La pequeña isla de El Campello que se va a convertir en un museo

Se trata de una diminuta superficie que se conectó con el litoral en 1944 a través de un istmo de tierra y que posee un gran valor histórico

En la Edad Media, fue un importante puerto comercial, desde el que se dominaban tanto las vías marítimas como las de penetración hacia el interior.

La Illeta dels Banyets de El Campello.

La Illeta dels Banyets de El Campello. / INFORMACIÓN

Un pequeño terreno de unos pocos metros de extensión, pero de un incalculable valor histórico. En 1944 perdió su categoría de isla, cuando "se unió al continente a través de la construcción de un istmo de tierra moldeado con los escombros de una voladura que se aprovecharon para rellenar ese espacio". Así lo explica el Ayuntamiento de El Campello, orgulloso de tener en su territorio con "uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del Mediterráneo". Esta categoría hace referencia, como no puede ser de otro modo, a la Illeta dels Banyets, ubicada en el litoral del municipio, y que en la Edad Media llegó a ser escenario de una notable actividad comercial. Hoy en cambio, hay pensados otros usos para un minúsculo trozo de tierra que atesora un gran potencial cultural.

Esa es la conclusión a la que ha llegado la diputada provincial de Arquitectura y Conservación de Instalaciones, Carmen Sellés Prieto, que ha tenido la oportunidad de conocer de manera pormenorizada todo un Bien de Interés Cultural (BIC). La visita oficial fue una primera toma de contacto que dejó muy buenas sensaciones, no sólo por conocer el resultado de los últimos trabajos de conservación y excavación, sino porque la representante de la Diputación avanzó a la autoridades locales su intención de habilitar más medios para fomentar su conocimiento por parte de la población y avanzar en el anhelado proyecto de musealización del perímetro y del entorno. La Torre de La Illeta (del siglo XVI y propiedad el Ayuntamiento de El Campello) es el elemento principal de un emplazamiento, donde también hay un área todavía sin excavar en la que ya se ha documentado la existencia de hornos ibéricos para fabricar ánforas.

Visita de las autoridades a la Illeta dels Banyets.

Visita de las autoridades a la Illeta dels Banyets. / INFORMACIÓN

La comitiva oficial que visitó el yacimiento estaba integrada, además de por Carmen Sellés, por el alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer; la primer teniente de alcalde y también diputada provincial Lourdes Llopis, la concejala de Turismo, Marisa Navarro, y parte del equipo de profesionales responsables de su conservación, como Adoración Martínez, arqueóloga de la Fundación MARQ con puesto de trabajo permanente en el yacimiento; Dolores Sanchís, restauradora y licenciada en Bellas Artes, y Rafael Pérez, director del área de Arquitectura de la Diputación Provincial.

Un polo de atracción

El yacimiento registró el año pasado hasta 27.000 visitantes, cifra que las autoridades consideran que aumentará considerablemente con la puesta en valor de todo el conjunto. A pesar de su reducida extensión, este yacimiento es de una gran importancia por su amplia secuencia cultural, ya que en él se han identificado restos de la Edad del Bronce, previos a los que conforman un asentamiento ibérico y los que quedan de una villa romana, además de la presencia de materiales islámicos que nos hablan de una ocupación, de carácter esporádico, en la época medieval. Ello demuestra que la Illeta dels Banyets fue un importante puerto comercial, desde el que se dominaban tanto las vías marítimas como las de penetración hacia el interior.

Los programas de investigación son constantes en el paraje, así como las campañas de excavaciones, siempre bajo la dirección del prestigioso arqueólogo Manuel Olcina. Dado su innegable valor, la vigilancia del yacimiento se mantiene durante las 24 horas del día, y la zona peninsular que todavía no ha sido excavada está protegida por un vallado. La parte propiedad de la Diputación tiene una extensión de 6.000 metros cuadrados, de los que hasta ahora se han excavado 3.500. Restauraciones minuciosas y paneles explicativos permiten una visita muy didáctica.

Tanto Carmen Sellés como Juanjo Berenguer coincidieron en el interés de ambas instituciones (a las que se sumará en breve la Generalitat Valenciana), para dar visibilidad a toda esa riqueza patrimonial.

Las primeras evidencias de ocupación de La Illeta del Banyets se remontan a la prehistoria, y más concretamente al periodo Eneolítico, en que sus pobladores vivían en cabañas de planta oval de las que han quedado algunos restos. Posteriormente, ya en la Edad del Bronce, se construyeron dos grandes cisternas parcialmente excavadas en la roca, alrededor de las cuales se han hallado enterramientos y estructuras de habitación. En las tumbas han aparecido punzones y puñales de metal, brazaletes, pomos y botones de marfil, y algunos vasos de cerámica.

El siguiente nivel corresponde a la Época Ibérica, del s. IV y parte del III a. C., una etapa en la que se desarrolló un importante poblado del que únicamente se ha excavado una parte. Se puede observar dos templos, almacenes y viviendas, algunas de las cuales de gran complejidad arquitectónica. Este núcleo, dada la singularidad de los edificios, su riqueza y variedad, se puede interpretar como un emporium, destacado lugar de intercambio comercial. En tierra firme, junto a la torre de época moderna, se ha descubierto un alfar para la fabricación de ánforas ibéricas, del que se han documentado varios hornos.

Una villa romana

El nivel más superior corresponde a la Época Romana, entre los siglos I y II d. C.. Sobre los cimientos del abandonado poblado ibérico se levantó una villa romana con unas pequeñas termas anejas. Es muy poco lo que se conserva, aunque sí se puede distinguir perfectamente la zona de residencia del propietario y otra relacionada con actividades agrícolas. Se ha encontrado también un edificio termal muy simple en una estrecha nave en la que se alinean el horno, la sala caliente, el tepidarium y el frigidarium-apodyterium De ese momento datan también los restos de unas balsas labradas en la roca y comunicadas con el mar por medio de trampillas correspondientes a unos viveros para peces: cuatro balsas comunicadas, que reciben el agua del mar mediante dos canales situados en ambos extremos.