Profesor de Derecho Constitucional de la UA y exconseller de Transparencia

Manuel Alcaraz: «Para que haya un tercer Botànic hay que centrarse en la economía y que los partidos no peleen entre sí»

Manuel Alcaraz es un convencido de la necesidad de defender la política y la democracia. Más si cabe en un tiempo de cambio histórico salpicado por el desastre y la incertidumbre. Y eso mismo es lo que defiende en El oficio de Casandra. Escritos de paciencia política, que este lunes, a las 19 horas, se presenta en el Club INFORMACIÓN.

Manuel Alcaraz, con el nuevo libro que presenta este lunes

Manuel Alcaraz, con el nuevo libro que presenta este lunes / RAFA ARJONES

María Pomares

María Pomares

Su último libro se titula El oficio de Casandra. Escritos de paciencia política. Sin embargo, ¿paciencia y política no parecen incompatibles en tiempos como los actuales?

La política vive acelerada, nerviosa, histérica, epiléptica. Necesita el tiempo necesario para la reflexión y la deliberación. La democracia no es solo la toma de decisiones, sino investigar cómo la sociedad civil interviene en los procesos políticos. Esto no es hacer asambleas o referéndums, implica a las redes, a los medios de comunicación, a las asociaciones... Por lo tanto, la política necesita ralentizarse, porque, cuando uno se ralentiza, es cuando puede ser prudente, y la prudencia, ya desde los clásicos griegos, es la principal virtud del político. Los políticos y los periodistas hoy necesitamos ser pacientes para poder ser prudentes. Lo que debe acelerarse es la Administración. La paradoja es que la digitalización está provocando un acelerón de la política con las redes y una ralentización de la burocracia.

¿Y cómo se explica esa ralentización de la Administración en plena era tecnológica?

La digitalización ha facilitado muchos procesos, pero provoca dos cosas. Por un lado, el desplazamiento del trato humano a la máquina. Por otro lado, los tecnólogos están confeccionando permanentemente formularios y estableciendo criterios en los que te piden una gran cantidad de información absolutamente inútil. Estamos construyendo una Administración para la máquina y no una máquina para el ciudadano.

En situaciones como estas, ¿qué hay de desidia o ignorancia y qué hay de mala fe a la hora de ponerle trabas a la ciudadanía?

El hecho de poner trabas de forma voluntaria no existe en ninguna Administración. Lo que existen son procesos autorreferenciales. Fui vicepresidente de una comisión para la adaptación tecnológica de la Generalitat, porque no era compatible el sistema que usaba el Gobierno y el de las Cortes, y en eso se avanzó, pero había debates interminables entre altos funcionarios y tecnólogos, porque no se ponían de acuerdo en una serie de cuestiones relacionadas con los lenguajes. Otra cosa es el uso intensivo de las máquinas, fundamentalmente de las redes sociales.

¿Y qué ha cambiado con el uso intensivo de las redes sociales?

Cuando Tocqueville viaja por Estados Unidos ya lo aprecia. ¿Por qué la democracia es tan activa? Porque en todos los pueblos hay muchas asociaciones y periódicos. La sociedad delibera, habla, y los políticos están inevitablemente obligados a atender a eso. Se buscan razones, se tratan de convencer unos a otros, pero con un diálogo respetuoso. ¿Qué ha cambiado con las redes? Que ha dinamitado buena parte del sistema informativo existente, y ha contagiado a periódicos, radios y televisiones. Además, parece que sin Twitter no se puede hacer nada, y yo no tengo Twitter y no tengo la sensación de perderme grandes cosas. Si en 1978 hubiera existido el ecosistema de redes de hoy, la Constitución no se habría aprobado, o no se habría aprobado una buena Constitución. Este tipo de presión personalizada, de una agresividad sin límites y de un formato que impide la racionalización de los procesos daña mucho la democracia.

Fue conseller de Transparencia en el primer Botánic, pero, ¿se reconoce en el Consell que gobierna actualmente?

Sí. Ha cambiado y han cambiado muchas cosas. El Botànic ha tenido que gobernar la pandemia, la inflación... Me da miedo pensar una pandemia con Zaplana, Camps, Blasco o Díaz Alperi. Luego, estamos en un Estado con unos niveles de crispación extraordinariamente fuertes, que se trasladan a la Comunidad Valenciana. Pese a ello, ha sido una isla de estabilidad. Todos conocemos gobiernos monocolores que tienen más problemas internos que ha tenido el Botànic. El Botànic ha cometido y cometerá errores, pero es un gobierno que ha conseguido estabilidad, y plantear debates con bastante racionalidad dados los tiempos, como el de la vertebración o la renovación económica. Es una Comunidad menos dramática que la que recibimos, sin casos relevantes de corrupción, y en la que uno se puede sentir valenciano sin vergüenza.

¿Cuál es el peor error del Botànic en este tiempo?

Más que errores, el problema ha sido que, por la necesidad de un pacto, y seguramente por la inexperiencia de gobernar en coalición, hay una cierta ausencia de algunas políticas y leyes de tipo transversal en aquellas materias que no caen estrictamente en una conselleria. Luego hay algo que es importante: tenemos que pensar en un tercer Botànic, pero con otras estructuras. Corremos todos el riesgo de pensar que las consellerias que tenemos son nuestras. ¿Educación tiene que seguir siendo nuestra? A lo mejor no. A lo mejor es bueno que Turismo dependa de Compromís durante un tiempo y Economía del PSOE. Y a lo mejor el modelo de tener empotrada a gente de otro partido no se debe hacer de manera tan rígida, porque las estructuras de los partidos ya conocen el funcionamiento del Consell, y porque, al final, se van desplazando muchas cosas a Vicepresidencia o a Presidencia. También es bueno que exista un estatuto de Presidencia, porque Presidencia no puede acumular más competencias de las que tiene. Parte de las competencias de Presidencia deberían pasar a una vicepresidencia. Se trata de afinar, pero el modelo está funcionando.

¿Habrá tercer Botànic?

Creo que sí. Por un lado, el PP está siendo absolutamente incapaz de lanzar propuestas que capten la atención de la ciudadanía. Si repasamos los discursos habituales de Carlos Mazón o María José Catalá, invariablemente es la reivindicación de aquello que se hizo en el pasado. Reivindicar las políticas de Camps o Zaplana es extraordinariamente peligroso. Por otro lado, aquí y en todas partes va a tener mucha importancia lo que pase en el conjunto del Estado. Es verdad que el Gobierno de España está cometiendo algunos errores y está demasiado pendiente de cuestiones marginales, pero en lo económico y en los temas laborales lo está haciendo muy bien, y es lo que le preocupa a la ciudadanía. España está mejor que los países a los que tradicionalmente mirábamos, y eso va a jugar un papel importante según se acerquen las elecciones. Es el momento de recentrarse en la economía y en aquellos temas que le interesan a la gente, pero sobre todo es importante para que haya un tercer Botànic que no se peleen los tres partidos entre ellos.

Sin embargo, en esta legislatura los choques han sido la constante. ¿Cómo evitar las peleas a las puertas de una campaña?

Tampoco ha habido tantas broncas, pero entiendo a los periodistas y a muchos ciudadanos. Lo que brilla es lo anormal. Descontemos dos años, que es media legislatura, que ha sido de pandemia. Que alguien me diga una epidemia en la historia en la que el gobierno de turno no haya cometido errores. Nadie está preparado para eso. Ha habido problemas fundamentalmente ligados a las cuestiones de financiación o a la tasa turística, pero no ha habido tanto lío, lo que pasa es que se magnifican estas situaciones.

Ya, pero estamos en la cuenta atrás para la campaña...

Efectivamente, pero ese es el riesgo de mal político. El mal político, sea del partido que sea, tiene la tentación de magnificar lo que le separa del vecino, pero, en estas circunstancias, eso es muy peligroso , porque las diferencias no son tan grandes, y el bipartidismo se ha acabado. Hay dos bloques y nosotros tenemos una suerte: el líder del otro bloque sólo tiene a Vox, y eso es muy incómodo para el PP y para muchos ciudadanos. Si la gente de Compromís, del PSOE y de Unidas Podemos se dedica a atacar al vecino, no va a marcar a estas alturas ninguna diferencia, sólo va a animar a muchos ciudadanos a que se abstengan.

La imputación y posterior salida de Mónica Oltra del Consell es la crisis más grave a la que se ha enfrentado Compromís. ¿Se puede dar por amortizada esa crisis como defienden algunas voces?

La herida sigue abierta, porque Mónica Oltra concita cariño, afectos, admiración. Por lo tanto, eso va a estar ahí durante algún tiempo. Otra cosa distinta que no creo que deba hacerse es tener un discurso basado en la idea de que, cuando Mónica vuelva, las cosas cambiarán. Ese argumento que se usó mucho las primeras semanas no es un argumento político. Hay que dejar que Mónica se serene, y tome sus propias decisiones, porque es el camino después de una situación extraordinariamente dura y dolorosa. Ahora bien, en realidad, sí se han cerrado muchas cosas muy rápidamente. Ahí Aitana Mas lo ha hecho extraordinariamente bien. Ha actuado con elegancia, inteligencia y un tacto exquisito, aunque a veces pudiera no ser entendida. Por ejemplo, ha cosido gran parte de los descosidos que había con Presidencia, la conselleria está volviendo a andar a pleno rendimiento, y está siendo muy activa.

¿Se ha aprendido algo tras lo ocurrido con Oltra?

Lo ocurrido con Mónica Oltra lanza un rayo de luz tremendo sobre las grandes insuficiencias de Compromís. El problema de Compromís no era Mónica Oltra, sino que es una organización absolutamente desequilibrada en la que cada fuerza trata de conseguir un posicionamiento para su gente y sus ideas, en la que no hay órganos de dirección, hay órganos de coordinación que pueden pasar meses y meses sin reunirse, y en la que todo se fiaba a unos hiperliderazgos de Oltra, Ribó y Baldoví. Eso ya no se puede mantener, porque hace que se cortocircuiten demasiadas relaciones con la ciudadanía, y que vivamos de los eslóganes. En 2015 Compromís era el cambio, pero ahora ya no, y es normal, porque son ocho años de gobierno.

¿Por dónde pasa el futuro?

Por aproximar a todas las fuerzas. Yo preferiría ir a un partido político, pero, si no, a una federación estable en la que haya órganos de dirección que obliguen a todos, fundamentalmente para que haya responsables. Además, tenemos la muy cacareada democracia interna, pero los afiliados, sobre todo en las ciudades grandes, no encontramos cauces de participación política real, sólo tenemos mecanismos de adhesión.

Y, tras la reaparición de Oltra en las últimas semanas, ¿en qué medida puede acabar convirtiéndose en un lastre?

No lo sé. Hay gente a la que le ha gustado, gente a la que no. No sé si seguirá apareciendo o no, y también dependerá de lo que diga. Por doloroso que sea, lo mejor es dejar que actúe la Justicia.

¿Ha logrado Aitana Mas independizarse de ese hiperliderazgo de Mónica Oltra?

Aitana Mas viene de otra cultura política, y eso hace que ella pueda actuar en muchos temas de una forma más tranquila y serena. De todas maneras, ese hiperliderazgo de Mónica Oltra se había acabado antes de su dimisión. Se acabó el día en el que Marzà se va y Més pone una sustituta sin contar con Oltra. Desde 2015 toda la elección de altos cargos se ha hecho a iniciativa de Oltra o con su beneplácito. Era la líder absoluta, igual que a Ribó nadie le discutía las decisiones en el Ayuntamiento de València, ni a Baldoví en Madrid. Sin embargo, tras la marcha de Marzà, parece que la decisión sobre su sustituta la toma la dirección de Més.

Aitana Mas nunca ha cerrado la puerta a ser la candidata a la Generalitat. ¿La ve?

Por supuesto, pero es una cuestión que, probablemente, ya no se va a plantear en esos términos. No me gusta la presentación unilateral y prematura que hizo Baldoví. Se equivocó, pero la cuestión ahora es que Aitana Mas debe encabezar la lista en Alicante, y hacer tándem con Baldoví.

Además de Aitana Mas, se están postulando también para las listas autonómicas Natxo Bellido o Gerard Fullana, y Rafa Climent aún no ha autodescartado. ¿Qué puede pasar si se va a primarias?

No sé, pero son tres hombres de Més. De todos modos, desde el primer día he mantenido que las primarias son un absoluto desastre y muy poco respetuosas con el electorado, porque no se intentan buscar equipos ni se utilizan argumentos racionales.

En Alicante no habrá primarias, y Rafa Mas sustituirá a Natxo Bellido como alcaldable. ¿Qué diagnóstico hace?

He sido crítico en alguna ocasión con el funcionamiento del grupo municipal en estos cuatro años, y con el conjunto de la izquierda, porque se ha fragmentado mucho la oposición. Se han abordado muchos temas, pero sin hacer un tipo de oposición que obligue al que gobierna a ponerse a la defensiva en ningún momento. Hemos dicho que hay que cambiar el modelo de ciudad, pero no hemos sido capaces de definir el modelo de ciudad alternativo. Si la ciudad se va fragmentando, astillando, si cada cual va a defender su interés, la ciudad lo pasará todavía peor y los más débiles lo pasarán mal. A partir de ahí, ya anuncié que reducía mi dedicación. Estoy a disposición de cualquier candidato o candidata para dar mi opinión, y vamos a ver el conjunto de la lista que sale, pero no voy a negar mi amistad y admiración por Natxo Bellido. Es un valor que no deberíamos dejar que se perdiera.

¿Le parece Rafa Mas buen candidato para Alicante?

Tiene todo mi respeto por cuanto ha ganado una asamblea de acuerdo con las reglas existentes.

¿No le tienta volver a la primera línea política?

En este momento no, no me veo de nada. Siempre echo de menos estar en primera línea política, pero, cuando lo estaba, echaba de menos no estar para poder dedicarme a estudiar y escribir.

«La reforma de la sedición es necesaria, pero tengo muchas dudas con la malversación»

El exconseller, en un momento de la entrevista. | RAFA ARJONES

El exconseller, en un momento de la entrevista. / RAFA ARJONES

Alcaraz se muestra muy crítico con el planteamiento de que los magistrados del Constitucional voten sobre su continuidad.

Como constitucionalista, ¿qué le parece la reforma del delito de sedición y del de malversación?

La del delito de sedición es una reforma necesaria, y no nos debe dar vergüenza decir que soluciona problemas en Cataluña. El que no vea que se ha desactivado lo peor de la terrible situación con la que se encontró este Gobierno en Cataluña es porque no quiere verlo, y porque solo concibe la política y el Derecho en términos de castigar al enemigo. Si decimos que los independentistas catalanes son enemigos, les estamos dando la razón, porque, si son enemigos, que se vayan, y lo digo yo que siempre he estado en contra del derecho a decidir y en contra de la independencia de Cataluña. Dicho esto, me parece que hay que desactivarlos. El indulto fue una buena idea, y el delito de sedición es una buena idea y, además, constitucionalmente impecable. Además, nos acercamos a un modelo más propio de los países europeos. La malversación creo que se podría inscribir en esa línea, pero tengo muchas dudas de que se haya planteado de manera correcta jurídicamente, en el tiempo, y con los argumentos, porque a los que hemos estado luchando contra la corrupción nos suena mal.

¿Cómo puede acabar el conflicto entre el Gobierno y el Tribunal Constitucional?

Mal. No puede acabar bien hasta que no se normalice el Tribunal Constitucional, y que los 12 magistrados estén elegidos por quien deben estar elegidos, y en el momento en el que deben estar elegidos. Van a votar por la continuidad los que están afectados. ¿En qué tribunal se ve esto?

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