VUELVA USTED MAÑANA

Muchos sumandos para un suma

PODEMOS desaparece con la misma intensidad con la que nació, pero ahora devorado por los cadáveres que dejó en el camino. Pablo Iglesias quiso ser Saturno, devoró a sus hijos, pero no concluyó su festín y los hijos vivos han acabado con él.

La venganza se sirve en plato frío y en esta nueva izquierda, deudora de todas las debilidades humanas como es normal, sucede lo mismo que en cualquier otro partido político o cualquier espacio en el que los egos priman sobre los supuestos ideales y los cargos y prebendas imperan sobre la lucha, abandonada cuando se alcanza la gloria terrenal.

Pablo Iglesias llora la expulsión de Irene Montero a la vida común de los mortales, llanto que antes no vertió cuando decapitó a quienes habían iniciado junto a él la conquista de los cielos. Pocos quedan del “sí se puede”. Y solo pudieron unos pocos, cuyos resultados han sido el abandono del pueblo que no quiso ser redimido y algunas leyes frenéticas, de escaso contenido efectivo y de resultados advertidos y nefastos. Pura demagogia que a pocos interesaba y que ha provocado el rechazo generalizado de una sociedad que no ha querido someterse a la necedad de cambiar lo que no era necesario, ni deseado o, en su caso, extraño para la mayoría. Con tan escaso bagaje de diputados, pero amparados por un presidente dadivoso con quien necesitaba para su mayor gloria, querían gobernar un país que no se ha sometido. No eran modernos, solo extravagantes y de palabra fácil, aunque de mirada siempre rígida, escasa de sonrisas y plena de rabia contenida. Promesa cierta de violencia verbal a falta de argumentos nobles.

SUMAR, en este ámbito de la izquierda moderna, muy cercana al PSOE sanchista, no es otra cosa que una plataforma electoral. No es más y no se comprende de otra forma. Tiene sentido solo en ese marco de intentar una mayoría tan etérea y heterogénea, como difusa. Nadie conoce a día de hoy y difícilmente se sabrá, cuál es su programa, hecho, se presume, de retales, de pedazos sueltos en los que cabe cualquier cosa. SUMAR solo sirve para presentarse a las elecciones y reiterar una mayoría denominada con mucho entusiasmo progresista porque sus integrantes, multitud, dicen que lo son. La fe mueve montañas y muchos lo creerán a la espera de que el día después anuncien sus objetivos. Si con UP en el gobierno hubo dos o tres revueltos, con SUMAR la gobernabilidad sería un imposible, máxime cuando vienen vacas flacas y los sumandos de Sumar no suelen aceptar la realidad si ésta les hace asumir responsabilidades.

Nadie sabe qué es SUMAR, cuyo engranaje es Yolanda Díaz y una multitud variopinta de expulsados de PODEMOS, exmilitantes de IU, nacionalistas de izquierdas varios y precursores de objetivos de las minorías más llamativas. Les une el hecho de constituirse como coalición para ganar y repartirse un botín menor que el de 2015, cuando casi todos ellos caminaban juntos y no habían saboreado las mieles del poder. No hay ni siquiera una organización mínimamente pergeñada, un esquema de gobierno del grupo plural y menos aún una oferta medida en términos concretos. Se ofrecen ellos en esencia y confían en el electorado a la izquierda de un PSOE que ha perdido el centro y ha querido y pretende colonizar los espacios más a su izquierda, reduciendo estos últimos a la mínima expresión del voto útil. SUMAR va a pelear por un territorio que antes le era propio y ahora quiere ocuparlo el PSOE sanchista. Mala cosa para DÍAZ.

El PSOE, en estos momentos en los que Sánchez, salvo milagro, será inmolado por segunda vez y sin esperanza de regreso conocida su altura integral, está en franca descomposición, a la búsqueda de su identidad perdida una vez pase el trance. No le ha ido bien la conformación del pacto frentepopulista que ideó Zapatero, pues gobernar no es solo mandar, sino ganar en autoridad moral y ser reconocible.

Lo que ha sucedido aquí estos días y que expuso el domingo Juán Ramón Gil con la claridad que le caracteriza es lo de siempre que ese partido entra en crisis. Las mismas luchas intestinas, los mismos fantasmas, las mismas peleas por la insignificancia y Sánchez devolviendo sus fobias hasta el último momento con esta comunidad, objeto de sus desprecios personales.

La izquierda ha fracasado y debe reflexionar sobre las razones de su estrepitoso golpe. Debe meditar sobre la realidad de la sociedad, sobre la sensibilidad de la mayoría. Y este PSOE ya no la representa, aunque el PSOE debería hacerlo.

Nadie sabe qué sucederá en julio, pero la forma en que el PSOE gestiona el momento revela que los datos que maneja no le son favorables. Sánchez es el problema. En las municipales los resultados, malos, no lo fueron tanto allí donde había buenos candidatos. Pero el 23J se vota botar a Sánchez o investirlo de autócrata. Nada puede hacer este PSOE para evitarlo, pero sí intentar romper una etapa que comenzó con Zapatero y que Sánchez ha perfeccionado.

El problema no es la izquierda, en absoluto, sino un PSOE que siempre fue necesario para el funcionamiento de la democracia. Muchas veces en el pasado le falló al sistema y ahora ha vuelto por sus fueros haciendo lo peor que podía hacer. Esperemos que esta lección, si se produce, sirva para algo. Aunque igual hay que esperar una generación a la vista de la nómina existente.