Opinión

La Ley Seca de Pablo Ruz

Si el alcalde de Elche ha comenzado un camino, que no lo deje. Muchos padres se lo agradecerán. Y, aunque lo han puesto como hoja de perejil en las redes sociales, nunca debe mirar hacia otro lado si el beneficio social supera a su posible perjuicio personal

Consumo de alcohol en un botellón

Consumo de alcohol en un botellón / Francisco Calabuig

M. Alarcón

M. Alarcón

"Mis hijos no beben". ¿Quién no ha oído esta frase? ¿quién no la ha dicho alguna vez?. El alcalde de Elche, Pablo Ruz, se enfrenta desde el viernes a una catarata de críticas en las redes sociales por hacer lo que debe hacer un regidor, que es no mirar para otro lado cuando hay un problema. ¿Hubiera sido mucho más fácil mantener abiertos los parques, convertidos en botellódromos un año más durante estas Fiestas de Agosto y que cada día se limpiaran al amanecer de una forma pulcra por decenas de operarios de la empresa de la limpieza hasta la siguiente noche? ¿O instar a la Policía Local a que se desentendiera, se encargara exclusivamente de controlar peleas y de llamar a una ambulancia al detectar un coma etílico? Sin duda, hubiera sido mucho más fácil.

Alguien me decía que Ruz ha hecho como esos profesores a los que encargamos que eduquen a nuestros hijos porque somos incapaces de hacerlo ya que confundimos autoridad con amistad. Hemos perdido la capacidad para que nos escuchen que no deben beber alcohol y esperamos que sea el alcalde de Elche el que haga nuestra tarea. Pero nadie va a venir a felicitarlo en su sano juicio porque sería admitir, al mismo tiempo, que necesitamos que alguien haga nuestro trabajo, como esos profesores de los que siempre hemos pensado que en su sueldo se incluía buena parte de nuestra responsabilidad en su educación. Vivimos bajo una cultura, la del alcohol, que nos supera y que nos hacen entender las fiestas como lo más insípido del mundo si no nos ponemos hasta arriba de whisky, ginebra, vodka o sangría.

Los jóvenes compran garrafón, a botella por cabeza y noche, allí donde se lo venden o encuentran un mayor de edad cómplice que les pasa las botellas por la caja registradora, junto a refrescos varios (a cual más dulce) mientras muestra su DNI, un pasaporte para cualquier borrachera en fiestas. Bajo esa cultura de lo que deben ser los cánones de unas fiestas nada sanas, han encontrado una falsa sensación de libertad y de sentirse mayores. De no saber entenderlo de otra forma.

Y es muy difícil luchar para cambiar hábitos de jóvenes que, haciendo lo que no deben, se sienten adultos y que año tras año han encontrado la complicidad de las autoridades para saltarse la ley. Y eso no es que haya pasado aquí, en Elche, es que pasa en cualquier ciudad festera que se precie y les diría que aquí bastante menos que en otros muchos lugares. ¿Por qué es tan difícil? Porque el alcohol forma parte de tal manera de nuestra cultura que una cerveza prácticamente vale lo mismo que una botella de agua en cualquier bar o restaurante. ¿Es esto normal?

Vallas que rodean el parque Jaume I en Elche y unos jóvenes pasando por la zona

Vallas que rodean el parque Jaume I en Elche y unos jóvenes pasando por la zona / AXEL ALVAREZ

Los jóvenes que han puesto de vuelta y media al alcalde por su decisión no han proclamado "tenemos derechos a ser menores y beber alcohol hasta caer desmayados porque son fiestas" o se han preguntado sin encontrar respuesta: "¿por qué en Elche no se puede hacer botellón y en cualquier otra ciudad en fiestas sí? Pero no hay una solución ni una contestación fácil a estas aseveraciones. Ser jóven es asumir riesgos porque no ves el peligro.

Lo que sí han criticado con vehemencia estos jóvenes, y entiendo que con bastante razón, es el tema de las barras por concesión administrativa y el precio que han de pagar por una consumición porque ahí donde hay una se puede consumir en la calle, aunque ellos no busquen tanto beber como mal beber. Y al final los mensajes se mezclan, como el alcohol de garrafón. Siendo como es una autorización municipal no estaría de mas que el Ayuntamiento de Elche consiguiera acotar los precios. Sobre todo de refresco, pero especialmente de agua, que debería darse prácticamente al precio de costo, si queremos cambiar hábitos.

Estuvo bien cuando el regidor advirtió el pasado viernes de la medida, pero le faltó quizá tener un "plan B", algo que en política es muy necesario cuando uno va a dar una mala noticia y más 24 horas antes del inicio de unas fiestas. No sé si es que al final, muy al final, se tomó la decisión o fueron los mismos responsables policiales los que le aconsejaron que, como primera medida si queremos tener unas fiestas tranquilas y seguras, es primordial reconducir y controlar la venta y el consumo de alcohol y especialmente entre los menores. Pero no pensó el regidor en darles una alternativa porque, si de algo tienen razón, es que siendo las fiestas un negocio, no puede serlo exclusivamente a costa de ellos y de sus bolsillos. Entre los precios y las multas los convertiremos en víctimas de algo que prefieren no entender ni saber el por qué.

Jóvenes con unas litronas

Jóvenes con unas litronas / Mariscal

Recordaba este lunes que hace dos décadas, en Fiestas de Agosto, tras la Nit de l'Albà, la ciudad era un territorio comanche. Una ciudad sin ley. Las carretillas volaban sin entender de niños o de adultos, de turistas o de personas mayores. La Glorieta era un campo de batalla y los carretilleros hacían auténticas guerras, aquí y allá o en las pedanías y barrios, haciéndose retroceder unos a otros o asustando a indefensos vecinos que nada se esperaba. Algunos iban cargados con esas mochilas hasta los topes de correpies que han amputado dedos y destrozado la vida a muchos. Aquello se recondujo después de que Elche se convirtiera en una mala noticia nacional. Año tras año la ciudad era noticia de los telediarios y no por la Alborada ni por la brillantez de las Fiestas de Agosto, sino por los más de 200 heridos que pasaban por el entonces único hospital que existía o por los puestos de socorro. ¿Se criticó al entonces alcaldes? Por supuesto.

Reconducir la pólvora, porque hubo voluntad política, siendo regidor Diego Macià, pero contando entonces con un juez que le puso las pilas, Vicente Magro, dio sus resultados. Hoy, la madrugada del 13 al 14 de agosto en Elche se convive sin miedo a un carretillazo. El problema del alcohol nunca será tan fácil de reconducir mientras una cerveza y una botella de agua valgan prácticamente lo mismo y España sea uno de los países más baratos del mundo en este tipo de bebidas.

Si Ruz ha comenzado un camino, que no lo deje. Muchos padres se lo agradecerán. Y, aunque lo han puesto como hoja de perejil en las redes sociales, un alcalde nunca debería mirar hacia otro lado. Sobre todo si el beneficio social supera a un posible perjuicio personal porque para eso lo han elegido.