Opinión

¿Somos iguales o desiguales?

Multitudinarias manifestaciones por la igualdad este 8M en las principales ciudades españolas

Agencia ATLAS | Foto: EFE

La igualdad es una vieja aspiración del ser humano, pero que a estas alturas todavía no se ha conseguido. Y ello, quizás, ha venido motivado más por la falta de un deseo global de conseguir implementar la igualdad que por su dificultad. No se trata, pues, de que existan dificultades para que la igualdad entre los seres humanos pueda convertirse en una realidad palpable, sino que existe una gran parte de la población que no quiere que se implante la igualdad y que prefiere “navegar” más en la desigualdad que en la igualdad. Y es que a muchas personas les interesan las diferencias que existen entre las personas y por nada del mundo quieren que éstas desaparezcan, sino que se perpetúen de por vida.

De esta manera, existen desigualdades entre hombres y mujeres en muchos planos, y entre personas de distinta raza y condición. Y también, en ocasiones, no se ve mucho interés en corregirlas. Y lo que es peor, porque lo que se percibe es que se quieren poner obstáculos en todos aquellos intentos que puedan existir en corregir las desigualdades bajo el argumento de que la teoría de la existencia de desigualdades en determinados planos o campos es algo “inventado” y que no se ajusta a la realidad.

El objetivo de este planteamiento “negacionista” de las desigualdades viene propiciado, pues, por ese deseo de que todo “siga como está” y que estas se sigan manteniendo, o que, incluso, la distancia de la desigualdad se siga incrementando. Por ello, la aspiración por conseguir la máxima igualdad en todas las esferas de la vida no es una “postura”, sino que es una razón para seguir trabajando en denunciar todos aquellos supuestos en los que se atente contra la debida igualdad que debe presidir el “estatus” de todas las relaciones y áreas en las que pueda producirse una posición de desigualdad que por su propia naturaleza lo que hace es provocar una situación de patente “injusticia”. Veremos, sin embargo, que la única diferencia está cuando quien es desigual es porque quiere estar en un plano de inferioridad frente a otros, pero porque se esfuerzan menos y que otros están en un plano superior porque se esfuerzan más. Aquí, la “desigualdad” es buscada por cada uno.

Si no es así por demérito de cada uno, la verdadera esencia de la desigualdad es que no es algo natural, o en lo que el sujeto afectado es el “culpable” de ser desigual, sino que es el propio sistema el que ha propiciado esa desigualdad de forma “interesada” para que unas personas prevalezcan frente a otras y que existan situaciones y posiciones de “inferioridad” buscada de propósito por otros para que las diferencias entre unos y otros sean una constante y una realidad.

Resulta obvio que pueden existir situaciones de desigualdad en la vida, pero que son porque las personas se esfuerzan más unas que otras para conseguir sus objetivos; es decir, porque en unas personas existe más disciplina y capacidad de organización y que dedican más horas en el trabajo que otras, porque hay una máxima que es evidente, ya que cuantas más horas se dedica al estudio y al trabajo más rendimiento existe desde el punto de vista individual para las personas y desde el punto de vista colectivo para la sociedad, por ejemplo, en las empresas y en los servicios públicos.

Existe, así, una desigualdad en ocasiones, pero que es provocada por las propias personas cuando no quieren poner los medios que disponen a su alcance para conseguir los fines que se pretenden. Por ello, son desiguales frente a otras personas, pero porque esa desigualdad la han provocado ellos mismos, no porque se la han impuesto. Por ello, unas personas son mejores que otras porque se esfuerzan más, y es por ello por lo que en esa “desigualdad” el sistema no tiene nada de culpa, sino que la tiene quien no quiere esforzarse y quiere ser “diferente” a otros en su rendimiento, porque no ponen todo su empeño a su alcance para ser mejores y más eficaces.

Lo que se cuestiona con las críticas sociales a la desigualdad es cuando las personas no pueden ni tan siquiera poder ser iguales desde la línea de salida, y cuando hagan lo que hagan seguirán siendo desiguales, porque ello provoca una gran desilusión y desmoralización en quien comprueba que la desigualdad está impuesta de salida haga el esfuerzo que haga para intentar contrarrestarla.

De esta manera, conseguir la igualdad “de salida” entre las personas provoca que quien quiera superarse sabe que depende de su esfuerzo para ser mejor en la vida, y no que esta sea la que te impide que, aun con tu esfuerzo, puedas llegar a serlo.