El síndrome del niño emperador hipercableado

Luis Beltrán Gámir

Luis Beltrán Gámir

De crío, comía como si no hubiera un mañana, pero no engordaba. La razón es muy simple: los que nacimos cuando gobernaba el pequeño dictador, no parábamos mucho en casa. Obviamente, lo quemábamos todo, jugando a polis y cacos, al fútbol, etc. Hoy en día ves que los niños viven pegados al móvil o a la tablet. Si hay varios chavales en el restaurante, suelen estar en una mesa, mirando el teléfono, mientras en otra mesa están los adultos "fumando, bebiendo y sin parar de reír". Pero estos infantes, no conversan, y si hablan, lo hacen en un tono malsonante y exigente. Además, consultan contenidos poco recomendables para su edad. De hecho, leí que los mayores consumidores de porno son niños entre nueve y doce años. ¿Se impone la vuelta a los teléfonos fijos y las cabinas? Con ese sedentarismo, no es de extrañar que haya tanto chaval con sobrepeso. El ocio tecnológico agrava el problema, pero, claro, el razonamiento del padre es: si el niño molesta, pues le enchufo a la pantalla, y a volar.

¿Eso es hoy en día la infancia? Tenemos una generación de muchachos donde el aburrimiento está prohibido y la paciencia es tabú, porque se han acostumbrado a lo inmediato que les proporciona internet. Lo peor del asunto es que los padres lo toleran como si fuera lo más normal del mundo. ¿Para qué precisa el móvil un chiquillo? ¿Para hablar con su agente de la condicional? ¿O ver vídeos chorras de un mono haciendo el mono? Peor aún, ¿para hacer bullying al chaval tímido de la clase? Jovencito, a veces aburrirse es bueno, hace que se te ocurran cosas interesantes. No hacen deporte, y pasan de ese perrito que tanto lloraron para conseguir, pero al que luego no pasean ni que les maten. Por supuesto, no recogen nada de lo que ensucian en la cocina, dejan toallas húmedas tiradas por cualquier sitio, e incluso arrasan las neveras de casas ajenas. Si hacen botellón, lo dejan todo perdido en el parque. Mientras, los padres les justifican diciendo: "pobrecito, que ha estudiado mucho este año".

En este diario leí unas declaraciones de Manuel Lafuente, jefe provincial del Cuerpo Nacional de Policía, que hablaba del síndrome del niño emperador. A todo se le dice que sí, sin negarle nada, y así generas monstruos. Hijos que pegan a sus padres por la retirada del móvil. INFORMACIÓN publicó un informe que afirmaba que los menores prefieren el mundo irreal de la pantalla, hasta el punto que les cuesta ir a la compra, para no tener que hablar con nadie, pasando una media de cuatro horas diarias delante de la pantalla, y teniendo incluso dificultad en conocer a niños reales.

Al parecer, los ejecutivos de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios donde no pueden usar dispositivos, porque es perjudicial para su desarrollo.Tampoco les permiten utilizarlas en su casa hasta que tengan la suficiente edad. Es útil que los padres prediquemos con el ejemplo, no usándolos en su presencia, y proponiendo juegos y actividades más físicas. Es mejor que seas tú quien controle las nuevas tecnologías, a que ellas te controlen a ti.

Ahora bien, como leí a Jorge Fauró, "nadie da media vuelta y regresa a casa porque se ha dejado las gafas de sol, pero olvidarte el móvil implica una sensación de vértigo y ansiedad sólo equiparable a que se te despiste un hijo en el supermercado". Y además los adolescentes no sólo lo utilizan por el día, sino que están toda la noche enviándose mensajitos, así que no es de extrañar que no queden chavales despiertos en las aulas, con el insomnio que provocan las redes. Por no hablar del problema de déficit de atención, ansiedad, depresión, trastornos de alimentación e incluso ideas suicidas. En uno de sus imprescindibles artículos, el juez Asencio Gallego nos alertaba que era la principal causa de muerte entre los jóvenes. Lei hace tiempo que las escuelas públicas de Seattle habían denunciado en los juzgados a Facebook, Instagram, YouTube, TikTok, Snapchat, por el daño que ocasionan sus productos en las mentes de los estudiantes.

Como dijo en INFORMACIÓN el doctor Vicente Elvira, "no dejamos salir solos a nuestros hijos a sitios peligrosos de la calle, pero dejarlos solos ante un mundo de peligros en Internet es mucho peor". Pero es que, al igual que no podemos seguir a nuestros hijos camino del colegio para garantizar que las calles sean seguras, tampoco podemos rastrear qué páginas visitan para que las redes lo sean. La perspectiva de tener algún día nietos que no se comuniquen, obesos e hipercableados, me preocupa. Pongámosle freno.