El Hércules pierde con el Saguntino y abre la puerta a la recesión

La pesadumbre ha vuelto. Parecía que se había marchado, que había huido, pero fue solo un engaño, un truco, un regate largo, un espejismo, otro más... o puede que sea el mismo. Regresa el deambular atribulado, la contención invisible a pesar de la montonera de hombres atrás. Se acomodan en la mirada los partidos conformistas, sin apenas tirar a puerta, sin tener el control, con todo el mundo más pendiente de quien pita que del que lleva el balón. Retorna el recelo futuro, los «esto se veía venir», los recurrentes «ya os lo dije» de quienes aciertan pase lo que pase.

Hércules: La mitad de la competición a remolque

Vuelve la desconfianza porque, después de un mes con leves síntomas, el Hércules ha entrado en recesión. Asusta, sí, pero mirar hacia otro lado no servirá de nada. Al menos de nada útil. Tercera derrota del curso. Todas sobre moqueta. Un mal augurio teniendo en cuenta que son la mitad de los partidos que los blanquiazules han disputado sobre caucho hasta la fecha y, lo peor, que aún resta otra media docena de visitas a terrenos de juego de hierba pintada y hecha de plástico. Segunda por 3-1. La coincidencia intimida.

Para ser campeón en la cuarta categoría hay que lograr que algo así no pese tanto porque es el pan de cada día. Seguro que hay una coartada plausible. Puede que hasta más de una, pero eso no cambia nada la radiografía de un equipo que está yendo de más a menos, que tocó techo contra el Mestalla y, desde entonces, ha ido perdiendo consistencia, idea reconocible de juego, referencias en cada una de sus líneas, en las tres.

El Hércules cayó en Sagunto porque el viejo Morvedre es un campo insidioso, gastado, con el suelo duro y áspero como el cemento. Eso se entiende bien, se lee rápido. Pero quedarse ahí supondría un grave error dado que el campo actúa en contra de los dos oponentes, no solo de uno. La apuesta de Torrecilla por los tres centrales en una defensa de cinco piezas confirma su temor a la moqueta y, también, que en situaciones semejantes es su idea la que se supedita a las exigencias del rival y no al revés. No es la primera vez este curso. Ha sido así casi siempre en este tipo de superficie sintética, y no ha valido para conseguir gran cosa.

Un penalti protestado por los visitantes a la media hora de juego le da al Atlético Saguntino la llave de la victoria

El primer disparo de los blanquiazules dentro de los límites de la portería romana no llegó hasta el minuto 56. Para entonces, los visitantes ya perdían 1-0 y se habían quedado sin su portero titular, consecuencia ambas desgracias de una pésima primera parte. Mala a rabiar. 45 minutos insufribles con los alicantinos fuera de lugar, sin presencia ofensiva, sin argumentos con la pelota y sin peso en el ritmo de juego.

Cambio forzado

Carlos Abad se marchó antes de la media hora. Le dijo al entrenador que se notaba mal, que algo no iba bien en la rodilla, que lo sintió al sacar de puerta. El técnico, sugestionado por la naturaleza abrupta de la alfombra de caucho, le mandó al banco. Entró Cendón sin calentar, sin minutos de vuelo, sin pensarlo mucho para no salir huyendo. Si en un sitio hace falta experiencia es en un campo en el que el rival te bombardea con centros directos.

El desconcierto que generó la pérdida del guardameta desembocó en una mala ayuda defensiva, tardía, que impulsó a Juanmi a meter la pierna casi a ciegas. Derribó (o no) a Néstor Querol y vio la amarilla. La primera. El delantero romano se encargó de ejecutar la pena máxima. Engañó a Cendón, que eligió mal, y puso a su equipo en ventaja un cuarto de hora antes del descanso. 

La expulsión de Juanmi por doble amarilla y un error de Samu arruinan el intento de remontada tras el gol de Mangada

Fue el broche a un medio tiempo ganado por empuje, por insistencia, por derroche energético. Sometió al Hércules, le arrinconó en su área y le tuvo ahí sin que el aspirante a líder diera signo alguno de poderse levantar, de fortaleza, de capacidad de reacción. A pesar de eso, Torrecilla decidió no mover pieza, confiar en los mismos hombres creyendo, ingenuo, que eso les ayudaría a levantarse.

No lo hicieron. Javi Pérez pudo sentenciar por el carril del joven Hugo Sanz, pero dejó claro por qué su equipo inició la jornada en descenso con solo tres triunfos en 12 fechas. En otra dinámica, esa amnistía se la debían de haber hecho pagar. No pasó, de modo que el técnico blanquiazul por fin modificó el plan de inicio. 

Rompió la defensa de cinco. Eligió para ello a uno de los centrales amonestados (Nolan) y dejó a Juanmi al lado de Josema. Apenas varió el escenario. En el enésimo balón colgado por Juanma Acevedo desde un lateral, nuevo despiste coral y Kike Torrent, liberado, sin alguien cerca, ni siquiera el guardameta, patea a placer en el segundo palo después de una peinada anunciada a bombo y platillo.

Mangada, que suplió a un César Moreno intrascendente, armó la pierna 60 segundos después del 2-0 y, desde la frontal, recortó la diferencia. A otro Hércules, al del arranque liguero, al de Paterna, le habría valido para creer en la remontada. A este de ahora, no.

Juanmi volvió a meter el pie a bulto y se fue a la ducha dinamitando la tímida reacción. Después, un error alevín de Samu Vázquez, regalando el esférico siendo el último (y único) defensor, a un metro de Cendón, le valió a Querol para sentenciar plácidamente un derbi que se parió mal, que activa la alerta amarilla. El liderato se aleja, sí, pero todavía sigue a tiro. ¡Despierten!