Opinión | Oído, visto, leído

Felicitémonos, sí

El Congreso envía la ley de Amnistía a un Senado con mayoría absoluta del PP

Vídeo: AGENCIA ATLAS Imagen: EFE

Si hubiera un índice que midiera la altura de los políticos europeos de todo signo y condición por su actuación en las últimas semanas, los españoles estarían sin duda pelín bajitos en el ranking. Para qué queremos realities si ya tenemos uno inmejorable y fantástico rodado minuto a minuto en el Congreso y Senado como plató, en vez de en la casa de Guadalix de la Sierra. Veinticuatro horas non stop de garrotazos sin tregua.

Pero quién nos ha puesto la pierna encima, quién. Cuál será la nueva barbaridad que se diga, qué treta legal novedosa se intentará utilizar, qué institución nos falta por hundir. Es verdad que tenemos un presidente que, cual Eddy Mercx, impone un ritmo frenético para llegar a un Tourmalet que nadie sabe dónde está, pero también lo es que aquí no se queda a la zaga ni dios, rompiendo todos los huevos y platos que hagan falta, y más. Incluso Rafael Hernando, líbero leñero de antaño de la bancada popular, parecería ahora un tierno socialdemócrata sueco ante las lindezas que sueltan día tras día sus compañeros en unas cámaras cada vez más bajas. Y con una Francina Armengol mohína y los asuntos sentimentales entrando en escena, cada vez veo más a ese figurón tan humilde de la tele mundial que es Jorge Javier Vázquez dando y quitando turnos de palabras, y soltando soflamas anarco-revolucionarias a los ujieres mientras les pide un vodca con limón, para entender mejor el reglamento.

Y es que, como si de una apisonadora se tratase, en apenas quince días hemos soportado de todo, a saber: el capítulo siguiente de ese esperpento cutre que es el caso Koldo; la aprobación de una ley de amnistía que ha dado vergüenza ajena (y lo que nos queda); el inigualable comunicado de la fundación Faes, donde quedó claro el grado de reflexión y compasión que, veinte años más tarde, tiene su presidente de honor; peticiones de dimisión de la tercera autoridad del Estado, de varios ministros, de la presidenta de la Comunidad de Madrid; petición de reunión de la comisión de conflictos de interés por la actividad de la mujer del presidente del gobierno. Y todo esto sazonado diariamente con declaraciones de portavoces de uno y otro lado (Montero, Alegría, Sémper, Tellado, Gamarra, López…) a cual más ecuánime y equilibrada. A todos ellos los metemos en Supervivientes y acaban comiéndose vivos a los cámaras, sodomizando a los guionistas y pegando fuego a la isla.

Pero felicitémonos, como decía Bolaños, que cree que todo va a ser paz, concordia y reconciliación en apenas unos meses. La tristísima realidad es que lejos de habernos ido convirtiendo en un país aburrido, racional y previsible como varios de nuestros primos europeos, los españoles continuamos fascinados por el concepto de la picaresca y los réditos que deja, por tener un alma bizarra y gritona que no huye nunca de una buena gresca, por montar siempre bandos (o muros, o zonas, o bloques) a uno y otro lado a los que insultar y por preferir siempre una buena pelea a un aburrido pacto. Los garrotazos no como consecuencia, sino como estrategia de fondo. Con un gobierno que no sabemos cuánto ni cómo durará, una oposición que se pasa siempre tres pueblos, y con un montón de riesgos rondando -desde el crecimiento de unos agravios territoriales que sacarán lo peor de todos nosotros, pasando por una polarización que hace imposible los acuerdo entre los grandes partidos, y acabando con un sistema judicial (pieza fundamental de cualquier estado democrático) totalmente encabronado-. Y tres elecciones seguidas que van a hacer que los pajaritos canten y las nubes se levanten, claro que sí. Mercedes Milá (otra grande de la televisión mundial, como Jorge Javier), no lo tendría nunca tan fácil: España, estás nominada.