Opinión

Odio al turista

El Mercado Central de Alicante quiere intentar regular la entrada de turistas

El Mercado Central de Alicante quiere intentar regular la entrada de turistas / Pilar Cortés

Parece paradójico que en un país en el que gracias a la llegada de visitantes extranjeros se ha superado la crisis económica derivada de la pandemia mucho mejor que el resto de miembros de la Unión Europea y en un país en el que los ingresos por el turismo representan ya el 20% del PIB, un PIB que no deja de crecer año tras año, con unos ingresos por turismo que en el año 2024 se van a aproximar a los 200.000 millones de euros, resulta extraño, repito, la ola antiturista que se ha generado en España en los últimos tres o cuatro años. Esta moda antiturista comenzó hace diez años en el seno del nacionalismo catalán que entendió su rechazo a los visitantes extranjeros como una forma de acentuar su deseo de una Cataluña independiente y como una manera de subrayar su rechazo a todo lo que viniera de fuera de esas fronteras suyas personales e imaginarias. Se empezaron a ver pintadas en las calles con el lema tourists go home porque, al parecer, los extranjeros desvirtuaban el modo de vida nacionalista y porque había que buscar algún causante externo al desastre sanitario, educativo y de falta de vivienda pública que había dejado en herencia la extinta CiU.

Esta moda se extendió a otras comunidades autónomas, como la valenciana. En cierta izquierda valenciana, en Compromís y en un sector del socialismo, se comenzó a culpabilizar al turismo de la subida de precios de la vivienda, de la subida de los tipos de interés, de que no hubiese viviendas disponibles en el centro de las ciudades y de una supuesta pérdida de la identidad valenciana. Y por supuesto los pisos turísticos. A pesar de que en Valencia capital sólo el 3% de las viviendas se alquilan a turistas, de las cuales la mitad son en realidad alquiler de habitaciones individuales, se ha culpabilizado a este tipo de viviendas de todos los males existentes. Lo que se trató de esconder, en realidad , es la incapacidad de alcaldías gobernadas por la izquierda de crear un parque público de viviendas sociales con alquiler a precios bajos para familias necesitadas.

Hace unos días el Diario INFORMACIÓN explicaba en un artículo de la sección de economía que los visitantes extranjeros gastaron 2.633 millones de euros el año pasado en establecimientos de la Comunidad Valenciana. Este gasto ayudó de manera decisiva a la cuenta de resultados de miles de comercios, tiendas de ropa y restaurantes por la cantidad y porque este dinero se repartió a lo largo de todo el año. Es decir, que el turista extranjero no sólo no acaba con los comercios del centro de las ciudades si no que ayuda a su sostenimiento al revés de lo que se ha dicho. Los propios comerciantes afirman que los españoles compran en su gran mayoría por internet con lo que estas compras hechas por los turistas extranjeros ayudan al sostenimiento de los empleos en este sector. A principio de siglo, cuando yo era joven, recuerdo que se puso de moda irse a vivir a un adosado a las afueras de las ciudades. Parejas de recién casados que yo conocía se compraron una de estas casas que a veces incluían un campo de golf en las zonas comunes. Alicante y Valencia vieron surgir este tipo de nuevas urbanizaciones que a su vez motivaron que a su alrededor se expandieran una pequeña red de servicios como restaurantes, panaderías, farmacias y supermercados, además de nuevas líneas de autobuses y tranvías. Nadie se quejó porque había campo para todos.

Hasta que un día se puso de moda regresar al centro de las ciudades. Las redes sociales, las citas de Tinder, subir a Instagram fotografías en el bar de moda y el tardeo hizo el resto. A ello hay que sumar la infantilización de la sociedad española en la que se es joven hasta los 50 años. Hay más parejas jóvenes con perro o gato que con hijos y por tanto ya no hace falta tener jardín por el que corran los niños. Un piso en el centro es mejor. Y no muy grande, así no hay que limpiar. En Valencia, ciudad donde vivo, hay alquileres que van de los 400 a los 1.500 euros y pisos en venta por poco más de 100.000 euros. Para elegir las opciones más económicas hay que estar dispuesto a alejarse del centro de la ciudad. Así de simple. Y creo que cuando se es joven no pasa nada por utilizar el transporte público.

Irresponsables políticos de izquierda convencieron a una parte de la ciudadanía de que si no encontraban vivienda es porque en España hay unas 340.000 viviendas turísticas que incluyen un tercio que sólo son alquiler de habitaciones individuales. Pero lo que nunca dicen es que sólo en la provincia de Alicante hay 209.000 viviendas vacías y que en el conjunto de España hay 3,8 millones de viviendas vacías según el INE.

El Diario Levante, también hace unos días, informaba que desde que la compañía Wolkswagen filtró su interés por construir una gigafactoría de baterías en Sagunt el precio de los alquileres ha subido un 66% y el de compraventa se ha disparado también. Culpa del turismo por supuesto.