Mapa de conquistas

Alcaraz en Wimbledon.

Alcaraz en Wimbledon. / EP

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Wimbledon es otra cosa. El certamen de tenis más antiguo conserva el toque de distinción con el que plantó sus reales allá por 1877. Y mantiene ese empaque pese a la cantidad de partidos que han de aplazarse por la lluvia. De celebrarse en noviembre todavía estaría cerrándose alguno de la primera edición.

Gane o pierda el encuentro que sea, Alcaraz es un descarado y su irrupción se ha producido cuando el fenómeno Nadal está diciendo adiós. No es casualidad. Con la modernidad democrática haciendo estragos, este viejo país se ha convertido en una primera potencia mundial en no pocos recintos: desde el de la raqueta hasta el del var pasando por el de la canasta, más balonmano, ciclismo...y hasta bádminton. Y en asaltos de chicos y de chicas para quienes, «in illo tempore», la gran meta asignada no era otra que la de contribuir con entrega al reposo del guerrero.

Son huellas indelebles que anidan en el subconsciente de buena parte del personal, heredadas de sus ancestros y dispuestas a ser restauradas en cuanto la ocasión lo propicie. Quién quiere progreso. Lo importante no son las conquistas, sino de qué conquistas estamos hablando. ¿Cómo va a ser lo mismo ganar una competición con el tiki taka que alzar el trofeo al son del cabezazo racial de Marcelino que dejó a la Unión Soviética para el arrastre? La diferencia reside en el mando. Mientras Del Bosque levantaba sospechas, el seleccionador Villalonga del 64 era ni más ni menos que teniente coronel. Luis de la Fuente, el actual, es buen tipo y casi de comunión diaria por lo que solo debe preocuparse de que rule el «cuatro/cuatro/dos».

Santana se impuso por sorpresa en la hierba londinense con el escudo del Madrid cosido en su polo. Era el sino de los tiempos. Conchita Martínez lo logró tres décadas después. Normal. Si superan contrariedades, contamos con contrastadas aspirantes que han de estar preparadas por si llegaran ciertas prédicas desde altas instancias. Sin ir más lejos, «no me gusta que en los torneos te pongas la minifalda».