HOJA DE CALENDARIO

La transmisión intergeneracional de la pobreza

Antonio Papell

Antonio Papell

El cometido principal de un Estado moderno y desarrollado como el nuestro ha de ser procurar la igualdad de oportunidades de todos en el origen. Es decir, todo recién nacido en el seno de una familia de cualquier clase social ha de tener las mismas oportunidades de instalarse en la vida según sus deseos y capacidad. Para ello, debe tener garantizados la subsistencia material y los grandes servicios públicos –sanidad y educación sobre todo- de calidad.

En España, sin embargo, tenemos una de las tasas más elevadas y cronificadas de pobreza infantil: alcanza el 28%. Y es poco comprensible que este indicador haya bajado solo cuatro untos entre 2014 y 2021 (en la mayoría de países de nuestro ámbito, la bajada en este periodo ronda el 8%). Ello explica, por ejemplo, que los graduados universitarios provengan sobre todo de clases sociales con recursos, marcándose una dolorosa e inaceptable diferencia entre ricos y pobres que demuestra que se ha estropeado el ascensor social. El Ingreso Mínimo Vital es un paso relevante en la lucha contra tales desequilibrios pero su cuantía actual es poco más que simbólica, lo que ayuda a afirmar una evidencia poco edificante: en España, la paternidad empobrece. No es extraño de que la tasa de natalidad sea tan baja en nuestro país.

A muchos nos gustaría mucho que estos asuntos estuvieran de modo permanente en primera línea de la política y del debate mediático, pero no es así. El amigo lector sabe que unos y otros estamos enzarzados en pequeñas querellas que se producen de espaldas al interés general. Por eso la democracia se devalúa y se arriesga a abocarse a un destructivo descrédito.