Opinión | El teleadicto

Viacrucis ferroviario

Imagen del cercanías Alicante - Murcia. / Tony Sevilla

Informe semanal se pareció a Repor y adoptando sus formas y su narrativa nos presentó un trabajo peleón acerca del caos que reina en los Rodalíes catalanes, donde llegar a tiempo a trabajar o a hacer una entrevista de trabajo, al médico, a impartir o a recibir clases es obra del azar. Todo depende de que el tren llegue o no llegue. Lo malo es que las probabilidades de que lo haga con puntualidad son escasas. Cada dos días se produce una incidencia grave. Las cotidianas casi no se cuentan porque son continuas. Ello en un medio de transporte masivo del que depende una buena parte de la población. Cerca de medio millón de ciudadanos lo usan cada día en Cataluña. El reportaje de Rubén Urdiales puso el foco en la rabia de los pasajeros, para quienes levantarse cada día supone una ruleta de la suerte. Porque la pregunta inicial es: ¿pasará el tren o no pasará? Y en caso de que lo haga, ¿a qué hora llegará?

Por desgracia, y perdón por aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para decirlo, en el núcleo de Cercanías Murcia-Alicante estamos mucho peor, y no hay ningún equipo de Informe semanal ni de Repor que lo vayan a contar nunca. Somos periferia de la periferia, porque cuando hablan de cómo van los Cercanías en Valencia solamente se refieren al núcleo específico de «Valencia».

El Murcia-Alicante está sin electrificar, funciona con una vía única y con motores diésel, por lo que cada vez que se cruzan dos convoyes uno tiene que esperar al otro en la estación o apeadero más cercano. Las frecuencias en ocasiones son de 90 minutos, por lo que de Cercanías solamente tienen el nombre. Pero nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto de impaciencia y rabia.

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