Las ONG tiran de donaciones de sus voluntarios para atender la emergencia social

Las aportaciones permiten cubrir los meses en los que se terminan los alimentos que la provincia recibe de Europa - Algunas entidades se han gastado en el primer trimestre más de 24.000 € en comprar comida

Dos facturas de compra de alimentos, cada una de 3.000 euros, de Despensa Solidaria. | ALEX DOMÍNGUEZ

Dos facturas de compra de alimentos, cada una de 3.000 euros, de Despensa Solidaria. | ALEX DOMÍNGUEZ / J.hernández

J. Hernández

J. Hernández

La emergencia social que no cesa a causa de la pandemia obliga a un número creciente de entidades y oenegés de la provincia a tirar de donaciones de voluntarios, cuotas y otras aportaciones de socios para comprar comida y auxiliar a las familias que lo necesitan. Gracias a la ayuda ciudadana en dinero y especie, que se triplica en una explosión de solidaridad frente a lo que era habitual antes del covid-19, pueden hacer frente a la demanda creciente de las personas más vulnerables, con nuevos perfiles entre los que hay abogados, profesionales liberales, trabajadores de la hostelería, personas en ERTE y de la economía sumergida. La tercera ola del covid fue tan grave que multiplicó por cinco las ayudas para comer de la caridad.

Hay oenegés que en el primer trimestre del año ya se han gastado 24.000 euros en comprar comida. Llegan donde no lo hacen las instituciones, y cubren los vacíos en el reparto del Banco de Alimentos, como el de febrero, cuando la comida se había terminado. La entidad ahora está distribuyendo un millón de kilos de la Unión Europea a través de asociaciones intermediarias, pero no llegará a todos los solicitantes hasta finales de abril, por lo que se recurre a la donación privada para estirar la ayuda.

Despensa Solidaria funciona en base a los listados de peticionarios que le envían centros sociales y los centros de salud. Desde enero destina una media de 2.000 euros semanales, dinero que procede de cuotas y donaciones, a la atención a 910 familias (2.800 personas), entre las que han distribuido 51.000 kilos de alimentos, siempre con la colaboración de la Policía Nacional. En todo 2020 atendieron a 2.688 familias con un gasto de 44.500 euros. Este año prevén alcanzar los 100.000 euros en ayuda, lo que da idea del alcance de la emergencia social que no da tregua, y que está acabando con sus fondos, pues cada vez les cuesta más obtener dinero. De ahí que hagan un nuevo llamamiento a la solidaridad.

«¿Qué cómo nos financiamos? Con cuotas de socios, donaciones, aportaciones de voluntarios y con la pequeña parte con que apoya el Ayuntamiento de Alicante», explica la presidenta de la entidad, María José Solbes, aludiendo a los 10.000 euros de subvención municipal. «Cubrimos una necesidad que ni los ayuntamientos ni la Generalitat cubren, con una mínima ayuda por su parte. Estamos haciendo una cosa que tendría que hacer la Administración. Si fuera así, no tendríamos que asistir nosotros». En cuanto a la comida del Banco de Alimentos, en febrero se les acabó y las facturas de las compras en ese mes eran de 3.000 euros semanales porque faltaba hasta leche, lentejas y arroz. La ayuda europea ya les ha llegado aunque siguen haciendo compras de 1.000 euros semanales para completar las entregas con productos de higiene y otros de alimentación que no incluyen los lotes oficiales.

El Banco de Alimentos, que también recurre a la donación privada para estirar la ayuda y evitar el desabastecimiento de las familias, es el tercero que más lotes reparte en España de la ayuda de la UE tras Madrid y Barcelona, y el sexto sumando la donación privada y el reparto de frutas y hortalizas donadas por el Estado, 25.000 kilos a la semana en la provincia de Alicante. Esta entidad atiende a más de 50.000 usuarios, 15.000 más que antes del SARS-CoV-2. Un 46% de la ayuda que canaliza procede de la UE, un 15% del Gobierno central, y más de un 35% de donaciones privadas, entre lo que aportan cooperativas, fabricantes, empresas y distribuidores, además de la ayuda social del ciudadano a través de la gran recogida. Siempre en especie. «Tenemos muy pocas donaciones en dinero, y con ellas se compran alimentos que no entran por los otros canales. Las donaciones de ciudadanos son finalistas, es decir, en forma de alimentos», señala su director, Juan Vicente Peral. Como ejemplo, dijo que de los casi seis millones de kilos distribuidos en la provincia en 2020, solo 40.000 kilos, apenas el 1%, «una medida muy menor», los adquirieron con aportaciones en dinero. Los alimentos más demandados son el azúcar, la pasta, los fideos, cacao, aceite y leche, con un suministro muy importante. Peral espera que la comida llegue hasta junio con la ayuda europea y con lo que compren gracias a lo recaudado online en la gran recogida.

Hortalizas que envía el Estado al Banco de Alimentos, 25.000 kilos semanales a la provincia. | PILAR CORTÉS

Hortalizas que envía el Estado al Banco de Alimentos, 25.000 kilos semanales a la provincia. | PILAR CORTÉS / J.hernández

Según los datos de las entidades, el hambre se cronifica en la provincia y cada vez más ciudadanos comen de la solidaridad. Cáritas puede atender a cuatro veces más familias que antes (alrededor de 40.000) porque las donaciones se han triplicado. La entidad dependiente de la Iglesia se ha gastado en intentar atajar situaciones de pobreza más de un millón de euros en un año. De ellos casi 300.000 euros de reservas que tenían de los últimos ejercicios que se han destinado a la emergencia del covid. A este dinero se suma lo que llega de Cáritas España, y una buena parte, 350.000 euros, procede de donantes comprometidos para responder a la situación: fundaciones, empresas y particulares. «Afortunadamente las aportaciones de la gente han crecido en pandemia, a nivel provincial y nacional», señala el director de Cáritas Diocesana en Alicante, Víctor Mellado, quien pone en valor el papel fundamental en estos meses de las ONG y las entidades para atender el aumento de vulnerabilidad porque «en unas ciudades hay más coordinación y en otras menos. La Administración siempre es muy lenta en dar respuesta e instrumentar soluciones. Cruz Roja, nosotros, las diversas asociaciones, incluso de vecinos, nos hemos convertido en una pata, la social, sobre las que muchos se apoyan, más que en la institucional». Frente al reparto de lotes de comida, Cáritas apuesta cada vez más por la política de vales, que se entregan a las familias, con un seguimiento, para que compren en el supermercado también carne y pescado y puedan complementar la dieta. Dependiendo de su situación, se les dan esos vales cada 15 días. Asimismo, colaboran con el pago de alquiler y otras facturas.

Cruz Roja, que también distribuye comida de Europa, va tras la tercera ola por los 270.000 usuarios de todo tipo de atenciones (sintecho, empleo, inclusión, aparte de dar de comer) frente a los 200.000 de 2020, que ya eran el doble que en 2019. Solo en enero y febrero dieron comida y ayudas de vulnerabilidad a 86.000 personas. La entidad puede hacer frente a tal necesidad porque las donaciones provenientes de empresas y de la ciudadanía, en definitiva, el apoyo de la sociedad a Cruz Roja, ha aumentado en un 180% el último año, es decir, casi se ha duplicado. La entidad ha gastado hasta el momento 2,5 millones de euros en apoyar la crisis social a través del plan Responde, en lo que los responsables de la ONG califican como una enorme movilización ante «un reto histórico».

Rifas solidarias para no tener que cobrar cuotas

La ONG Cometas y Sonrisas atiende a más de 400 familias y se nutre de donaciones de particulares, que se han triplicado en unos meses, pero siempre en comida o especie porque no cogen dinero. Su responsable, Paqui Moya, destaca la forma diferente de funcionar de esta entidad, que no cobra cuotas y opta por rifas solidarias. «Atendemos a cualquier persona porque vulnerables y pobres hay en todas partes», dice. Gran parte de sus entregas son productos de higiene y para bebé, organizan cumpleaños para niños y donan desde máquinas de coser a cortinas, cuentos y todo lo que una familia necesite.

Suscríbete para seguir leyendo