Paraíso residencial... del destartalo en Torrevieja
La falta de servicios y de control municipal durante 40 años convierten La Siesta-San Luis, un residencial que ocupa más de 2,6 millones de metros cuadrados, en un ejemplo de abandono
El gran compositor finlandés Jean Sibelius tiene una calle en Torrevieja. Es uno más de los reconocidos autores de la historia de la música que salpican el callejero a lo largo y ancho de los 2,6 millones de metros cuadrados que ocupa el barrio de La Siesta-El Chaparral-San Luis. Miles de viviendas, la mayoría adosados y chalés en el paraíso del turismo residencial que se asoman desparramadas entre la laguna de Torrevieja y el límite del parque natural, junto la laguna de La Mata.
Volviendo a la calle Sibelius, muy cerca del acceso principal de La Siesta una palmera crece con fuerza en el hueco entre el adoquín y la calzada. Es el mejor testigo de lo que pasa en el resto de esta vasta y tranquila área residencial porque el árbol, que lleva mucho tiempo creciendo en ese lugar, es una evidencia más de la ausencia casi total de servicios básicos municipales más allá de la imprescindible recogida de basura diaria y la presencia de un centro de salud.
A los vecinos les choca que el Ayuntamiento sin embargo se emplee a fondo en el mantenimiento de la zonas verdes situadas junto a la CV-905, a la vista de los 30.000 vehículos que pasan a diario. Es cuestión de imagen. Lo que hay «dentro» no se ve por fuera.
Paisaje urbano
La Siesta-Chaparral fue aprobada en 1974 por el último alcalde predemocrático de Torrevieja y se construyó sin proyecto de urbanización. Su gemela y contigua San Luis se validó un año después, en 1975 aunque su aprobación definitiva está registrada en 1984.
La mayor parte de los 300.000 metros cuadrados de zonas verdes previstos están sin ejecutar y mientras que las docenas de hileras de adosados en torno a calles interiores se levantaron sin comunidad de propietarios. Problema del que «se salvan» las parcelas de chalés.
Todo ello ha configurado un paisaje urbano a lo largo de los últimos 40 años de lo más peculiar donde lo inaudito se mezcla con lo chocante y a veces con lo claramente ilegal. Así se puede encontrar un monumento funerario en recuerdo de un antiguo residente situado en una zona verde, o un contenedor-almacén que se intuye da servicio a una vivienda ocupando libremente plazas de aparcamiento.
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Dejadez
Y todo con un característico sello de dejadez que completa, por ejemplo, un tendido aéreo de telefonía y redes que alterna zonas públicas con las que el Ayuntamiento asegura que son privadas pero cuentan con alumbrado público. Manu Pagola, vecino de este barrio -insiste que ya es hora de llamar barrios a zonas residenciales que van a cumplir medio- lleva mucho tiempo denunciando ante la Sindicatura de Agravios esta falta de atención que tiene su máxima expresión en el abandono de los espacios públicos y su derivada en el descontrol absoluto de las actuaciones urbanísticas de los particulares.
Catálogo de infracciones
Hay un amplio catálogo de infracciones, desde ampliación de terrazas y vallados pasando por cerramientos de calles o la construcción de sobreplantas sobre los adosados. También es ejemplo del tipo de urbanismo de ocupación del suelo en el que los promotores recogían enormes plusvalías por la venta de viviendas y salían corriendo sin culminar las dotaciones básicas sin que el Ayuntamiento se las reclamara. Uno modelo, el de la vivienda turística, que sigue plenamente vigente en la ciudad, que todavía hoy ultima la aprobación de 7.000 viviendas más en La Hoya, aunque con una exigencia de garantías por parte de la Generalitat.
Pagola continúa mostrando deficiencias. En la zona verde delimitada por las avenidas Corrales, Hayden y Costuera, que debería ser una de las más importantes con 34.000 m², solo hay matojos, algunos pinos y casetas para una colonia de gatos callejeros, incluso a pocos metros del límite del parque natural donde los felinos callejeros son una auténtica amenaza para la fauna del humedal.
Estas instalaciones improvisadas para los felinos proliferan aquí y allá, caso de la calle Chiva, donde por cierto, se encuentra otra de las parcelas destinadas a parque (30.900 metros cuadrados) sin ejecutar por el urbanizador ni el Ayuntamiento.
Poco después, al principio de la avenida Lejona, los árboles sin podar junto a la acera obligan a los peatones a ocupar la calzada para transitar.
"Hartos"
«Estamos hartos de que lo llamen urbanización. Es una forma de desentenderse. Este barrio tiene más 40 años. Y necesita todos los servicios de un barrio. Como estamos abandonados hay quien hace un poco lo que quiere porque nadie está al tanto. Hacer un parque no lo va a arreglar», señala este residente aludiendo a las obras del parque de La Siesta que, por fin, se está construyendo en una de las entradas de la urbanización con una inversión de 4 millones de euros que ya ha sido oportunamente visitado en precampaña en dos ocasiones por los cargos municipales.
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Ocupaciones
Miles de vecinos residen aquí en una amalgama de nacionalidades, la mayoría de ellos pensionistas pero también muchas familias de trabajadores. Se encuentran ya algunos ejemplos de viviendas ocupadas y otras tapiadas porque no han sido mantenidas por los herederos de aquellos primeros compradores ya sean nacionales o extranjeros, sobre todo británicos, belgas, franceses y alemanes. Una diversidad y movilidad que también se lo pone bastante difícil a la reivindicación de mejoras.
Los propietarios se han adaptado a las carencias y han hecho de la necesidad virtud. ¿Que no hay dotaciones públicas? Se improvisan. Si el solar para jardín lleno de escombro y matorral que hay delante de tu casa nadie lo va a utilizar, qué mejor que construir una barbacoa, bancos y mesas de obra y hacer prácticas de jardinería, total, nadie lo va a impedir.
Hay papeleras
Eso sí, como en el resto de las «urbas» -de los barrios, insiste Pagola-, San Luis-La Siesta-Chaparral ha «estrenado» papeleras y contenedores dentro del nuevo contrato de recogida residuos y limpieza que cuesta 2 millones de euros al mes, coincidiendo con la recta final del mandato y la cercanía de las elecciones. Todo un hito porque apenas se repusieron las puestas en 2004. Ahora hay una cada 50 metros. Algo cotidiano como tener papeleras en la calle es celebrado por el Ayuntamiento con profusión de contenidos en las redes sociales y emoticonos de aplausos.
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