban verdadero pavor en el público y eran ampliamente comentadas en los periódicos. De hecho, he leído que en el Hotel La Confianza se electrocutó una planchadora causando un gran espanto.

Mi bisabuelo veraneaba todos los años en San Sebastián, donde tomaba nota de lo que acontecía en los grandes hoteles del país. Por las noches acudía sistemáticamente al Casino en el que perdía con naturalidad calculada. Y se dedicaba sistemáticamente a hacer publicidad de su hotel entre los veraneantes de San Sebastián, proponiéndoles invernar en un clima templado. De esta manera encontraba clientes para una vez pasado el período de veraneo residir una temporada en su Hotel de Elche. Su reclamo era el exotismo del Palmeral y el clima atemperado de nuestra ciudad.

Turismo

Comenzó por tanto Elche a atraer un turismo fuera de las temporadas de estío. Los huéspedes eran recogidos en la estación de ferrocarril de Elche o de Novelda y conducidos al hotel. El hotel disponía de un programa de actividades y visitas. Lo normal era que durante el día se organizaran actividades que estaban separadas por sexos. Mientras las mujeres acudían a Villa Carmen, un vistoso palmeral que se encontraba al comienzo de la carretera de Santa Pola; los hombres iban al Merendero, una casa de recreo situada en la carretera de Crevillente (ambos edificios han sido tristemente demolidos). Mientras las mujeres hacían obras de teatro y recitaban poemas o se entretenían simplemente comentando, los hombres jugaban al billar y a las cartas y tomaban copas servidas por algunas campesinas generosas. Estas actividades se mantuvieron desde comienzos de siglo hasta la guerra civil, y ya no tuvieron continuidad tras el conflicto. José Bernad sufrió un gran pesar con el asesinato de su hijo en el frente.

Inversiones

El Ciri invirtió sus ganancias en la compra de inmuebles que reformó, y a los que dotó de nuevas fachadas más acordes con los gustos de la época. Su modo de actuar, tanto en la calle Sagasta como en la Glorieta, fue el mismo: adquirir dos inmuebles y trazar una nueva fachada común para ambos. Hace años tuve la oportunidad de restaurar la fachada de la Glorieta que aunque disponía de un buen ritmo de ventanas carecía de ornamentación. Por el contrario, en el carrer Trinquet la fachada estaba decorada con unos dinteles de piedra con la figura de un león en el centro. Me decidí a dotar a la fachada de la Glorieta de esta decoración, reproduciendo los adornos existentes. El resultado fue una fachada que no existía pero que estoy seguro es la que hubiera soñado mi bisabuelo.

Al contemplar las casas que rehízo mi bisabuelo se apodera de mí una nostalgia de aquel Elche que comenzó a configurarse a lo largo del siglo XIX y que acabó abruptamente con la contienda civil. Durante la guerra, la casa de la Glorieta fue alquilada por el Partido Comunista de España y un cartel de don José Stalin ocupó su fachada. Tras la guerra, Falange continuó con el alquiler de la casa y un cartel del Caudillo presidió la fachada, sustituido al final por un yugo y unas flechas. Hoy, tras cuarenta años de democracia, hemos recuperado ese espíritu del siglo XIX y es un buen momento para continuar con el espíritu emprendedor de Pepe El Ciri.